Todavía no era madre. Una obra dirigida por Roberto Villanueva, Las sacrificadas de Horacio Quiroga. Todavía recuerdo el sufrimiento, ya un mes antes de estrenar”. Julieta Ortega habla sobre su experiencia en teatro, previa a Deseo, la obra de Miguel del Arco que protagoniza junto a Juan Gil Navarro, Alejandro Parker y Moro Anghileri en el Metropolitan Citi. La obra muestra cómo dos parejas pasan un fin de semana donde parecía que se iban a rendir al deseo pero todo muta en algo más complicado. Ortega declara: “La obra trata un tema con el que se puede identificar cualquiera que esté en la platea y de forma muy inmediata. Cuenta lo que tiene que contar en forma de espiral. Nunca lo tomamos como comedia cuando empezamos a ensayar. No nos imaginábamos que era una comedia incomoda.” Y agrega la actriz que hará Un gallo para Esculapio en TNT el año que viene y que lanzó Jota&Co., su marca de pijamas: “Ya me empecé a poner nerviosa cuando me di cuenta que no podía decir que no.”
—¿Qué encontrás en el teatro que no encontrás en otro lado?
—Yo encuentro mucho en otro lado, en realidad. No estaba esperando hacer teatro. Casualmente, es lo que más me ofrecen y lo que menos he hecho. Esta es la quinta obra que me habían ofrecido este año. Si me ofrecen teatro, y al rato tele, me quedo con la tele. Básicamente porque el teatro me compromete muchísimo más. En la tele trabajo hace veinte años, me muevo mucho más cómoda, mucho más segura. Me siento menos expuesta.
—¿Cómo definirías sentirte expuesta sobre el escenario?
—Es estar presente, porque todo tu cuerpo está en primer plano. Es un viaje. De hecho, muchas veces con Moro, que abrimos la obra las dos, ella siempre me dice al oído “Buen viaje”.
—La obra habla del deseo, ¿qué es el deseo para vos hoy?
—Todo. Uno está totalmente regido por el deseo. Yo estoy estrenando una obra de teatro que no estaba en mis planes pero que si me pongo a pensar era algo que sabía que era una cuenta pendiente. Cada vez que decía que no a una obra, encontraba una razón para argumentarme frente a mí misma por qué no hacerla. Pero yo sabía que había un salto que no me estaba animando a dar. Cuando me llegó la pregunta, mi amigo Fernando Noy, me dijo: “Usted ya es otra. Nada de lo que les pasaba le va a pasar.” Y fue tal cual.
—¿Pensás que somos una sociedad que reprime muchos nuestros deseos?
—Todo el tiempo. Y eso es lo que también es bastante perturbador de la obra. Por un lado te dice “estos se fueron a la mierda”, porque hay dos personajes que van a fondo por el deseo, y te deja pensando: ¿al final qué conviene?
—¿Qué creés que conviene?
—Uno siempre debería poder medir las consecuencias y no agarrarse la cabeza, no sentir que el precio que tenés que pagar fue demasiado caro. Hay que animarse a saltar con todo. Fernanda Cohen, que es ilustradora, es mi mejor amiga y la mejor ilustradora que conozco. Y surgió esto de que quiero hacer pijamas. Porque yo vivo en pijama. ¿Por qué alguien tendría que comprar un pijama que hago yo? Si es único, si ella lo dibuja. Recién lanzamos la marca pero armamos todo de cero. No fue comprar tela y mandar a confeccionar. Me despertaba de noche soñando que cuando los presentaba eran una mierda y tenían volados que no les había puesto. La pesadilla es ésa, es el fracaso. ¿Y si nadie me viene a ver?
—¿Te da miedo el fracaso?
—Fracasar voy a fracasar. He fracasado y no pasa absolutamente nada. Acá estamos. No es el fracaso. No tiene que ver con el fracaso. ¿Sabés cuándo me quedé con un sabor feo después de subirme a un escenario? Cuando no sucedió el milagro, no cuando no había gente. Después seguís trabajando, no es la muerte de nadie pero a veces no funciona. Lo que todos queremos todo el tiempo es ser mirados, queridos, aceptados y es absolutamente imposible, sobre todo los que nos subimos a un escenario.
—¿Cómo ves a la tele ahora que estás lejos?
—Me encanta. Gracias a mis hermanos, puedo verla de diferentes lugares. Y me encanta. Estoy rodeada de familia y amigos que me han permitido ver más de la tele. Tengo el año que viene una miniserie, a principios de año. Vuelvo en cualquier momento.
—¿Es un momento difícil para ser actor en la Argentina?
—Es un momento difícil para vivir en Argentina y ganar lo que gana la mayoría de la gente. Los actores no nos podemos quejar demasiado, pero sí tenemos mucho menos trabajo de lo que teníamos. Volvimos a la época que en televisión hay dos o tres canales que hacen ficción, y cuatro productoras independientes, y si no te llaman de ahí te quedás afuera. Los que trabajamos con cierta continuidad somos muy pocos. Hay un montón de actores que en estos últimos años han trabajado muchísimo porque se producía. Actores, directores, técnicos. Y hoy mucha de esa gente está desocupada. Me parece muy importante tener una industria del cine, una industria de la televisión. Se está haciendo menos, y es un problema. También es un problema que no haya plata para pagar una entrada al teatro que es muy cara. O sea, que nos perjudica a los actores el momento económico del país pero imagino que debe perjudicar mucho más a una persona con salario mínimo.
—¿Qué es lo que te satisface hoy como actriz?
—El momento donde decís “está sucediendo”. Donde los juegos están fluyendo, donde sentís bajo un ángel, y puede ser un instante. Más allá que uno está contando un cuento, y sabe los caminos que tiene que transitar, hay poquitas veces donde el actor encuentra el sentido perfecto, donde la emoción acompañó y el cuerpo también, y es el momento del milagro.
—En ese sentido, ¿buscás algo, un lugar donde llegar, como actriz?
—Yo siempre digo que soy bastante parecida a lo que soñé ser de chica cuando tenía diez y Ana María Picchio me llevaba al teatro. Tuve mucha suerte en el trabajo, tuve proyectos muy lindos: tengo cinco trabajos que hice que me hacen sentir muy afortunada. Te miento si te digo “mi sueño es hacer”. Mi sueño es esto.