La crisis económica argentina no surtió efecto en el caso de Roberto Moldavsky. Las cifras no mienten: en lo que va del año, el espectáculo protagonizado por este popular comediante porteño ya convocó a más de 65 mil personas y tiene agotadas todas las funciones que quedan en el Teatro Apolo de la calle Corrientes antes de una ambiciosa gira europea que se iniciará en el mes de noviembre. Finalizado ese tour internacional, Moldavsky, el candidato llegará al Teatro Mar del Plata de esa ciudad balnearia para plantarse como número fuerte de la próxima temporada veraniega.
Con sus ocurrencias sobre la mentada grieta, cargadas de filosa ironía, y el apoyo de una sólida banda musical bautizada Hippies de Dudoso Estado, Moldavsky viene presentándose desde inicios de este año a sala llena en Buenos Aires y también pasó por Tucumán y Rosario con formidable éxito.
“Yo sé que se dice mucho que en épocas de crisis la gente necesita reírse. Pero eso también podría leerse de otro modo, y no sería desacertado: yo tranquilamente puedo decir que si estás tranquilo, si estás satisfecho, estás más predispuesto a pasar un buen rato. Lo que cambia es la motivación, en todo caso: podés reírte porque lo necesitás imperiosamente o porque estás pasándola bien, relajado. Admito que este año a la salida de la función mucha gente me esperó para decirme ‘necesitaba esto, gracias por hacerme reír’. Creo que lo que engancha a tanta gente es una mezcla de cosas: por un lado yo me metí con el humor político sin una tendencia definida. Yo me río de todos. En estos dos últimos años encontré este espacio muy interesante para rellenar la grieta riéndonos con la gente de todos los políticos, sin excepciones”.
—¿Quiénes son para vos referentes ineludibles?
—Muchos... Woody Allen, Tato Bores, el Negro Olmedo, Capusotto y Saborido, Fidel Pintos... Quizás la gente joven no tiene idea de lo que digo, pero cuando hoy veo a humoristas haciendo ese tipo de sarasa que inventó Fidel Pintos es inevitable recordarlo con cariño. Después, en la época en la que hacía stand up, estaba muy atento a lo que producían Peto Menahem, Juan Barraza, Dalia Gutman y Natalia Carulias, todos comediantes que me gustan mucho. Son muchos los que me gustan, de verdad. Groucho Marx, Jerry Seinfeld... Un montón.
—¿Te ponés límites? ¿Hay cosas con las que no hacés chistes?
—No es un problema de límites, sino de contextos. Jorge Schussheim, un gran maestro para mí, siempre dice que es necesario que pase una determinada cantidad de tiempo para que te puedas reír de un hecho desgraciado. Hace poco se viralizó un video mío del Día del Perdón con la Marcha Peronista. Y recibí muchos elogios de gente que se mató de risa y también hubo algunas personas, muy poquitos en realidad, que se enojaron. Son esos que se quedan serios en un teatro lleno de gente que se está riendo. Me decían “pero Perón dejó entrar a los nazis a la Argentina”, o “pusiste la Marcha Peronista, no te sigo más”. En fin... Si el humor no tiene una mínima transgresión, vamos a vivir toda la vida contando el chiste del loro que le dijo tal cosa al elefante. Yo no hago chistes sobre desaparecidos o sobre el Holocausto, por ejemplo. Pero también sé que los humoristas estamos obligados a correr un poco los límites. Hasta en el ghetto de Varsovia el humor fue una forma de resistencia. No entiendo por qué se les exige a los humoristas cosas que no se le exigen a la televisión. Los noticieros pasan todo el tiempo imágenes de asesinatos, de accidentes automovilísticos, de situaciones muy violentas... Y eso no es criticado. Pero hacés un chiste incorrecto y se arma un escándalo.
—¿Cómo son tus shows en Israel, donde ya fuiste y volverás pronto?
—Fantásticos. Para mí estar ahí representa un encuentro feliz con los argentinos y con todos los latinos que viven allá. Te esperan a la salida para abrazarte, te invitan a comer a la casa, quieren cantar con vos Rasguña las piedras... Es un momento mágico para mí, es lo que más me gusta de las giras en el exterior. Soy mucho más conocido en Israel que en Inglaterra o España, de hecho. Es muy emocionante estar en un teatro lleno con gente riéndose y cantando las canciones del show en un lugar tan lejano de casa y tan importante para mí.
—Daniel Barenboim armó una orquesta con israelíes y palestinos. ¿Vos te animarías a presentarte en un país árabe?
—Me lo decís y ya me pongo a pensarlo. Pero no sé si hay forma de llevarlo a cabo. Barenboim tiene un enorme talento y una gran capacidad de organización, evidentemente. Y además la música es un idioma universal. A mí lo que me gustaría es que haya paz en esa zona de conflicto. Ese es mi deseo más profundo.
—¿Cómo fue la experiencia de viajar a Madrid con los jugadores de Boca para aquella final de la Libertadores con River?
—Bueno, tuve la suerte de que me tocó hacerlos reír en el vuelo, antes del partido (risas). Porque después se puso más difícil... Hablando en serio, reconozco que tenía ciertos temores porque con un público tan homogéneo siempre es a todo o nada. Es como para hacer humor para un congreso de ingenieros. Pero me llevé una linda sorpresa. Nos matamos de risa con los jugadores y el cuerpo técnico. La atesoro como una experiencia bárbara.
—¿Por qué te parece que hay tan poco espacio para el humor en la televisión argentina?
—Es raro... Cuando yo era chico había mucho para elegir: los uruguayos de Telecataplúm, La tuerca, Olmedo... Ahora están los chicos de Sin codificar, que me encantan, pero nada más... Si el humor funciona en el teatro, también debería funcionar en la tele. Las obras más taquilleras de la calle Corrientes son comedias: Carcajada salvaje, ¿Qué hacemos con Walter?, Fátima es mágica, Entre ella y yo, Una semana nada más... Ahora también volvió Sebastián Wainraich. A todos esos espectáculos les va bien. Y son muy buenos. Debería haber mucho más humor en la tele. Es una cuenta pendiente.
“En Mar del Plata voy a cambiar cosas”
La gira internacional de Moldavsky arrancará el 1º de noviembre en Dublín, seguirá por Londres, Madrid, Málaga, Kfar Saba, Kiryat Motzkin, Tel Aviv, Beer Sheva y Barcelona. De esa manera, este artista argentino promocionado como “el top top del humor” que el año pasado fue premiado con un Martín Fierro proyecta su carrera en el exterior, abriendo una puerta difícil de franquear para la mayoría de sus colegas. Los shows de Moldavsky fuera de la Argentina son similares a los que presenta acá: “Yo aprendí que no tengo que cambiar mucho el repertorio cuando viajo –explica–. Me lo dijo muy clarito un colega español: ‘No digas gilipollas, di boludo; tú tienes que hacer lo que sabes’. Acá hay más espacio dedicado a la política nacional que en el exterior, donde adapto el show. Pero no hay más cambios que eso. En Mar del Plata voy a cambiar sí o sí porque ya no habrá más candidatos, habrá un presidente. Pero también voy a conservar muchos pasajes de Moldavsky, el candidato porque este año funcionaron muy bien y quiero probarlas con la gente del interior, que llega masivamente a veranear en la costa. Este año solo estuve en Rosario y Tucumán. Así que me voy a encontrar con mucha gente que no vive en Buenos Aires. Eso me da muchísimas ganas de estar ahí ya mismo”.