Eran otros tiempos, y como mi padre estaba involucrado en el film Creepshow pude tener un rol. Las leyes laborales respecto de los niños eran distintas en los años 80. O se prestaba menos atención. Yo era apenas un niño. Entonces, me pusieron en el tráiler de Tom Savini y él fue mi niñero por ocho días. Savini fue mi primera estrella de rock, inventaba monstruos y mataba gente de formas divertidas. Eso era lo que quería hacer cuando creciera: matar gente de formas inventivas y crear monstruos extraordinarios”. La frase la dice, en exclusiva para PERFIL, Joe Hill.
Es una frase que preocuparía a cualquier padre, pero en el caso de Hill quizás un poco menos: su papá no es otro que Stephen King, el actual rey del terror (nótese la intencional omisión de “literario”). Pero Hill lograría aquello con lo que soñó. Bueno, no a nivel homicidios reales, pero como escritor y guionista se ha convertido en mucho más que “el hijo de” gracias a libros como El traje del muerto, Cuernos (una de las primeras adaptaciones a otro medio de su obra, en este caso con Daniel “Harry Potter” Radcliffe), NOS4A2 (que ha devenido serie, donde es guionista) y Fuego, entre otros. Hill ahora es uno de los guionistas de la adaptación de su obra más famosa y más ambiciosa: Locke & Key, un relato que crea un universo propio y que ha tenido un éxito enorme desde que nació en el cómic. La llegada de la serie a Netflix, que acaba de asegurar su segunda temporada, es la confirmación de cómo sus formas de jugar con el terror, la comedia y la aventura hacen de Hill no solo un heredero digno, sino dueño de una llave que abre nuevos territorios de los géneros.
—¿Cómo asustar a una nueva generación que quizás tenga menos capacidad de atención (sobre todo considerando que el show pierde cierta crudeza del cómic y apunta más al público adolescente)?
—¿Es distinto? ¿De verdad? Siempre se trata de una sola cosa: generar personajes que ames y llevarlos a un sótano oscuro. Y tratar de que encuentren la salida. Bah, eso no es terror. Todas las películas son eso de alguna manera. Cualquier chico se asusta de la oscuridad debajo de la cama. Tan solo debes crear algo que se sienta como una cama de donde puede salir la oscuridad. De hecho, en este show eso sucede literalmente. Las dos armas que puedes usar contra el miedo son el sentimiento de descubrimiento y la capacidad de maravillarte. Eso esta aquí también. En un mundo que es alienante, y aterrador, las historias te permiten preocuparte por una forma de humanidad que quizás es más difícil hallar afuera.
—¿Qué es lo que buscás entonces lograr con una historia, sea “Locke & Key” o tus series, cómics y libros?
—Querés lograr que lo que hacés sea entretenido. Así de básico. Querés que todo tenga impacto y que las páginas vuelen gracias al interés de otros. Todo lo que sé sobre escribir lo aprendí de mi papá. Bueno, podría decirse también que lo aprendí si no me lo enseñó mi madre antes. Y entiendo que hay conexiones entre nuestras obras. Pero creo que me resultaron inevitables.
—Pero más allá de eso, no te fue sencillo comenzar a ser publicado. Aunque eso ayudó a que naciera “Locke & Key”.
—Era un novelista fallido. Había escrito tres o cuatro libros que no podía vender ni por casualidad. No podía venderlos en Estados Unidos, y no pude venderlos tampoco en Londres, lo que terminó siendo la patada final en mis pelotas. Tampoco pude venderlos en Canadá, lo cual es la prueba de que no importa cuánto estés dispuesto a caer, siempre se puede caer más bajo. En el medio de todo esto, un cazador de talentos que había leído algunas de mis historias cortas me preguntó si me gustaría intentar escribir cómics, y me invitó a escribir uno de Spider-Man.
—Todo cambió en ese momento, ¿no?
