Estamos logrando lo que siempre procuramos cuando llevamos a cabo una nueva edición del Festival de Mar del Plata, la número 28: la adhesión del público, que viene acompañada por una alegría. Un entusiasmo que se manifiesta de una forma muy clara: si cualquiera de los integrantes de staff anda por la calle, lo primero que se nos suele pedir es recomendaciones para marcar en la grilla que muestra el día a día del Festival. Y, en verdad, no queda otra que negarse a hacerlo porque todas las películas elegidas por este festival merecen ser vistas. Fue una selección de más 400 películas, que buscó ser, y lo logró, tan estricta como amplia.
Pero para elegir las películas no hemos considerado como factor primordial ni director, ni elenco, ni país productor, sino ninguna otra cosa que la calidad de la película, y dio la casualidad de que en esa metodología, este año, hemos podido juntar en nuestras diferentes secciones y competencias una fuerte presencia del cine latinoamericano. Y eso es algo que nos enorgullece: Chile, Uruguay, Venezuela, Colombia, México, Perú, Ecuador, Brasil. El cine latino se va imponiendo y eso es algo a lo que durante muchos años aspiramos; que el cine latino sea un buen competidor dentro del concierto del cine artístico y de calidad en el mundo.
Pero además de esa fuerte y querida presencia latinoamericana, estamos muy satisfechos con la pluralidad del Festival: hay 45 países representados, lo cual demuestra que al exterior le interesa mucho intervenir en Mar del Plata, ya que es un festival que se sigue imponiendo por la agilidad con que se ha planteado y por los invitados que hemos considerado (nombres de justificada fama mundial como John Landis, Bong Jon-hoo, Ricardo Darín o Pierre Etaix).
Yo he tenido muchos tipos de trabajo en el cine alrededor de mi vida. Pase por casi todos los cargos, excepto por el sonido: montaje, escenografía, dirección, producción. Ser el presidente del Festival de Cine de Mar del Plata es el más difícil de todos, de 25 horas diarias. Y por eso es el más lindo de todos. Un festival comienza al día siguiente de que termina el anterior. Y es un lugar lleno de avatares: en nuestro caso, venía John Boorman, el director de Deliverance, y frente a su ausencia hicimos una charla online. Estamos muy satisfechos: fue una inolvidable alegría hablar con la elegancia de Pierre Etaix (un hombre en la línea de Chaplin), tener de jurado a uno de los mejores directores del mundo o charlar con Darín. Seguimos siendo el único festival clase A de Latinoamérica, hemos evitado la contratación de gente extranjera que caracteriza al Festival (aunque en algún momento fue necesario pagarlos). El Festival fue una locomotora que estuvo detenida demasiado tiempo y allá fue necesario gastar, pero ahora las estrellas son las películas. La gente ya no quiere más glamour. Eso está en otra dimensión, y nosotros también.
*Presidente del Festival de Mar del Plata.