Después de mucho esperar, Turner decidió que CNN tuviera programación que salga de la Argentina, y para que el lanzamiento fuera acorde con la dimensión de la marca apostó por la vuelta a la pantalla chica del número uno de la radio. Desde que el domingo pasado a las 23 tuvo el debut oficial (ya había tenido una salida especial a fines de 2017 con Mauricio Macri como invitado) de En diálogo con Longobardi, emprende un ciclo de entrevistas a personalidades de la política, alejado del show al que muchas veces apuestan canales y productores. “En radio estoy mucho más suelto. Eso es consecuencia de que el programa tiene muchos años y de que estamos muy seguros con lo que hacemos. Ahora hasta actúo, pero en la tele nunca me animé a eso. Porque tengo menos seguridad y experiencia, y porque mi trabajo en televisión fue siempre más duro y político. Hay gente que hace reportajes con más show. Obviamente Jorge Lanata es el mejor de todos en mezclar eso con rigurosidad periodística, pero yo no soy él. Voy a hacer mano a mano, lo más atractivo posible, dentro de un formato clásico. Eso tiene que ver con el canal y conmigo”, asegura el conductor de Mitre de Cada mañana, emisión líder desde hace 18 años, lapso en el que jamás perdió un mes.
—¿Te gusta ver que tantos programas tengan su cuota de show?
—Soy un consumidor de televisión no habitual. No es que critique a mis amigos como Santiago del Moro, pero yo miro otra cosa. A mí no me gusta, yo busco formatos más clásicos. Igual, creo que hay lugar para todos. En algún punto, me parece que va a haber una vuelta a un periodismo más clásico, a una vuelta de las redes. Finalmente, cuando la gente busque un nivel de información más o menos presentable, va a volver a ver algunas cosas más normales de lo que a veces se ve en las redes.
—¿Qué viene a aportarle al periodismo local la llegada de un jugador como CNN?
—El nivel de rigurosidad con el que se trabaja no lo vi nunca. En términos profesionales y técnicos, es algo que no había visto en treinta años de televisión… Es un aporte significativo, es un canal completamente independiente, un aporte a la competencia. Yo estoy aprendiendo, para mí es un mundo nuevo. Tiene modos de laburar muy diferentes a los habituales en nuestro país y a la vez son muy creativos.
—¿Cómo graficás esa rigurosidad a la que hacés mención?
—Acá no se puede decir nada que no sea estrictamente cierto y probado. Lo que se dice acá es verdad y para decirlo hay que probarlo. Es bastante menos laxo que los formatos con los que estamos acostumbrados a trabajar. Después, hay una rigurosidad técnica que produce cosas tales que un estudio chico como el mío lleve semanas de pruebas o que para grabar una promoción y que una toma sea perfecta estemos seis horas y, una vez que se consigue, se hace de nuevo por las dudas. Todo es así. Los niveles de rigurosidad son extremos. Es una experiencia tan agotadora como interesante.
—Los medios se poblaron de empresarios sin historia en ellos. ¿Cómo vivís lo que está pasando en la industria?
—Algo va a pasar. Va a haber cambios en su titularidad. Algunos van a cerrar, otros se van a tener que adaptar. En la Argentina hubo muchos medios creados al amparo de proyectos políticos, proyectos que empezaron a hacer agua. La Argentina tiene muchos canales de noticias, tal vez por arriba del promedio mundial y, si te ponés a pensar, compañías recontraprofesionales de medios hay tres o cuatro: Clarín, La Nación y Perfil. Mucho más que eso no hay. El resto han sido proyectos deliberadamente políticos, financiados con publicidad oficial y negocios con el poder político o que rozan eso.
—¿Qué te despierta la situación de Cristóbal López?
—El compró una radio para echarme. PERFIL fue quien mejor cubrió todo lo que fue pasando con los medios y dentro de eso, mi situación. Hubo presiones tremendas de los Kirchner hacia Hadad para que me eche. Daniel aguantó mientras pudo, hasta que bajo algún procedimiento lo obligaron a vender. López compró y al poco tiempo me echó. Ese era el propósito del asunto. Así terminó.
—¿Te pasa algo cuando lo ves preso?
—Nada. Lo conocí en el momento que hubo traspaso de accionistas. Ahí charlé dos o tres veces con él, pero no pasó de eso.
—¿Tu juicio contra él avanza?
—No, y no creo que vaya a avanzar. Lamentablemente, creo que esa compañía va a la quiebra. Me duele por la gente que trabaja ahí, pero no le veo viabilidad. Tengo la impresión y el dato de que va a la quiebra. Va a ser dificilísimo, pero a veces las consecuencias son inevitables.
—Este programa se graba en La Corte, lugar desde donde sale “ShowMatch”. ¿Creés que Macri le teme más a Tinelli o a un editorial duro?
—Macri tiene con los periodistas políticos un nivel de diálogo que no recuerdo en democracia, con excepción de Duhalde. Es alguien que tiene contacto con todos y que discute con nosotros a través de un chat, una reunión o del teléfono. No encuentro que sienta temor por los editoriales. El Presidente reacciona ante las críticas como corresponde. Llama, protesta, plantea, te da su punto de vista… Eso me pasó veinte veces desde que asumió. Me parece que está dentro de las reglas. Yo veo a un tipo extremadamente escrupuloso, que tiene todo el derecho de discutir con nosotros. No tengo ni idea de cómo es su relación con Tinelli. Ahí puede haber celos o niveles de competencia por los roles. Tinelli es una estrella de la TV y su rol es distinto. Hay rispideces de otra naturaleza.
—Lanata hace un tiempo dijo que el periodismo argentino lo cuidaba a Macri. ¿Coincidís? ¿Puede tener que ver con la cercanía que comentabas?
—No sé. La cercanía de Macri no es nueva. Es la misma de cuando era jefe de Gobierno, presidente de Boca o vice de Sevel. Yo lo conozco hace 31 años… Puede ser que la cercanía atenúe algunas aristas, también es cierto que la Argentina venía con niveles de tensión inadmisibles entre los medios y el Gobierno, entonces lo de Macri fue en un comienzo una especie de bálsamo. Nosotros en los últimos años de Cristina vivíamos en Mitre con la puerta cerrada, guardias y esperando una intervención. Yo tengo perspectivas críticas con el Gobierno y las planteo, sobre todo en lo económico. No me gusta su sectarismo político, el suyo y el de Peña. También me parece malo el gabinete, en términos generales. Críticas normales. Las que había con Cristina eran distintas, era defenderse de una persecución cuasipolicial. Son mundos incomparables… Tal vez lo que dice Jorge pasó, pero se está atenuando. Por más buena onda que haya, estamos diciendo lo que hay que decir.