Los pasillos de canal 9 están semivacíos ¿Dónde está la gente? Al entrar al estudio 2 donde se emite A la manera de Sofovich, me doy cuenta de que todo el canal se reunió allí: autoridades, productores, colaboradores, técnicos, invitados, maquilladoras y los que ofician de reidores. Gerardo Sofovich domina la escena desde una escritorio donde reportea a Luciana Salazar. Inspira respeto y temor. El paso siguiente es la presencia de Mauricio Macri quien corta la ya legendaria manzana.
Distendido lo sigo a su camarín, bastante austero: parece un camarote de barco enclavado en el patio del canal. Es gentil y nada lo distrae. Simplemente, cada tanto, su colaborador Miguel ante un llamado apenas audible, se acerca y le enciende un cigarrillo. Faltan sólo días para que cumpla siete décadas. Lo festejará en un hotel de Recoleta.
—¿No te cansa a esta altura de tu vida, estar en todo los detalles casi sin delegar, no tenés ganas de llamarte a sosiego?
—No puedo estar sin trabajar, soy un workaholic . Hago televisión y teatro. Esta pasión es lo que me mantiene. Descansar no está entre mis proyectos. ¡Me miro en el espejo al afeitarme y no puedo creer que cumpla 70!
— En tu caso, Mirtha, China, los años cumplidos parecen pocos con respecto a otras personas de su edad…
—¡Espero que sean pocos! Me siento como de 40. Por eso sigo y seguiré reciclándome.
—Podríamos hacer un repaso de estas siete décadas…
—Empecemos. Creo que la primera es fundamental, la que te marca. Fue muy feliz. Mis viejos, Manuel y Regina formaban un matrimonio con una relación maravillosa. A mi hermano Huguito le llevaba dos años y nueve meses. En el final de su vida, cuando estuvimos tan juntos, hablamos bastante de esta etapa, y reconocimos que nunca vimos una pelea ni escuchamos un grito en nuestra casa.
—¿Tus padres eran argentinos?
—Mi viejo sí, y gran periodista y autor teatral. Tenía obras propias y otras con gente notable como Discépolo y Roberto Tálice. Fue redactor de Crítica, el diario más importante de aquel entonces. Mamá, ama de casa, acompañaba a mi viejo las veinticuatro horas del día. Ella nació accidentalmente en Constantinopla, Turquía: mi abuelo heredó de su padre una joyería en Atenas, pero no le gustaba. A los 18 años, ya casado con mi abuela, de 16, vendió todo y partió a recorrer el mundo. Tuvo hijos en Francia e Italia. Luego recaló en Argentina y en Salta nació mi tía menor. Cuando murió mi abuela se fue a Brasil, pero mi madre se quedó porque ya se había casado con mi viejo.
—¿Fuiste un pibe de barrio?
—Totalmente, vivíamos en un chalecito en la calle Sinclair, cuando se cortaba en el terraplén, a dos cuadras de Libertador. Luego pasamos a Charcas al 1600 donde compartí habitación con Hugo hasta los 28 años, en que me casé con Carmen (Morales). Terminado el bachillerato, estudié arquitectura, pero cuando me faltaban sólo seis materias murió mi viejo. Él nos había dado educación y no nos había hecho faltar nada, pero como buen bohemio nos dejó solamente su sueldo de editorialista. Mi madre también tenía formación: por su papá trashumante hablaba fluidamente diez idiomas, y yo manejo cinco. En ese momento tuve que trabajar en serio. Fui cronista volante de deportes, redactor de Noticias Graficas. Me metí también en publicidad. Redactaba avisos de televisión para una agencia e iba a los canales. Fue a finales de 1960.
—Tenés 47 años de carrera.
—Sí. Fue entonces cuando tuve mi primer programa, Vacaciones en Mar del Plata. Conocí a Alberto Olmedo; la empresa donde yo trabaja era auspiciante de Piluso. Y hago Balamicina, con Carlos Balá, que tiene 45 puntos de rating y Operación Ja Ja.
—¿Directo entraste al género del humor?
—Desde antes, a los 18 años Landrú aceptó mis dibujos para Tía Vicenta. Y en Noticias Gráficas hacía otros con humor mudo, que para mí es lo mejor en comicidad gráfica. Fue todo muy vertiginoso. En 1965 recibí el primer Martin Fierro y me casé con Carmen (Morales). Con mi hermano Hugo tuvimos éxitos increíbles como Operación Ja Ja, Vivir es una comedia con la que ganamos la medalla de oro de Argentores, Polémica en el bar, Domingos de mi ciudad, y El botón.
—¿Los canales te contraban a los mejores cómicos?
—En realidad, empezaron a tener repercusión conmigo. Éramos una pandilla de pendejos. Olmedo me vino a ver porque andaba mal Piluso, lo mismo pasó con Altavista y Porcel, cuyos últimos programas no habían tenido éxito. El único veterano era Fidel Pintos que era un grande, pero atravesaba un duro momento económico.
— Me acuerdo cuando retornó Perón en el 1973 y mencionó en un discurso a Fidel Pintos por su sanata.
—¡Fidel no lo podía creer!. Nos cargaba a todos haciéndose el importante. Con él tuve una amistad maravillosa.
— ¿Tuviste problemas con gobiernos militares?
