Madrid.- José Carreras nunca olvidará aquel 15 de julio de 1987. Con 40 años y en la cima de su carrera, al tenor español le era diagnosticada una leucemia linfoblástica aguda. Otros quizás hubieran claudicado, pero Carreras, con el mismo tesón con el que persiguió su sueño de ser cantante de ópera, se enfrentó a la enfermedad. "Si salgo de ésta y gano la batalla, volveré a cantar", se decía entonces. Y lo logró.
Después de un autotrasplante de médula en Estados Unidos, al cual se sometió sin anestesia por temor a que la intubación le dañara las cuerdas vocales, y una terapia de rehabilitación, Carreras volvía a aparecer en público apenas un año después.
Fue en Barcelona, en un concierto gratuito ante 150.000 personas, entre ellas la Reina Sofía. Ahora, con 60 años -los cumple este martes, 5 de diciembre-, Carreras está curado y hace vida normal. Pero la experiencia cambió la vida de este tenor, gran intérprete de Verdi y Puccini y que ya antes de la enfermedad había cantado bajo la batuta de grandes directores como Herbert von Karajan, Leonard Bernstein o Claudio Abbado.
Con el objetivo de devolver de alguna manera todo el afecto que recibió durante su convalecencia y ayudar a quienes sufren la misma dolencia, en 1988 creó la Fundación Internacional José Carreras contra la Leucemia (www.fcarreras.es), una organización que apoya económicamente las investigaciones contra la enfermedad y que mantiene un banco de donantes de médula ósea. "Me sentí en deuda con la sociedad", recuerda el tenor de aquella época.
La institución tiene su sede en Barcelona, su ciudad natal, pero también está presente en Estados Unidos, Suiza y Alemania. En este último país, donde es especialmente querido, Carreras organiza una gala benéfica que anualmente es retransmitida en la televisión pública y que desde 1995 ya ha recaudado unos 75 millones de euros (98 millones de dólares).
Pero la leucemia también cambió la vida artística de Carreras, quien admira a cantantes como Frank Sinatra o Tom Jones. Después de superada la enfermedad, redujo el ritmo de sus actuaciones, limitándose a unas 60 por año, entre conciertos y recitales, además de un par de óperas.
Para los críticos, Carreras encarna "el sonido del corazón". Su voz es "de noble timbradura, de dorado sol mediterráneo, ricamente esmaltada, de suntuosidad armónica, abundante de volumen y extensión adecuada", según la describía Fernando Fraga en la revista "Opera Actual".
Pero el propio Carreras admitió alguna vez que hoy en día no podría con el "Otelo", consecuencia de tantos años de exponer su voz en el duro mundo del belcanto. No es de extrañar, puesto que este tenor nacido en Barcelona el 5 de diciembre de 1946 sintió su vocación operística a muy temprana edad.
Con apenas ocho años hizo su primera presentación en público, interpretando "La donna e mobile" de Verdi en un programa de la radio española, y a los once tuvo un papel -de soprano- en la ópera de Manuel de Falla "El retablo de Maese Pedro" en el Liceo de Barcelona.
Carreras estudió en el Conservatorio Superior de Música de esa misma ópera. Fue allí donde debutó como tenor, en el papel del romano Flavio en "Norma", de Bellini. Y lo hizo junto a la soprano española Montserrat Caballé, que se convertiría en su gran mentora y protectora. De Barcelona, Carreras dio el salto a Londres, Nueva York, Milán... Y en 1976 debutó en Salzburgo, interpretando el "Don Carlo" bajo la dirección de Karajan, de quien fue el tenor preferido.
Comercialmente, el gran éxito lo consiguió junto con Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, formando parte del fenómeno "Los tres tenores", surgido en 1990 con motivo del Mundial de Fútbol en Italia. Más de diez millones de copias de la grabación en directo de aquel concierto se han vendido hasta ahora.
Casado desde enero de este año en segundas nupcias con la ex azafata austríaca Jutta Jaeger y padre de dos hijos ya adultos, Carreras está todavía lejos de pensar en una retirada. "Cada quien elige el momento del adiós y yo sigo disfrutando mucho en el escenario", dice.