ESPECTACULOS
Miguel Ángel Silvestre

“Los milagros me parecen algo muy sutil”

El actor español es uno de los protagonistas del thriller Los enviados, una nueva serie dirigida por Juan José Campanella.

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Rol. El actor junto a Pedro Salinas y Adriana Cortés en la enorme producción que conjuga ciencia y religión. | GZA. paramount +

Miguel Ángel Silvestre ya es una presencia frecuente en series. Ya integró Velvet, Sense8, Narcos, La casa de papel, entre otros títulos. Ahora es uno de los dos protagonistas de Los enviados, la serie que dirige Juan José Campanella (junto a Martino Zaidelis, Camilo Antolini e Hiromi Kamata). A lo largo de 8 episodios y en Paramount+, Silvestre encarna al padre Simón Antequera, quien llega desde el Vaticano, a un pueblo de México donde, junto al sacerdote local Pedro Salinas (a cargo del actor Luis Gerardo Méndez), deberán resolver un enigma con clima de thriller. Se trata de dilucidar si se están produciendo milagros o si los accidentes y fenómenos tienen por explicación las maldades de algunos seres humanos.

—¿Cómo te incorporaste al elenco de esta serie?

—Si Juan José Campanella me llama, es sí o sí o sí. El guion me daba igual. Yo lo que quería era trabajar con él. Yo preguntaba: “¿De verdad que me quiere contratar a mí? ¿Sí? ¿A santo de qué? ¿Qué es lo que ha visto él de mí?”. Entonces ya me reuní con Juan José y me dijo que quería que yo hiciera el personaje. Y me encantó. Así empezó todo, en plena pandemia. Ese día me tomé tres cervezas con mi madre; lo celebramos por todo lo alto.

—¿Cómo aparecen en la serie las tensiones entre ciencia y religión?

—La serie está escrita por un genio que sabe tocar todos los palos y por eso se generan conversaciones muy interesantes: el corazón, la razón, el deseo, la conexión con Dios, las dudas entre Dios y el Diablo, lo que puede explicar la ciencia y lo que sucede en la naturaleza. Los milagros parecen algo muy fino, muy sutil. Es algo que los personajes están pensando: ¿esto podría pasar y se puede justificar, o es un milagro? Mi personaje tiene dudas, pasa por una crisis existencial con la castidad, con la vocación, con lo que puede o no puede explicar la ciencia.

—Los personajes centrales son un cura europeo, y que se jacta de serlo, y un cura latinoamericano, ambos en México. ¿Qué plantea la serie sobre los conflictos entre continentes?

—La pasión, la fe de ver a Dios de manera devota, es algo que compartimos en Latinoamérica y los españoles. Es una pasión por una creencia inexplicable, salvo para la gente que ha conocido a Dios, lo que no es mi caso. No es muy diferente cómo viven la religión y el cristianismo los mexicanos y los españoles. El thriller rodea a esta creencia y a algo muy existencial que compartimos los seres humanos: ¿existen los milagros, existe el Demonio o Dios, es una casualidad o causalidad?

—¿Qué percepción tenés del misticismo en los pequeños pueblos?

—La pasión se vive más fuerte en los pueblos, por alguna extraña razón. Era muy bueno escuchar las historias que nos contaban los habitantes del pueblo Mineral del Chico.

—¿Qué rol están ocupando las producciones que se ven en varios formatos, pantallas y que circulan por prácticamente todo el mundo?

­—La globalización tuvo algo muy positivo, pero también algo muy descafeinado, en un momento, toda la ficción se parecía y tenía el mismo color. Hoy tienes que ponerte muy peculiar con respecto a la cultura, a los acentos, las formas de ver el mundo. Eso es una suerte para los actores: hay mucho trabajo apoyado por culturas diferentes. Además, es muy rico para el espectador, porque te conviertes en un voyeur de algo que desconoces.