En ocho días, la vida cotidiana de Marcelo Longobardi dio un giro de 180 grados. En los horarios de 6 a 9 en que conducía Cada mañana, ahora viaja desde su casa de Tigre hasta Capital Federal y se pasa de reunión en reunión para definir su destino en el dial 2013; pero también para encontrarse con su amigo Daniel Hadad, como lo hizo el jueves en la zona de Palermo Soho ("me dijo que no lo sorprendió que me echaran"). El periodista dice que sólo desea resolver su futuro laboral y quiere evitar los aspectos contractuales que lo desvinculan de su "casa", como él mismo denomina a Radio 10. "No quiero saber nada con mi salida ni con el Grupo Indalo –responde–. Me está dando una mano un abogado".
Se dice un tipo agradecido por los 14 años de liderazgo en el prime time de la AM 710, y sin furia ni rencores por lo sucedido: "No soy víctima ni viuda de nadie. Sí, tengo un sentimiento poderoso de tristeza". De tal manera se modificó la vida de Longobardi desde que lo echaron de la 10, que tuvo que refugiarse en un cinco estrellas durante Nochebuena con su actual esposa, Laura, y sus hijas, porque el teléfono de su casa no paraba de sonar y la gente se acercaba a su domicilio para demostrarle su apoyo con panes dulces o tortas. "Hoy mi celular no deja de sonar. Recibo 600 llamadas por día. ¿Cómo puede ser que se haya vuelto una cuestión a tal punto que no pueda vivir? Agradezco la demostración de cariño, pero me produce mucho impacto el revuelo que se armó". Sobre su futuro, le contesta a PERFIL: "No está nada cerrado".
—Este miércoles tuviste dos reuniones por tu futuro laboral...
—Estoy tratando de no volverme loco. Soy un tipo común y corriente, quizá sea un poco más famoso porque trabajo en la radio, pero no soy un González Oro, Marcelo Tinelli o Susana Giménez. Lo único que me importa en mi vida son mis hijos. Necesito trabajar. Nunca pensé que pasaría esto.
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