Nunca se me ocurrió dedicarme a otra cosa. Mi única época no musical fue entre mis 7 y 11 años. Empecé tocando a los 5, pero la música me había aburrido y tenía ganas de ser jugador de fútbol. Cuando tenía 12 llegó un piano enorme a casa, y en él descubrí un mundo del cual supe al instante no iba a querer salir nunca. Haber frecuentado el ambiente del teatro desde que nací fue una privilegiada influencia, y la conjunción de la música y el teatro se presentó como algo tan atrapante como ineludible, de lo que fue imposible escapar. Recuerdo que lo primero que toqué en el piano fue Love of my Life, como podía. Cuando empecé a tocar y a descubrir el mundo de la música todo me resultaba increíble, todo me volaba la cabeza. Por el lado de mi mamá escuchábamos pop y rock, y por el lado de papá, clásica, musicales y ópera. Me volvía tan loco con Queen o Michael Jackson como con Beethoven o Puccini. Por supuesto que muchas cosas me marcaron, como la Sonata Nº 8 Op. 13 de Beethoven, la famosa Patética, que fue la primera en provocarme una verdadera explosión interna, donde se vislumbraba un infinito de posibilidades a través de la música.
Si bien me dediqué al teatro musical, tuve una formación clásica a través del piano junto a mi maestra Edda María Sangrígoli, y en dirección junto a mi maestro Carlos Vieu. Edda me enseñó a ver la música, y no me refiero a leer las notas sino a lo que está detrás de ellas. Me enseñó que detrás de las notas hay un sentido, que tocar piano o forte no es una cuestión de volumen, y me enseñó a respetar la música como el bien preciado que es. Eso es algo que llevo conmigo todos los días. Gran parte del músico que soy se lo debo a ella, porque era chico cuando aprendí todo esto. De Carlos, más tarde, me contagié de una gran pasión en el quehacer musical respaldado por un enorme conocimiento y estudio del material y su compositor. En complemento con todo esto hice la carrera de composición en la UCA, y allí también tuve una formación clásica que fue muy abarcativa, sólida e integral con grandes maestros.
Todos esos años de formación “clásica” me permitieron desenvolverme en el ámbito que más disfruto, el del teatro musical. Sin todo esto previo, mi relación con el género sería mucho más efímera. Busco constantemente la profundidad de las cosas, qué hay detrás de todo, y soy incansable en eso. En definitiva, los musicales son de alguna manera óperas modernas, son un mundo de posibilidades. Son un punto justo entre lo popular/comercial y lo elaborado/erudito. Me apasiona contar historias a través de la música, ya sea si esa música es mía o de otro. Hay algo de la “película en vivo” que es tremendamente disfrutable, y es que es única cada día. Y no lo cambiaría por un concierto en una sala de conciertos en Viena siendo pianista, por ejemplo, por maravilloso y elevado que sea. El teatro es mi lugar en el mundo. Soy un apasionado de la ópera y de los musicales. Mozart, Verdi o Puccini fueron tal vez los Webber, Sondheim o Menken de siglos anteriores. Fueron muy populares y las óperas de ellos y otros se representaban en el mundo, y en eso se asemejan mucho, por eso creo en la continuidad que dieron los musicales al mundo de la ópera. En definitiva, son todos teatro con música, uno escrito en 1865 como Tristán e Isolda, y otro en 1981 como Les Misérables. Si hubiera nacido en el 1800 habría sido compositor de ópera, seguro. Pero hoy la forma popular o masiva de contar historias así son los musicales. Elijo eso. Puccini o Verdi fueron auténticos rock stars en su época. A veces siento que se los pone en un lugar de elevación que por supuesto su arte tiene, pero no su masividad y alcance. Mucho cambia... Pero a través de los siglos se mantiene eso de contar historias a través de una música que refleja lo que sucede, y con gran aceptación popular.
Haber vivido todo esto que dije antes en familia fue y es impagable. Compartimos muchas emocionantes temporadas con papá. Si bien nuestros caminos ahora se abrieron un poco a raíz de su sorpresivo nombramiento, lo veo muy bien. En seguida se dio cuenta de que tenía la posibilidad de llevar adelante un montón de ideas que tenía y tiene. Está muy contento, y hacía mucho que no lo veía tan entusiasmado con algo como con esto. Lo veo relajado en su interior pero atento, imparable e incansable.
Armó un equipo con excelentes personas de su confianza y siento que están focalizados en llevar mucha cultura a todos lados. Disfruto verlo así. Mientras no deje la música, ¡adelante!
*Músico. Director musical y vocal de Jekyll & Hyde.
Hijo del actual ministro de Cultura porteño, Angel Mahler (Angel Jorge Pettit, su nombre real).