ESPECTACULOS
‘Las lilas, el silencio y la noche’

La voz de Alejandra Pizarnik revisitada

En el evento online, varias intérpretes como Cristina Banegas, Marilú Marini y Mirta Busnelli, leen trabajos de la famosa poeta en una puesta de Damián Lomba.

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Proyecto. Damián Lomba pergeñó esta obra multigénero, que cruza diseño y literatura con el teatro. | GZA. DUCHE & ZÁRATE &/ tommy pashkus/ german romani

Sobre el fondo de esta tragedia planetaria, la circulación de materiales musicales, poéticos, literarios, teatrales, a través de las redes, me parece un acto de resistencia cultural, artística. Me parece válido seguir trabajando, imaginando, produciendo. Lo agradezco, incluso como espectadora”, así valida la actriz Cristina Banegas los proyectos que se están realizando en la actualidad, sorteando y aprovechando el aislamiento de los artistas en sus casas.

Ejemplo de esto es Las lilas, el silencio y la noche, un evento en el que un grupo de actrices leen poesías de Alejandra Pizarnik (de su libro Extracción de la piedra de locura, de 1968) y filman imágenes del entorno en el que viven. 

Ellas son: Banegas, Marilú Marini, Mirta Busnelli, Florencia Raggi, Valentina Bassi, Laura Grandinetti, Mónica Raiola, Heidi Fauth. Están dirigidas por el actor y gestor teatral Damián Lomba quien pergeñó esta obra multigénero, que cruza literatura y teatro, sobre un diseño audiovisual, a cargo de Tomás Frezza, Stefano Strecha, Elizabeth Wendling y Rocío Morgenstein, junto a la intervención de Mariela Asensio. Puede verse, a través de Alternativa Teatral, los domingos de septiembre a las 21.

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Lomba cuenta el proceso creativo: “En los textos de Alejandra, hay muchos tonos que derivan de la naturaleza (las flores, las lilas, el bosque son algunos de los símbolos que aparecen), y la naturaleza comulga con la muerte. Con Alejandra se puede habitar, ver, oír. Sus estímulos te alejan del área de confort, incomodan, despiertan. Para que una poesía cobrara vida en un audiovisual, se necesitaba que las palabras generaran un salpicón constante de imágenes y sensaciones. Cada actriz dejó libres sus asociaciones frente a un poema, viendo qué les resonaba en emociones, sensaciones, espacios de la casa, objetos, acciones, prendas de vestir. Después, la consigna fue que se divirtieran con la camarita de su celular en sintonía con el poema, siguiendo su propia intuición, sin pretender contar una historia o encontrar un sentido”.

Marilú Marini, quien participó siendo filmada desde su departamento en París, se entusiasmó con “darle corporalidad a la sutileza, delicadeza y profunda sensibilidad de Alejandra Pizarnik. Los textos se traducen en un anclaje corporal. Están muy presentes nuestras voces, muy corporales, que, a través del medio virtual, entran directamente a tu cuerpo a través de un órgano que es el oído y desde ahí te habitan el cuerpo. El poema con el que participo me evocó la enorme latencia de vida y de asombro y de deseo por la vida que hay en Pizarnik; la muerte estaba rondando, porque ella se incendiaba de vida por dentro”.

La tensión de vida y de muerte en los textos de Pizarnik también es destacada por la perspectiva de Busnelli: “Ella es como una cirujana, que está trabajando con un microscopio; describe con una lupa las cosas misteriosas en el alma y en la cabeza de las personas, y en la suya propia, ella, con una vida muy intensa en el camino del dolor. Trabajar sus textos me enfrentó a mí con mi propio infierno, mi propio agujero, mi propia oscuridad. Me gustó elegir las imágenes que esto me hacía resonar, buscarle un vehículo que no se convirtiese en algo solemne o monótono”.

De igual modo, Banegas celebra que “cada actriz hace su propia lectura e interpretación en relación con la palabra y poética de Alejandra y graba imágenes de su casa donde está pasando la cuarentena. Es importante, porque es un trabajo hecho en cuarentena. Y escuchar la palabra de Pizarnik siempre es una fiesta”.

 

Adelantada a estos tiempos

En Las lilas, el silencio y la noche, la cuestión de género atraviesa esta propuesta en la que los textos de una poeta son tomados por ocho intérpretes, todas mujeres. Así lo explica Damián Lomba: “Voz de mujer a las poesías de una mujer daban, para mí, más potencia a las palabras. Quizá también sea una necesidad mía como hombre, de revindicar a todas aquellas poetas que fueron silenciadas u obligadas a firmar con seudónimos bajo el virus patriarcal. No hace mucho tiempo que se le empezó a dar el valor que tienen las obras escritas y publicadas por mujeres. Por momentos, se intentó silenciar la obra de Pizarnik. No creo que sea casualidad que empezó a resonar, sobre todo, cuando cesó el gobierno militar. En muchos de sus poemas, se puede visualizar su conflicto con la feminidad, sus inquietudes sobre el papel social de la mujer. Ella manifestaba el padecimiento de opresión por el hecho de ser mujer y judía.” Y agrega: “La libertad que ejercía en su vida debió tener que ver con el intento de ese acallamiento. Cabe destacar que Pizarnik fue una de las poetas que levantó su voz cuando el movimiento feminista no tenía la fuerza que tiene hoy. En un reportaje, manifestó su postura a favor del aborto, habló de los derechos de las mujeres, de la educación sexual. Todo esto rodeaba mis pensamientos y por eso opté porque fueran mujeres las que le pusieran voz; algunos poemas tienen experiencias y demandas específicas del género”.