Desde el viernes está disponible en Cine.ar Play Yo, adolescente, la adaptación del best-seller autobiográfico homónimo de Zabo (Nicolás Zamorano). La película apuesta a exhibir ese mundo, los adolescentes de un período determinado de Argentina, desde una estética que muestra sentimiento y estilización. Es un relato que comienza con la tragedia de Cromañón de fondo y desde allí introduce la pérdida en el mundo adolescente. Lucas Santa Ana, director de El puto inolvidable, es el responsable de adaptar al cine esta obra y cuenta que “lo que más me llamó la atención de la novela Yo, adolescente y que no quería perder al momento de adaptarla y llevarla a la pantalla era el punto de vista. Está narrada en presente por un joven de 16 años que mira esos años 2005 y 2006 y se cuestiona desde su mirada: ¿qué es ser un adolescente? Esa mirada la contrapone a la de los adultos que miran a los adolescentes y los condenan. Eso era lo que más me importaba que estuviera en la película.
—¿Cuál fue el trabajo que realizaron con los actores?
—Los actores son realmente jóvenes, adolescentes aún. Lo que primó en la elección del casting fue el talento. Todos los actores pasaron por el proceso de casting y probaron personajes con escena. Una vez seleccionados, hicimos una reunión y lectura de mesa con todo el elenco y allí sucedió la magia: quienes no se conocían se conocieron entre ellos, y armaron esa química de la amistad, que luego llevamos a los ensayos previos al rodaje. Al momento de filmar las escenas, tuvimos todo eso presente y la magia volvió a surgir. Los actores tuvieron que amoldarse a la época, que a pesar de no ser tan lejana por momentos parecía la prehistoria: teléfonos no inteligentes, computadoras antiguas, reproductores de CD y ringtones.
—La película intenta tener un nervio adolescente, ¿cómo se trabajó eso desde tu lugar como creador?
—Esa fuerza y esa pasión que se ve en la película nace en la narración de la novela. Ya está en ese Zabo que vive y cuenta lo que siente con gran intensidad. Al momento de adaptarla a la pantalla era muy importante que eso no se perdiera. Se trabajó mucho en la voz en off que acompaña el relato, y también junto a Renato Quattordio con la creación de su personaje. Él tenía que vivir en el rodaje con mucha intensidad todo lo que sucediera, sin que eso fuera sobreactuado. El resultado está demostrado en el premio que ganó en el Festival de Huelva a mejor actor.
—¿Qué captura la adolescencia de hace 15 años al ser llevada en la pantalla?
—Al llevar esta historia a la pantalla, otra cosa que quería retratar, o empezar a darle palabras, es el dolor de la tragedia de Cromañón. La novela toma ese hecho como puntapié inicial y me pareció revolucionario que, con menos de un año de dicho evento, un joven pudiera ponerle palabras y pudiera contar todo lo que los adolescentes perdieron en ese mismo momento; lugares de esparcimiento y libertades. Eso fue un cambio radical en su forma de expresarse y vivir su propia adolescencia. La película trata de repetir eso 15 años después: empezar a ponerle palabras a ese cambio.