— Siempre hice el humor que quería. Con Onganía no se podía mencionar a Perón. Le dije a Minguito que su personaje era peronista y boquense y al final de un programa debía gritar “¡Viva Perón!”. Juan Carlos no quería porque estaba prohibido y además, era radical. Pero le exigí respetar el libreto.
—Se decía que dejabas que los actores improvisaran.
—Eso es mentira. Siempre hubo un libreto que se debía cumplir. Si decían algo gracioso de su cosecha en los ensayos, los dejaba. Esas fueron habladurías para joderme. Si vas a Argentores y ves los libretos de mis diez películas vas a ver que el libro se respetó siempre al máximo.
—¿La pelea que tuviste con tu hermano Hugo fue por un problema entre las dos cuñadas?
—Otra leyenda. La discusión estalló en casa de Susana Giménez mientras jugábamos al rummy, pero el conflicto venía desde antes. Estábamos muy pegados, trabajábamos demasiado juntos. En general, los hermanos se casan, se alejan y se visitan algunos días a la semana. Nosotros estábamos todo el día juntos y eso trajo roces. Pero pudimos reconciliarnos en los últimos años de vida de Hugo.
—Pasando a otra etapa. Fue extraño que pudieras sobrevivir artísticamente a ciertas críticas feroces que te hicieron cuando dirigiste Canal 7, durante la gestión menemista.
—No estoy arrepentido porque el rating me acompañó. Llevé a trabajar a figuras del prestigio de María Herminia Avellaneda, Nacha Guevara, Oscar Barney Fynn…Y a periodistas importantes, como Fabián Polosecki. Pero más allá de las campañas en contra que soporté, el público siempre me acompañó. También me apoyó cuando empecé a participar de programas como conductor: fue en Canal 11 con Héctor Ricardo García. Era un ciclo periodístico junto a Jorge Conti y donde llegamos a enfrentar a un sindicalista de derecha como Rucci con otro de izquierda como Agustín Tosco.
—¿Cómo te fuiste adaptando cuando desaparecieron los grandes cómicos y vedettes?
—Buscando otros. Por ejemplo, en La peluquería le di oportunidad a Pachu, Pablo y Freddy. Se quisieron independizar...¿y dónde están ahora? Al año siguiente estuvo Toti Celiberti y ocurrió lo mismo. Es que hubo solamente tres grandes de verdad, Olmedo, Porcel y Altavista, que nunca compitieron entre sí. Lo mismo pasa con las vedettes. Trabajé con todas de Nélida Roca para acá… Ahora a cualquier chica que empieza, los medios le dicen vedette y no es así. La actual es Florencia de la V.
—El público llena tus teatros pero con los críticos no te llevás bien.
—¡Porque me llamo Sofovich! El champagne las pone mimosas la estrené en 1983 en Mar del Plata. Tuvo un éxito pocas veces visto durante mucho tiempo. Años después, cuando veo que aquí se reestrenan con gran pompa obras de autores extranjeros como Neil Simon o Ray Cooney; y Carlos Rottemberg me propone hacer algo en Multiteatro decido volver con El Champagne… Fue en julio del 2005 y seguimos llenando hasta hoy. Pero los dos grandes matutinos no lo comentan, lo ignoran. Acabo de reabrir el Tabarís y no escriben ni una línea.
—¿Te trae resentimientos?
—Ya no. Estoy acostumbrado. Pero no creas que todo fue bueno: tuve pérdidas sentimentales, enemigos; amigos que me traicionaron y siguen vivitos y coleando. Igual el balance es muy positivo.
—¿Cómo te preparás para la próxima década?
—Esta etapa tiene para mí (sonríe) el titulo de una película española: Amanece que no es poco. Intentaré seguir manteniendo los logros que alcancé…hasta que no amanezca.
La tele de ayer, de hoy....
—En la televisión actual hay pocas ideas y mucha improvisación. Se compran formatos extranjeros. En otras épocas tenía trato directo con los dueños o concesionarios. Había una amistad, un diálogo lindo, un día te daban una palmadita en el hombro y al otro te puteabas. Suelo decir que la televisión es mi casa y cada uno de los canales uno de los ambientes: si quiero fumar un puro voy a la biblioteca, si tengo hambre voy al comedor , si tengo ganas de echarme una siesta voy al dormitorio que es otro canal. He visto pasar dueños, empresas, intervenciones estatales, pasajes otra vez a grupos privados. Ahora todo es mas confuso: tenés un canal, Telefé., que pertenece a una multinacional; otro, el 13, a un grupo económico poderosísimo que también tiene intereses multinacionales, en América a siete socios que no corren para el mismo lado, y en el 9, donde acabo de comenzar A la manera de… y Sin límite SMS, un importante empresario que vive en México y tiene varios canales en Latinoamérica. Yo firmé contrato con Daniel Hadad, que es tío de mi nieto Nacho y con el que me une una gran amistad. Por una estrategia que respeto y comprendo, vendió al empresario Ángel González, a quien espero conocer.
– Gran Hermano no me gusta mucho, no me alarma pero me preocupa. Demasiado morbo y voyeurismo. Qué se esté esperando que se concrete una relación homosexual o hetereosexual entre los participantes y se hagan fiestas donde se incite a tomar alcohol, no me parece edificante. Rescato si, el profesionalismo de Jorge Rial en las galas.
* Periodista de Radio 10, panelista de Bendita TV, jurado de ShowMach.