A raíz del lanzamiento del disco 10 Songs, Fran Healy, líder de Travis, la banda de rock escocesa –inglesa y global, también–, reflexiona sobre el arte de hacer canciones. Sing es una de aquellas que catapultaron al éxito al cuarteto integrado por Healy, junto a Andy Dunlop, Dougie Payne y Neil Primrose. Pero además de las dos décadas de sucesos, que comenzaron en 1990, también gozan de la repercusión inmediata, como ya sucede con algunos de los temas de la nueva producción: A Ghost y The Only Thing.
—¿Qué reúne a “10 Songs”, título que no anticipa un hilo en común para los temas que lo integran?
—Las canciones son como un collar de perlas, donde el hilo que las mantiene juntas repite lo que trato de poner cuando escribo: ellas expresan sentimientos. Todos los seres humanos son sencillos; todos sentimos lo mismo con respecto a los otros. Aunque tenemos vidas escasamente emocionales, nuestra mente intenta traducir estos sentimientos en palabras. Creo que eso es lo que sucede en mis canciones. En ellas, dejo aflorar los sentimientos, al igual que se acurrucan los animales. Si nos aquietamos y permanecemos en silencio, podemos lograr una vida emocional, y las emociones se van a hacer visibles. Eso hago tanto en mis canciones como en mi vida privada.
—¿Qué efectos concretos imaginás que tu música puede tener en los demás?
—Cuando alguien escucha lo que escribí, puede entender mis sentimientos (mi cerebro no está en buen estado). Una canción puede explicar la quietud de la vida; hay en ella una voz que suena con una mezcla de sonidos y tempos musicales. También hay aspectos complejos, como los sueños, la soledad, la tristeza y el desamparo. Con esto, todos podemos conectar porque todos rezamos de la misma forma, todos amamos, nos enamoramos, nos enojamos, estamos tristes, estamos felices. Son las mismas emociones, como cuando un perro mueve la cola o salta: es todo muy, pero muy sencillo.
—En el video de “A Ghost”, incluso allí, hecho con animación de dibujos, aparecés con el mameluco rojo que se te ve usar a menudo. ¿Cómo surgió ese atuendo, que el resto de la banda no usa?
—Por lo general, uso jeans y camisa. Durante veinte años, me sentí muy restringido sobre el escenario. Hace un año y medio, dimos un concierto en Yakarta y usé mameluco. Así empecé a usarlo en los shows. Los jeans me ajustaban mucho y decidí mandarlos a la mierda y no volver a usarlos desde ese momento. La primera vez que me vieron puesto el mameluco, recibí comentarios de que resultaban genial. El rojo, que es mi color favorito, lo compré en Westside, todavía me sigue gustando y me permite tener libres las pelotas. También lo usé en la ciudad de México, durante el Corona Capital Festival, y descubrí que con él me resulta fácil desplazarme por el escenario, mientras el público puede verme con mi atuendo rojo. Y ahora, para este disco, quise hacer una promoción fuerte y mantuve la imagen: cada vez que veas a una persona vestida de rojo, vas a saber a quién pertenece el disco. Es así de simple.
—La banda está asociada, al menos en sus inicios, a Glasgow, Escocia. ¿Dónde hace base en la actualidad?
—Es una muy buena pregunta. Nuestro lugar de referencia es nuestra ciudad natal Glasgow. Todo lo que somos, cómo nos comportamos, todo lo que hacemos, las canciones que escribo… es el reflejo del pueblo escocés. Somos parte del pueblo escocés, para el cual la sencillez es lo más importante, junto a la inteligencia y el coraje. Nuestra sencillez no debe ser malinterpretada como idiotez; somos sencillos como el cálculo de una raíz cuadrada. Ahora bien, yo viajo alrededor del mundo y vivo en Los Angeles. En 1996 me fui de Glasgow con la banda. Nos mudamos a Londres para seguir nuestros sueños. Desde entonces, los chicos viven en diferentes lugares. Dougie Payne, el bajista, vive en Glasgow, la ciudad base; Andy, con su guitarra, vive en Liverpool y Neil, el baterista, en Lancaster. Yo, en Los Angeles. Antes, viví diez años en Berlín, también, en New York. Me gusta viajar. Creo que viajar te mejora la cabeza y además podés conocer el mundo. Mi viaje se detuvo en Los Ángeles, y creo que aquí será el lugar de trabajo por los próximos diez años.
