No necesita presentación. Ni siquiera un apellido. Es simplemente Raphael. El éxito de este inconfundible cantante español, famoso por su gestualidad al interpretar baladas románticas, está sostenido en el sistemático acompañamiento que el público le ha dado en su país natal, en Estados Unidos y en países de habla hispana, así como en el mundo entero. Baste el dato: 50 millones de discos vendidos. La Argentina es un pilar en esa construcción. Para estar cerca de su público, Raphael siempre ha elegido dar conciertos no solo en ciudades capitales, sino también en otras de menor dimensión. Por eso, como parte de su gira Loco por cantar, el 31 de mayo estará en el Luna Park, sí; antes, el 29 de mayo, en Tucumán; luego, el 2 de junio en Córdoba y el 3, en Rosario. Todo lo demás, su propio histrionismo y su propia elocuencia lo dicen.
—¿Qué recuerdos tiene de la Argentina?
—La última vez que estuve fue con Sinphonico (en marzo de 2017, Buenos Aires fue la ciudad elegida para el cierre de esa gira que duró casi dos años). Son recuerdos maravillosos, porque la Argentina fue el primer país de América Latina donde actué, en el Teatro Opera.
—¿De dónde le viene esta locura por cantar?
—Estoy loco por cantar desde que soy niño, e ingresé a la Escolanía (de la Iglesia de San Antonio de Madrid). Desde entonces (ahora tiene 75), estoy cantando; estoy de gira desde hace 57 años.
—¿Es parte del folclore de España?
—España es hermosísima y tiene muchísimas cosas. Si le añades a Raphael, pues , mejor.
—¿Y cuánto del folclore de España ?, ¿cuánto hay de flamenco, de torero?
—De todo eso hay un poco en mí. Soy nacido andaluz y eso tiene muchas ventajas: los andaluces somos muy artistas. Buenos pintores, buenos toreros, buenos bailarines: es la sangre.
—¿Qué importancia tiene su ser actor cuando canta?
—Es vital, porque una cosa es cantar y otra cosa es interpretar. Al interpretar las cosas haces que la gente tenga una emoción extra. El flamenco y el tango, si no se interpretan, no son. Marta de los Ríos, gran cantante argentina, madre de mi pianista entonces, Waldo de los Ríos, un genio, me dijo: “Tú tienes que cantar canciones como Acuarela del río, que yo cantaba antes; están pintadas para ti”. ¿Por qué pasa eso? Porque la música popular argentina es muy parecida a la música popular de mi tierra, Andalucía.
—¿Cuánto hay en su cantar de intensidad, exceso, desmesura?
—La vida es intensísima. Nacer es un acto muy intenso. Ser procreado y morirse son actos intensísimos. Enamorarse es muy intenso. El desamor es intensísimo también. Todos los actos de la vida son intensos, si no, no son nada.
—¿Y la gente que va por la vida como si nada le pasara?
— Bueno, el que vaya por la vida creyendo que no es intensa… Ese es un problema que tiene mucha gente: que va por la vida como si no existiera.… (se ríe).
—Pertenece a la misma generación que dos famosos cantantes de España: Serrat y Sabina. ¿Cómo se siente en relación con ellos?
—Serrat y Sabina son dos ídolos míos y queridísimos amigos de toda la vida, pero afortunadamente los tres somos muy diferentes. Sabina escribió una canción para mí, Cincuenta años después, para mi aniversario. Yo tengo más que ver con Sabina, porque los dos somos andaluces, él es del pueblo de al lao (Raphael es de Linares; Sabina, de Ubeda; las dos ciudades, en Jaén); nuestra idiosincrasia es muy parecida. Joan Manuel es más del norte de España, es más poeta; Sabina es más sarcástico.
—¿Y usted?
—Yo soy la voz por excelencia. Y estoy dispuesto a cantar todas las cosas de Sabina y de Serrat.
—¿Cómo está su voz?
—Está bien, porque no la descuido. No hacer cosas que le puedan afectar, como beber, fumar. La calma de la noche es importante, y beber mucho líquido (agua, no del otro, je, je).
—Usted ha contado haber bebido mucho alcohol…
—Durante un tiempo bebí porque me hacía dormir, como si fuera una medicina. Descubrí que con unas botellitas del minibar de los hoteles yo dormía. Eso me sentó bastante mal. Cuando supimos el grave error, nunca más volví a beber.
—Ha llegado a tener que recibir un trasplante de hígado en 2003. ¿Cómo está ahora?
—Yo soy un teenager de 15 años, con todas sus fuerzas. Me operaron el 1º de abril de 2003, así que tengo 15 años y un mes.
Escándalos y familia
—Una de sus más famosas canciones es Escándalo. ¿Qué es un escándalo hoy?
—Pues, mira, vete directamente a la sección del periódico correspondiente donde diga “Política”: ahí lo tienes servido en bandeja.
—¿La vida privada ya no es un escándalo?
—No, la ha superado la política.
—¿Mantiene su posición de no declarar sus preferencias partidarias?
—Sigo exactamente igual, porque no entiendo lo suficiente para ir sobre ello y, si pierdo pie en una cosa, prefiero no opinar.
—¿Le gustan sus imitadores?
—No precisamente. Las imitaciones son siempre en tono peyorativo y por eso no me gustan. Además, imitar a una persona es sumamente difícil. Porque una cosa es imitarla haciendo histrionismo, y eso es una burla, y otra cosa es imitar muy seriamente. Los que lo hacen para que la gente se ría no me pueden gustar.
—¿Cuánto les debe de su carrera a sus compositores?
—Muchísimo. Por nombrar a uno: a Manuel Alejandro le debo el 50% de mi carrera, porque sin las joyas musicales que me ha escrito todo hubiera sido más difícil.
—¿Es consciente de su estilo único?
—Soy muy consciente de ello. Toda mi vida me he preocupado de que mi estilo sea único, que no se parezca a ninguno. Cuando iba al teatro siendo niño, me preocupaba de ver que ningún artista hiciera lo que yo hacía. No quería estar clonado por nadie.
—¿Cómo ha compatibilizado vivir de gira y tener una familia estable?
—Aquí tienes un ejemplo de que se puede ser un artista consagradísimo a su arte, como soy yo, y también consagradísimo a su familia. Lo hemos hecho entre mi mujer y yo. Al principio viajaban conmigo, hasta que hubo que escolarizar a los niños; vivimos en México y en Estados Unidos. Ahora estamos todos, con mis hijos y mis nietos, en España, todos juntos como empezamos.