Shepperton Studios. Cualquier cinéfilo se siente un poco abrumado en este estudio en las afueras de Londres. Todos los nombres tocan ese nervio que amamos: de Stanley Kubrick a Tim Burton, desde Star Wars hasta Harry Potter, y ahora, hoy al menos, La bella y la bestia, recién estrenada remake live action del clásico animado de Disney. Una vez dentro, se está en Belleville, el pueblo donde Belle vive y de donde partirá para finalizar prisionera de Bestia. Todo sigue abrumando: la escala, que hasta el pan que aparece un segundo sea algo construido, la maquinaria XL. Después, una carpa, negra. Se filma. Y allí, Emma Watson, Belle. Habla con una niña, no mucho más grande que ella cuando comenzó a filmar Harry Potter como Hermione, y cuando no creía sería tapa de Vanity Fair o voz frente a la ONU por los derechos igualitarios. Es gentil, amable, casi hipnotiza por su forma de ser.
—¿Cuál es tu conexión con Belle?
—¿Qué no me conecta con ella? Primero que nada, yo era muy fanática del dibujo animado de Disney. Otra conexión es que ambas nacimos en París y, como he hecho público muchas veces, amo los libros. Ella fue un personaje muy importante en mi vida. Ella siente que no encaja en la sociedad, pero encuentra su lugar en el mundo, y usa su diferencia como ventaja. Creo que eso es muy inspirador. Y es algo que aparece mucho en las princesas de Disney. Yo vi la película original, de muy chica, fue parte de mi vida siempre. Siempre se dice que Disney crea relatos donde todo va a terminar bien. Es cierto, pero eso implica sacrificios, descubrir antes tu personalidad, entender el riesgo y tomarlo. Y muchas veces esas películas logran todo eso hablando a niñas. Eso no nos pasaba siempre cuando éramos chicas. Entonces, Disney en ese sentido era algo nutritivo.
—Siempre hablaste del “campamento Belle” refiriéndote al entrenamiento previo, ¿estabas nerviosa por interpretar el personaje?
—De repente, antes de empezar, sin nunca haber cantado, claro que estaba nerviosa. Tuve una gran maestra, y mucho soporte de parte del director, del equipo, y ahora me siento confiada. Cantar y bailar aquí eran la base, pero también entender que cualquiera necesita esa conexión con otro a la hora de aprender y dejar de juzgar, entender el mundo desde el conocimiento parece simple pero no lo es realmente.
—¿Creés que Belle hoy en el cine es parte de una ola de personajes femeninos fuertes?
—Es importante que haya roles femeninos, sin dudas. Se suele decir “roles femeninos fuertes”, pero creo que necesitamos ver la mayor cantidad posible de personalidades en la pantalla. Las mujeres somos fuertes desde el vamos. Pero eso no implica que no haya variedad. Yo quería un personaje que fuera activo en las decisiones que lo involucran, todas ellas, incluso su encierro (al menos en la parte que le toca). Traducir aquel personaje animado al film nos permitió crear sutilezas que antes no estaban. Las princesas necesitan sentirse como seres humanos al alcance de nuestras posibilidades, no como un ideal.
—¿Cuánto entonces había en juego en cada escena icónica?
—Mucho. Fue muy estresante. Cada escena icónica es algo a cuidar. Desde ese vestido amarillo, soñado, hasta cómo se mueven los personajes, todo está medido mientras se piensa en la leyenda de un relato y cuánto amor hay por el mismo. Los relatos, sean de Disney o no, son importantes. Nos generan una forma del mundo que todavía desconocemos cuando niños y nos acercan a nuestras limitaciones cuando adultos. Un error en la creación de un vestido de leyenda podría generar una herida antes de ser leído que otra mera versión del mismo cuento. Por eso era importante para mí y, claro, para el equipo, generar una distancia, una diferencia, pero no romper.
—¿Dirías que Belle es una de las primeras heroínas de Disney que muestran ideas feministas en pantalla?
—Originalmente estaba basada en Katharine Hepburn, creo, y fue uno de los personajes de Disney que eran claramente feministas. No gracias a lecturas posteriores, sino a una real decisión del personaje y sus actitudes, su forma de vida, de dar la espalda a los comentarios (aunque le duelan), de sentir que el mundo es más que los juicios que existen sobre vos. Suena simple, pero no lo es. Tampoco es fácil de mostrar en una pantalla sin caer en declaraciones de cómo debería ser el mundo que se vean groseras. Creo que Belle siempre logró ese equilibrio. Su valentía es muy necesaria.
—Fuiste Hermione durante diez años de tu vida, ahora Belle. ¿Qué aprendiste sobre la ficción cuando conecta sentimentalmente con su público?
—Estos personajes son una parte enorme de la infancia de muchas personas. Entonces, hay que cuidarlos, hay que saber cuánto puede representar en alguien que ama un personaje así. Yo crecí amando a Hermione o a Belle, entonces sé qué fueron en mi vida.
—Hablás de cómo Belle no encaja, ¿es algo con lo que podés vincularte en tu vida?
—Sí, puedo sentir eso. Necesariamente mi vida ha generado una distancia, una diferencia, que otros pueden apreciar desde afuera pero quizá no saber cómo se siente. Puedo
vincularme con Bella y esa sensación. Y también hay razones para esa conexión que prefiero no contar.
*Desde Londres, invitado por Disney.