—Yo crecí leyendo historietas de superhéroes. Crecí leyendo, y mi inspiración real cuando crecía eran los cómics de Neil Gaiman y Alan Moore –historias de terror como La cosa del pantano y Sandman–. Obvio entonces que abracé esa oportunidad de inmediato. Hice una historia de 11 páginas para Spider-Man, y después me animé a más. Presenté diferentes ideas. Y ahí estaba la idea de una historia de terror sobre una casa que estaba prácticamente viva, y que estaría llena de llaves encantadas. Marvel Comics no quiso saber nada con esta idea, de que cada llave abría una puerta diferente y un poder sobrenatural. Yo no podía soltarla. Y justo me sucedió cuando era un padre joven. Iba a buscar pañales somnoliento y pensaba una nueva idea, o un nuevo personaje. Como una bola de nieve, nada podía frenar el crecimiento de la idea. Ya tenía una vida y masa propia. Hasta que una compañía llamada IBW me preguntó si quería hacer historias cortas para ellos y les dije: “Esperen, tengo algo mejor”. Y les mandé Locke & Key, y así fue como todo comenzó.
—¿Cuál creés que es el núcleo de esta historia? ¿Es algo que está en toda obra?
—Crecí con tres películas de Steven Spielberg. Reto a la muerte, Encuentros cercanos del tercer tipo y Tiburón. Y después sumé E.T. El extraterrestre. Para mí, esas obras son el Nuevo y el Antiguo Testamento del cine. Mi papá me trajo un reproductor de LaserDisc, que era la versión medieval del DVD, y venía con estos, digamos, platos gigantes de plata con películas dentro. Parecían los discos que se lanzaban en Tron. Ahora podíamos ver estas películas una y otra vez. Podías ver fragmentos de cada una. Y no importaba. No era hereje. Hoy se da por sentado que si ves una película, podés volver a verla pronto. La descargás, la ves en streaming. En 1980 eso no existía. La veías y después desaparecía por un tiempo. Lo que quería generar, lo que me gusta generar en mi obra, lo que creo que una ficción debe producir, es ese sentido de asombro que yo tuve cuando veía a Spielberg. Un sentido “spielberguiano” de lo fantástico. Poder ser un poco siempre chicos que están descubriendo con los ojos bien abiertos la inmensidad del universo que los rodea. Emocionalmente es algo que me funciona muy bien. Respondo de inmediato a esa sensación.
—¿Y cómo se logra eso ahora en una serie, considerando la edad dorada del medio?
—Una buena serie funciona cuando te enamorás de los personajes, tenés que invertir en los héroes o nada funciona. Puede que vivamos una edad dorada también del cómic de terror, una segunda edad dorada. Pero eso aplica a cualquier relato. Por ejemplo, los films slasher de los años 80, tan famosos, como Pesadilla o Martes 13. Son un ejemplo del terror exitoso, con carisma, pero al mismo tiempo, de cómo los estereotipos no funcionan salvo que sean descartables: acá terminabas hinchando por el monstruo, porque tenía personalidad. Es más slapstick que terror.
Un estilo forjado
—El show tardó muchos años en llegar a esta forma final en Netflix; ¿qué te pasó durante ese proceso que fue tan comentado?
—En la versión de Hulu, primer piloto, y en los cómics todo comienza con un asesinato muy violento. Fox pasó del show en 2010 porque no le gustaba que les diéramos más lugar a los chicos. La idea de que los chicos fueran el centro es algo que tardó mucho en ser entendido. Harry Potter, Stranger Things, y así. Creo que esta es la historia en su mejor versión. Nos divirtió mucho hacer el cómic con Gabriel Rodríguez. Nos divierte todavía. Pero esta es también la versión más divertida que hicimos de la historia. Hay gente que se ha centrado mucho en todo lo que tardamos en llegar a Netflix. Pero todo es un proceso. El subconsciente necesita siempre seguir trabajando, es como una llave, como algo que se va descifrando a sí mismo con el tiempo. Hay novelas que han vivido conmigo por años, por ocho años, como Horns.
—Estás en un buen momento, ¿qué fue lo que aprendiste del fracaso?
—Una vez pasé una noche con Neil Gaiman y fue corrigiendo mis ideas para Doctor Who. Me dijo que eran buenas ideas. Y el rechazo que recibí una vez que las envié fue el más virulento de mi vida: “Nunca haríamos un show con un americano, y si lo hiciéramos, no sería contigo”. Nunca me sentí más rechazado en mi vida.
—La figura de las llaves es crucial en el show. ¿Qué ves en ellas después de esta obra?
—Siempre querés que las llaves despierten preguntas interesantes que exploren temas grandes.