ESPECTACULOS
carlos belloso

"Los relatos son un mito donde vernos"

El actor es uno de los protagonistas de Puerta 7, la nueva colaboración entre Netflix y Pol-ka que trata sobre el mundo de los barrabravas, los negociados y la corrupción en el fútbol.

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Roles. Como Lomito en la nueva serie de Netflix. En la obra ¿Qué hacemos con Walter?. En el éxito del cine La odisea de los giles. | grassi / cedoc

No es Boca ni River, sino el Ferroviarios Fútbol Club, cuyos seguidores, fieles a una camiseta roja, blanca y verde, se apodan “fogoneros”. Es una ficción sobre el mundo del fútbol: Puerta 7, la nueva serie de Netflix y tercera de sus coproducciones con capital argentino, después de Edha y de Go! Vive a tu manera. Los ocho capítulos creados por Martín Zimmerman –guionista junto a Patricio Vega– se estrenan el 21 de febrero, son producidos por Pol-ka, con Adrián Suar a la cabeza, y dirigidos por Israel Adrián Caetano.

En el elenco abundan personajes masculinos, a cargo de Esteban Lamothe, Carlos Belloso, Daniel Aráoz, Juan Gil Navarro y Antonio Grimau. El personaje femenino, clave, lo hace Dolores Fonzi, una joven que intenta, incorruptiblemente, limpiar el club. Para más detalles, el propio Belloso, quien encarna a Lomito, líder barrabrava, cuenta:

—¿Cómo es tu personaje?

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—Lomito, antes que nada, es un padre de familia, un hombre que quiere a sus amigos, su hija, su mujer. Cree que es un hombre íntegro y un empresario del rubro deportivo. Son sus malentendidos. En realidad, él tiene una función en el crimen organizado.

—En “Puerta 7” se plantea la oposición entre “ser hincha” y “ser fanático”. ¿Somos capaces de racionalizar?

—Somos máquinas, y nuestro cerebro nos hace pensar que pensamos. El instinto tiene algo matemático, algorítmico. Mi personaje es puro instinto, es un animalito. Los códigos de convivencia lo disfrazan de algo racional, pero en realidad se mueve olfateando el terreno. Lo racional es moverse de una manera políticamente correcta, que genera crimen organizado y que todos los estamentos estén racionalmente cuidados para que todo siga igual. El mundo no está bien. Existen movimientos con respecto al crimen organizado, hay algunas esperanzas: los hooligans en Inglaterra fueron controlados, [aunque] generaron otro tipo de negocios. Acá, la ficción se parece y no se parece a la realidad. Creo que Puerta 7 tiene una mirada transversal, deja el tema abierto a pensarlo.

—¿Cómo explicás el gusto del público por series con violencia hiperrealista?

—Eso es una tradición del entretenimiento. Cuando yo tenía 10 o 12 años me vi todas las spaghetti en cine, donde la violencia era tremenda. Pero estas series tocan la violencia más profundamente. El spaghetti era más de títeres con sangre. Aunque también la tragedia griega es muy violenta… [Estos relatos] tienen que servir como un mito donde vernos, ver lo peligroso y sacar nuestras propias conclusiones.

—Quien llega a regular la seguridad en la cancha de “Puerta 7” es Diana (Dolores Fonzi). ¿Qué pensás de que la seguridad sea manejada por una mujer y que el Ministerio de Seguridad de la Nación haya estado en manos de una mujer (Patricia Bullrich) y ahora vuelva a estarlo (Sabrina Frederic)?

—La idea del guion de poner una mujer en seguridad me parece óptima. Es una doble carga: algo viene a refrenar a los barras y encima es mujer. Hay que cambiar patrones: el patrón de la violencia y el patrón de género. No podría traducir esto en términos de coyuntura. Tuvimos una ministra de Seguridad que… para buscar una palabra… no era del todo eficiente. Esperemos que esta ministra cumpla. Que además sea una mujer, bienvenido sea. El movimiento feminista, los pañuelos verdes y Ni Una Menos son un vector de fuerza que vino para quedarse.

 

El pasado: Vasquito y Malvinas

—¿Qué personajes de tu carrera recordás especialmente?

—El Vasquito [en Campeones de la vida, El Trece, 1999] me dio la posibilidad hermosa de ser popular. ¡Aún hoy hay gente que se acuerda de un programa de hace veinte años! Es muy fuerte. El personaje de Tumberos [Willy, en América, 2002] también me dio mucha popularidad por otro tipo de entrada. Y el de Sos mi vida [El Trece, 2006] con Natalia Oreiro hizo que, cuando fui a pasear a Hungría, en Budapest yo fuera conocido. ¡No lo podía creer! Eso es Natalia Oreiro. Me gustó mucho el personaje de Donatello, en Culpables, con Campanella [El Trece, 2011]. Era un sordomudo, y a partir de él me acerqué a los sordomudos e hipoacúsicos, una comunidad muy particular, que tiene sus códigos, muy cerrada, porque el resto la cierra.

—Has hecho ficciones sobre temas reales de la Argentina (la cárcel, el fútbol). ¿Harías una ficción sobre la guerra de Malvinas?

—No hice ficción [hasta ahora] sobre Malvinas. Soy un veterano no reconocido por el Estado. El conflicto del Atlántico Sur, como me gusta llamarlo, tiene varios frentes. Uno es el litoral marítimo sobre el que no se ha hablado nunca, [aunque] la mayoría de las operaciones de combate fueron allí, si bien en las islas hubo enfrentamientos hasta cuerpo a cuerpo. Mi cruzada es que se conozca la verdad sobre toda la guerra de Malvinas y que se desclasifiquen los archivos. Todas las ficciones se centran en las islas como si la guerra hubiera pasado solo ahí. Si hubiera una ficción sobre este aspecto de la guerra [el litoral marítimo], la haría.

—¿Qué te parece la fusión de una producción global como Netflix con una local como Pol-ka?

—Si bien en el mercado local la intuición sirve para algunas cosas, necesitamos más precisión en ciertas cosas. La fusión es lo rico, porque hay que estar organizado [como en Netflix] y al mismo tiempo hay que tener la intuición para improvisar un poquito [como en Pol-ka]. Nos necesitamos, no solo en lo laboral para los actores (un rubro muy golpeado en estos años) sino también por la necesidad de modernizar las producciones y aspirar a la excelencia.