ESPECTACULOS
“Akelarre”

Las brujas no existen

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Terror. La película juega con el universo de las brujas de una forma que es por partes iguales tanto política como puro cine. Tiene una idea muy clara sobre nuestra actualidad a la hora de los géneros. | GZA: PRENSA ERICA DENMON

Akelarre es la primera película sobre las brujas donde no hay brujas. Y es un acto de resistencia. Porque en casi todas las ficciones literarias y cinematográficas que existen sobre la caza de brujas se reproduce el discurso perverso de los inquisidores, afirmando la existencia real de las brujas y repitiendo los clichés: la vieja fea, la mujer histérica y así… Pero la verdadera caza de brujas fue otra cosa: una persecución política brutal contra la juventud, la igualdad, la libertad de pensamiento y de acción. Fue voluntaria y consciente, claramente formulada en las bulas papales y en los manuales de inquisidores que llamaban a “educar al pueblo a través del terror”.

Y así nos educaron durante siglos. “En defensa de los valores del occidente cristiano”, arrestaron a las personas que pensaban diferente, las torturaron, las quemaron, esparcieron sus cenizas al viento, hicieron desaparecer sus cuerpos y borraron su memoria.

Por eso luché durante diez años para poder hacer esta película. Para resucitar a esas mártires olvidadas y contar su historia por primera vez. Y por eso le dí un tono casi contemporáneo. Porque también es nuestra historia. La historia de cómo nos educaron a través del terror para que nuestra sociedad llegue a ser lo que es hoy.

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En Europa y América intentaron suprimir toda diferencia cultural: hicieron desaparecer pueblos enteros, demonizaron sus costumbres y prohibieron sus idiomas. 

Por eso rodamos Akelarre en euskera, un idioma hablado por menos de dos millones de vascos en el mundo, prohibido incluso en pleno siglo XX por el franquismo. Porque el pueblo vasco es uno de los pocos que lograron resistir a la aplanadora del pensamiento único. 

Por eso también Akelarre es una de las pocas películas de época cuyo punto de vista no es el  de los nobles, ni de los clérigos, sino el de mujeres del pueblo. Un grupo de amigas como las de cualquier época y cualquier parte del mundo. Confrontadas a esos reprimidos represores que también ejercen sus abusos de poder en toda época y lugar, esgrimiendo para justificarse delirios tan irrisorios que es imposible contarlos sin caer en la sátira. Sus protagonistas son acusadas de un crimen que no cometieron. Un crimen sobre el cual lo ignoran todo, que solo existe en la mente de sus acusadores. Y para ellos, todo en ellas es crimen: su idioma, su juventud, su belleza y sus canciones.

¿Cómo resistir cuando todo lo que somos es llamado crimen? ¿Y cómo resistir sin armas a una fuerza desmesurada? La única arma que tienen las protagonistas es la imaginación. 

Por eso Akelarre es también una autobiografía. Porque viví en el siglo XVII, como tantas otras personas en las periferias de nuestras ciudades tercermundistas: sin electricidad, sin agua corriente y bajo la violencia cotidiana de esa guerra ignorada que es la fractura social. Por eso mis “referencias estéticas” no vienen del cine, sino de una infancia a la luz de la vela. Luego Rembrandt, De La Tour, Goya. Esos artistas me ayudaron a ver la belleza en vivencias que antes solo habían sido dolor y resentimiento. Ellos me enseñaron que la imaginación es el arma de los sobrevivientes.

Es pertinente recordarlo en una extraña época como la nuestra, en la que se mantienen abiertos los centros comerciales pero se prohíbe la apertura de los cines. El arte no es superfluo. Y no lo digo desde una perspectiva burguesa, sino desde la simple experiencia personal. Solo la fe en el arte me ha mantenido de pie en la soledad, en el exilio, sin hogar y sin dinero, mientras la esquizofrenia, las drogas y el suicidio se llevaban a mis amigos de infancia. 

Esa es lo que cuenta Akelarre, es lo que viven sus protagonistas al usar la ficción como arma de liberación. Y eso es Akelarre también, como obra, como iniciativa. Una ficción que, sin ánimo de ser un panfleto didáctico y con ambigüedad, ironía, locura, rusticidad y desparpajo, intenta aportar su grano de arena para transformar nuestra realidad.

Porque como bien dijo, con gran temor, el juez, Pierre Rosteguy De Lancre cuyas memorias inspiran Akelarre: “Esas brujas subvertirán todo el orden del universo”

*Director de cine. Su más reciente film, Akelarre, se acaba de estrenar en plataformas online.