—¿Qué te genera que el público pida y celebre cada vez que tocan “Sing”, y cuál es el origen de esa canción?
—Es una canción muy buena, bella y muy fácil para cantar: no tengo que forzar mi voz para alcanzar las notas. Guiar a la multitud durante la canción y ver que todo el mundo la susurra es maravilloso. Es fantástico formar parte de esa enorme masa de gente que la canta. Sobre el origen de la canción, una noche estaba mirando en la televisión un programa en el que se referían al sonido que producen las hamacas. Algo me hizo click, recordé cuando era niño y jugaba en la hamaca de la plaza, con ese sentimiento de alegría, de felicidad: comencé a cantar la canción mientras repetía “swing, swing, swing”. Escribí la canción y, al día siguiente, cuando fui al estudio a grabar, mientras lo hacía, cambié por la palabra “sing”, y así es como comenzó la historia.
—Travis tiene prevista una gira por Gran Bretaña a partir del 30 de abril. ¿Cómo la han planeado en función de la pandemia aún en circulación?
—La gira es nuestra meta. Hay tickets y afortunadamente hay vacunas, pero es un momento en el que no hay seguridad. Nosotros, como otras bandas, debimos cancelar conciertos en 2020 y esto es muy duro. Ni nosotros ni ninguna expresión artística tuvimos el apoyo de nadie. Mantengo la esperanza de volver a girar.
—¿Qué deseo y qué expresión te surge a la hora de pensar en el 2021?
—Nunca me importaron mucho estas cosas, pero estoy esperaba este final. Fue un año difícil, especialmente para trabajar; cada integrante del grupo grabó por separado; trabajé el ensamble de todas las partes, para lograr que formaran un todo. Fue un trabajo titánico, entre siete y diez veces mayor al habitual. Todo el trabajo recaía en mí porque soy el único en la banda que organiza todo. Estoy exhausto. Fue un año duro para todas las personas. Uno de mis amigos perdió al padre por el COVID; mi otro amigo, a la madre hace seis meses, en una de las primeras muertes por COVID. Yo no perdí a nadie, pero miro los números de fallecidos, las personas que perdieron su trabajo, las que enfrentaron las fiestas sin dinero, sin siquiera poder pagar el alquiler. Intento, todos los días, endurecer mis oídos ante las noticias, pero no lo logro. Estoy deseando que termine todo esto.
Tradiciones: Beatles y vinilo
—¿Qué presencia tiene para ustedes la tradición de The Beatles, también cuarteto masculino, de rock y con fuerte asiento en Gran Bretaña?
—Es literatura. De niños, comenzamos a leer los cuentos de hadas, como los de Hans Christian Andersen. Los adultos inducen a los niños a leerlas, aunque no son literatura comparable a John Le Carré, Shakespeare o el autor contemporáneo más importante. Los Beatles son para mí el equivalente de estas historias. A todos los integrantes de todas las bandas, nuevas o viejas, nos introdujeron en las canciones de The Beatles. Ellos son los Hans Christian Andersen de la música. Hay otras historias impactantes, pero ellos nunca van a ser eclipsados por nadie.
—Has trabajado con Paul McCartney. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Fue fantástica. Fue hace diez años y todavía estoy en contacto con Paul. Es un grande. Grabé una canción con él, As iI Comes: es el mejor intérprete que puede tocar una canción. Le escribí un e-mail y le envíe una canción, pero durante muchos años no me respondió. Un día, de repente, recibo un e-mail donde me dice: “Soy yo, Fran”. En su estudio de grabación, tocó tres bases, me las envió, y las puse en mi canción.
—El nuevo disco de Travis también circula en vinilo. ¿Qué valor le das a este formato?
—En él, nuestro álbum es una obra de arte, por la tapa, la fotografía y un lugar para que el comprador escriba algo. Escribir es muy
importante. El disco es como un libro con hojas. Los puristas de la música lo van a saber apreciar. El vinilo es el mejor formato para escuchar música.