ESPECTACULOS
diego ramos

Maratón de un actor multitarea

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El actor, que se luce en su rol en Educando a Nina, finaliza hoy su éxito teatral para niños, Un viaje al País de Nomeacuerdo. | Sergio Piemonte
Diego Ramos dejará de correr entre funciones teatrales y grabaciones. Durante las vacaciones de invierno volvió a encarnar a uno de sus personajes preferidos: Salvador, de María Elena Walsh. Desde el año 2008 viene interpretando temas de la gran cantautora argentina. Baja con Un viaje al País de Nomeacuerdo, con dirección de Juan Bautista Carreras y en el Centro Cultural Konex.
—Te has transformado en un especialista en el teatro infantil.
—Desde que empecé trabajo para los más chicos, hice La Cenicienta y Blancanieves. Es una gran responsabilidad trabajar para ellos. Desde muy niño recuerdo que iba a ver a los titiriteros del San Martín. El que lleva a un pequeño a ver teatro lo marca, le dará apertura mental y será determinante que siga viendo teatro o no. Sin importar si será abogado o médico, más allá de la carrera que siga. Cuando hice La novicia rebelde con el director londinense Jonathan Butterell me dijo: “Pensá que puede haber sentada una persona que nunca antes vio teatro… y también alguien que lo verá por última vez”.
—¿Qué diferencia tuvo este espectáculo con los anteriores: “Descubriendo el País de Nomeacuerdo” (2008) y “Doña Disparate y Bambuco”? (2009)?
—Las versiones de las canciones fueron distintas, pero el espíritu de María Elena Walsh fue siempre el mismo, con sus cuentos, su humor e inteligencia.
—¿Argentina sigue siendo “un país jardín de infantes”?
—Es lindo pensar en la inocencia no pavimentada y por el otro, hay que madurar, siento que nunca maduramos, tal vez estemos en camino. Parece que nos cuesta y seguimos permitiendo hechos que, si fuéramos más adultos, no los permitiríamos.
—¿Cómo hiciste para compartir dos espectáculos en la misma cartelera teatral, interpretando en simultáneo “Casa Valentina”?
— Empezaba muy temprano filmando para televisión Educando a Nina… donde arranco desde las 8 de la mañana hasta la tarde y luego hago funciones. Descanso las horas que debo, como muy bien, no fumo, no tomo alcohol, y voy todos los días al gimnasio, de lunes a sábado. Me gusta y me sirve para mi trabajo. Pero después del teatro me voy a mi casa. No me permito estar cansado. La gente paga una entrada para ver el espectáculo y el momento es para ellos.
—¿Te preocupa el precio de las entradas?
—La gente se va a medir mucho más con los gastos. Hoy cuesta tener plata y tal vez se elegirá y hay muchas opciones de gran calidad.
—¿El estar trabajando en televisión ayuda a convocar espectadores?
—No creo que la televisión influya.
—¿Sintieron el efecto de la crisis en la obra “Casa Valentina”?
—Sí, lo sentimos, aunque con las vacaciones de invierno llegó público desde otras provincias y mejoró. Los lujos y los disfrutes son los que caen primero, desde la peluquería hasta el teatro. Igual creo que la gente necesita darse un gusto.
—¿Y tus crisis económicas?
—Me acomodo. No soy de grandes necesidades.