Esta realidad comenzó hace 24 años, nada más ni nada menos. Apelando a frases hechas, ha corrido mucha agua bajo el puente, entre nosotros los de antes que ya no somos los mismos y en nuestra querida Argentina que tampoco es la misma. Sin embargo cierto humor, cierta conspiración entre nosotros para hacernos reír mutuamente parece que no cambiado tanto. El humor es un encuentro donde uno propone y otro dispone y entre ambos se genera una complicidad que al cabo de un rato termina siendo un juego entre cómplices porque solo dos compinches pueden compartir un código en común y reírse de las mismas cosas. Bang Bang, la obra, ha atravesado un par de generaciones o más y pese a ello nos sigue haciendo reír a todos. Esta es la magia de lo que Martín Gervasoni y Willie Van Broock lograron con este texto y es lo que hemos intentado respetar. Los tiempos han cambiado y nosotros también, algunos chistes que nos hacían reír antes hoy nos resultan ofensivos y por lo tanto son esos los que hicimos desaparecer de la escena. Pero la esencia se mantiene y se intensifica para hacer de este Bang Bang un espectáculo que disfruta toda la familia porque para nuestra sorpresa vienen al teatro familias enteras con niños y adolescentes que participan activamente de la obra sin que desde el escenario se lo propongamos pero haciéndonos cargo y contestando a sus participaciones. Es una verdadera comunión, es decir una común unión entre nosotros y el público que demuestra cada noche que ya quiere dejar de serlo, como cuando habla con frases de la obra, porque ya la vieron o como cuando se anticipan al actor y contestan cuando nadie les pregunta, y está bien que así sea, porque es en esos momentos que los que estamos en el escenario, propiamente bajo los focos, disfrutamos aún más.
Cuando estrenamos Bang Bang, una de las cosas que nos propusimos fue que no haríamos participar al público de forma deliberada ¿Por qué? Porque nosotros también cuando somos público nos sentimos incómodos si nos fuerzan a participar y a ocupar aunque no sea más que por un momento un rol protagónico que no buscamos. En general cuando no estamos trabajando los actores somos más bien tímidos y no disfrutamos si se meten con nosotros. ¡Oh, sorpresa, cuando en esta versión notamos que la gente se entusiasmaba al extremo participar sin que se lo pidamos! Así es como en un momento dado se forma una hinchada que arenga a los actores, a los personajes más bien, a concluir con la tarea comenzada y siempre obstruida por algún motivo vano. Para dar sólo un ejemplo. Muchas veces pienso que Bang Bang me recuerda al fenómeno que en Estados Unidos fue la película The Rocky Horror Show, salvando distancias y dinero de por medio. Definitivamente me encantaría que pasara eso que sucedía en las funciones, que el público arroje cosas, que se moje, que grite y que se emocione a carcajadas aún más. Otra cosa para resaltar es que todos los que hacemos Bang Bang hoy en escena: Pablo Razuk, Alberto Mañaricuá, Josep Rdriguez, Rafa de Simone, Daniel Hoc, Martina Perret y yo. No buscamos herir a nadie con nuestro humor y se ha logrado con creces. No necesitamos hacer reír ofendiendo a minorías, a mujeres, a hombres o a persona alguna por su condición sexual de raza, de religión o cualquier otra característica personal. Nos divertimos y divertimos jugando al mejor estilo de las viejas películas de Chaplin, Keaton o de Los Tres Chiflados, con gags que bien podrían ser de Balá, Les Luthiers o Marrone.
Si un sábado a la noche anda medio tristón o tristona los invitamos a que se de una vuelta por el Teatro El Tinglado, no sólo estoy seguro de que le va a levantar el ánimo sino que además esa hora de risas que no se detienen lo va a hacer olvidar durante días de la realidad circundante. La risa es sanadora, cura heridas, cura enfermedades, mejora la presión sanguínea y baja el colesterol.
*Director y actor de Bang Bang y somos historia.