El bailarín y coreógrafo norteamericano Bob Fosse (1927-1987), creador de un inconfundible estilo de danza urbana, escénica, vinculada al jazz y a la experimentación, revive en el Teatro Astral, a través de El gran final, a cargo del bailarín y coreógrafo local Gustavo Wons, con guión y codirección de Julio Panno. Se trata de un repaso por la vida del artista multifacético que, como director de cine, llegó a ganarle a El Padrino el Oscar a mejor película, con su Cabaret, de 1972. El gran final cuenta con invitadas especiales para cada función, como Valeria Lynch, entre otras divas, con las que Wons mantiene afectuosas relaciones profesionales, las que revela en esta entrevista.
—¿Cuál es la importancia artística de Bob Fosse y cómo ha impactado en tu carrera?
—Creó un estilo nuevo de coreografía, basado en su falta de condiciones para la danza tradicional. Es un estilo casi achuecado, sin las líneas tradicionales, con mucha sensualidad. Lo descubrí cuando yo era chico y vi Cabaret, una película que, con su estética innovadora capaz de contar las tragedias más dolorosas atractivamente, me marcó mucho. Fue un revolucionario de la danza y del teatro y cambió la manera de hacer musicales. Fue la persona que más me marcó en mi carrera. He tomado clases y seminarios de su técnica, incluso con Gwen Verdon, su ex mujer y una de sus principales bailarinas.
—¿Cómo es hacer coreografías para divas?
—Esa es mi especialidad: mujeres complicadas. Encontré mi misión en la vida. Con cada una, empleo una técnica diferente. Todas son distintas. Mi maestra, además de mi compañera de trabajo, es Nacha [Guevara]. No tiene filtro para decir ciertas cosas, pero es una persona tierna, relajada. Es muy disciplinada Como jurado [del “Bailando”], me gusta su punto de vista porque habla desde el lugar del artista; en el jurado hay periodistas y actrices, pero [sólo] ella conoce el musical y la danza. Por su parte, Solita es lo que ves: muy relajada y, además, una actriz de la hostia. Valeria [Lynch] es capaz de venir a tu camarín a charlar porque está aburrida. Tiene una humildad… me consulta sobre qué va a cantar, qué vestido va a usar y ensaya: es una súper profesional. A Solita, alguna vez la vi enojona; a Valeria, no. Con Nacha tuve mis encontronazos y la he visto en situaciones de elenco complicadas, por su tolerancia menos diez. Dice: “No, hermano, esto es así”, pum. Yo me he bancado gritos y maltrato de gente que no sabe nada, pero si es alguien que sabe tanto como ella, es distinto cómo uno se toma las cosas. Y con Susana [Giménez], tenés que aprovechar los dos o tres minutos en que está concentrada y te presta atención. Susana es muy distraída. Es como un trato infantil [con ella]. Pero, con todas, como estas mujeres están muy acostumbradas al cholulismo y a que la gente las adule, al tratarlas [yo] como par, eso les llama la atención.