Apenas segundos de empezada la entrevista con Cristian Castro (38 años, príncipe del Imperio Verónica Castro, hereje –de vez en cuando– de la monarquía materna), suena el celular. Suena Ozzy (sí, ese Ozzy, el que está volviendo con Black Sabbath; demoliendo hoteles, o en este caso, el bar del Caesar Park). Entonces, antes siquiera de hablar de En primera fila, su two-hit combo (CD y DVD, donde entre varios invitados canta mamá) en vivo, editado por Sony, Castro toma por las astas (algo que suena extraño considerando su casi suspirada voz) el famoso chascarrillo: “¿Sabías que Cristian Castro es fanático de Tool?”, o sea, el asombro bastante troglodita de negarle a un hacedor de megahits pop su pasión metalera: “Soy de una generación a la que le entraron muchos mensajes. No me define un solo género. La gente necesita definirse: romántico, o tango, o metal. No quiero causar revuelvo pero me parece normal que me guste una balada clásica, hasta cursi, o el metal. Me fascina lo cursi, el sentimentalismo, todo eso me enloquece. Lo colegial, lo muy inocente”.
“Un día era Bon Jovi y otro era Parchís”, dice Castro, y lanza una lista de iTunes que funciona como M16: agujerea cualquier prejuicio (malo o bueno) que uno pueda tener con el creador de la invencible Azul (otro de los hits que revisita en En primera fila, donde hay también temas nuevos). Castro: “Puedo entender los prejuicios. El mundo pop es bonito, es fácil. Pero no es fácil. Para crear una canción que rompa todo, no hay otra cosa en funcionamiento que una suerte tremenda. A veces no pensás en cosas y suceden muchas otras cosas. Hay que estar al día, ver qué pasa en la radio es importante. Desde ahí vamos construyendo”. Y sigue dando cuenta de que los románticos pueden estar más cerca de otro lugar que de los charts de hits: “Esta todo muy arriba, muy 40 principales, y las pobre baladitas, chau. Vienen los reggaetoneros y matan: Don Omar, los caribeños están teniendo mucha fuerza. Hay que ver cómo quedar bien con lo latino. Pitbull. No sé cómo encajar ahí. Pero no hay que dejar de ser uno mismo, eso seguro”.
“No se reduce a poses, no basta con ser cool: Enrique Iglesias se hace el más cool, pero no alcanza con eso: manda la canción. Lo importante no es hacer un hit, es hacer el hit que se le quede a la gente. Si el hit se te olvida, no fue un hit verdadero, fue de la época, pero si realmente se te quedó, para siempre o más o menos cerca, eso es un hit”.
Cristian anduvo de paseo porteño: cenó con los Illya Kuryaki, grabó con Suar y visitó, junto a mamá Verónica, a Susana: “Mi madre es la mujer de mi vida, con todo lo que eso implica. Y hacía mucho quería cantar con ella.
Obviamente, es más difícil cuando nuestros momentos son públicos, sean buenos o malos, pero soy fanático de ella”. Hace rato que dice que va a sacar su disco de rock (ver recuadro) y que quiere “volver a la novela, me encantaría hacerlo junto a Thalía” pero por ahora “quiero sentarme y pensar en En primera fila, ya que fue un trabajo difícil, que costó mucho: todos los discos son un hermoso esfuerzo. Cuesta pensar un disco, sobre todo porque soy muy exigente conmigo y mi música. Hay que oponerle candados a cada canción para que cierre perfecta, para que todos tengan de dónde agarrarse”. Y define, para cerrar, su autocrítica: “A veces mis interpretaciones quedan sobradas, siento que me quedé con ganas de dar más. A veces veo que hubiera resuelto la canción puntualmente, y lo veo tres meses después de editar el disco. El pop es así”.