A ocho años de El puntero –unitario con el que Julio Chávez logró la alquimia perfecta entre prestigio y popularidad–, el actor regresa a la televisión (después de El maestro) con otro personaje militante: Miguel “el Tigre” Verón, un poderoso sindicalista de la carne, con su propio negocio legal, aunque su talón de Aquiles y vulnerabilidad será su familia. “Me entrevisté con un sindicalista de un frigorífico de carne de cerdo, y me di cuenta de que creía saber del sindicalismo por lo que contaba el periodismo y no por los propios sindicalistas”, responde el actor a Perfil.
La miniserie, coproducida por Pol-ka, Cablevisión Flow y TNT (Turner), tendrá 12 episodios y se estrenará el miércoles 10 de julio a las 22.45, en El Trece. Al día siguiente estará disponible en Flow, mientras que el sábado 13 podrá verse en TNT (a las 23).
—¿Qué encontraste en el mundo de los sindicalistas?
—Que hay sindicalistas que te reciben con una biblioteca atrás, y otros que te reciben con una foto atrás, y también quienes te reciben con asado o con un arma. Y yo soy un relator de cuentos que construye los personajes, estoy atento, intervengo, por eso cuando busqué la campera para mí era inevitable Ubaldini, y ahí aparecen arquetipos. Yo decidí que no se moviera en autos de alta gama, que metieran el Torino.
—¿Qué parte le buscaste a al Tigre Verón para separarlo del Gitano Perotti?
—El mismo cuerpo ya marca diferencia. Lo sentí en el cuerpo, siento que los centímetros de papada aumentan, los movimientos. Me parece que el Tigre Verón es más aburguesado. Perotti era un animalito que estaba en la selva todavía, su espacio era la villa, y era un personaje más abierto, expuesto, más vulnerable. Al Tigre Verón le gusta mucho el box, es más zorro, menos impulsivo, tiene otra táctica, estrategia, años de liderazgo, y tiene algo que me conmueve en la historia, que es un león que está a punto de jubilarse, y justo algo lo obliga a seguir.
—La vulnerabilidad del Tigre Verón es la familia, ¿cuál es tu talón de Aquiles?
—La posibilidad de producir daño a alguien. Soy muy vulnerable si yo produje una situación de daño. Soy muy asustadizo en relación con eso. Y haber infringido algo de la ley. La carta documento que he recibido me asusta, de lo que me asusto empiezo a transpirar, entro en calor, algo casi animal, una reacción inmediata.
—¿Nunca una alcoholemia positiva?
—No, porque no manejo. Me manejo en taxi. Pero si fuera por eso, ya me habrían incautado todos los coches (risas).
—A esta altura de tu vida, ¿te gusta más actuar o dar clases?
—Siempre he vivido las cosas muy cercanas. Me apasionan, me preocupan, me interesan y se complementan y me alimentan uno al otro. Nunca las pude separar, no quise, y tampoco quiero. Cuando me llaman para un proyecto, advierto que esas horas en las que entreno o ayudo a entrenar a las personas no son negociables; por ejemplo, tres veces por semana cuatro horas, dependiendo del año. Si llega el momento en que me tengo que ir, pase lo que pase me voy. Y lo hice muchas veces. Ya se sabe, ya no me lo piden. Son pequeñas leyes, y cumplo en ese sentido sobre todo los principios de cada uno.
—¿Te pasó alguna vez de decir “me encanta ese actor, me encanta cómo actúa y nunca voy a poder hacer lo que él hace”?
—Sí, claro. Me pasa también con los actores que no me gustan, tampoco voy a poder hacer lo que hacen (risas). Hay un actor que yo adoro que es Erland Josephson, con un nivel de entendimiento, de oficio, increíble, que también lo tiene Max von Sydow. Otro es Jack Nicholson, el tipo que tiene un arrojo, una libertad y una particularidad por ser quien es y también por pertenecer a la tribu que pertenece, porque también son cuestiones culturales, porque Jack Nicholson no se armó solito, ha tenido modelos que le pertenecen, y también Nicholson es un modelo para nosotros. Porque la pregunta es quién inaugura expresiones nuevas. Muy pocos de los que vos digas eso vi en mi vida. Yo al ver a ellos tres digo: qué manera extraordinaria de atravesar un asunto. Cuando Gasalla compone algunos personajes digo: “Esto es dichoso”. La capacidad que tiene de comunicarte la naturaleza humana a través de esos trazos que tiene tan imposibles de la vida, para armarlo, para comunicarlo, para sostenerlo y para repetirlo.
—¿Cómo creés que Shakespeare, Ibsen y Chéjov hubieran representado al sindicalismo?
—Al sindicalismo no sé; a nuestro sindicalismo, con dificultad.
—¿Por qué?
—Porque ellos no están construidos con la cultura del choripán y tampoco comprenderían la cultura de la puteada.
—Están de moda las biopics, ¿hay algún personaje de la realidad que vivió o vive que te gustaría interpretar?
—No. Me gusta mucho verlas por los talentos, y me da la impresión de que estoy viendo a la persona real, como la posibilidad de ver a Einstein. No tengo talento de imitación, y segundo, no me gusta que el hecho real compita con mi construcción. Me gusta ganar, y es muy posible perder ahí.
—¿Con “El Tigre Verón” sentís que ganás?
—No sé si gano, pero no me trae ese problema. Si pierdo es por otro tema. Me llamó Armandito Bo para hacer la película de Elvis Presley (El último Elvis), incluso me trajo todas cosas digitales para que viera cómo me iban a transformar. Hay personas de verdad que tienen el talento de imitar. A mí el objeto real me inhibe, no me inspira para representarlo. También me llamaron para hacer de Arquímedes Puccio en Historia de un clan… Hay gente viva que lo conoció, es como decir, estoy entregado a que se diga “así no fue, así no era”. Porque no tengo la libertad de interpretar. Para eso está el talento de Martín Bossi, que decís “qué hijo de puta, qué bien que lo hace”.
—¿Cuándo fue la última vez que perdiste?
—Una experiencia que claramente perdí fue cuando hice Sweeney Todd con Karina K. Perdí bien perdido.
—¿Te llamaron de Netflix o Amazon?
—Me llamaron de HBO para hacer Entre hombres, pero no voy a estar. Armando Bo me llamó para hacer de Julio Grondona, y dije que no. Además, vive el hijo. Estoy mirando la serie de Monzón, es impresionante el parecido de (Jorge) Román con Monzón, disfruto, lo veo.
Barone: “Chavez no dirige al director”
Daniel Barone cuenta que las escenas de los frigoríficos que se ven en la serie son reales, pertenecen a la empresa de supermercados Coto en la localidad de Virrey del Pino, y debieron grabar con equipos reducidos, botas y camperas térmicas. “Fue un proyecto exigente de acción, mucha noche, en el que trabajaron más de sesenta técnicos, elenco grande”, revela Barone.
“Con Julio trabajamos juntos desde Epitafios 2 en 2008”, recuerda el director de El Tigre Verón, que dirigió al actor en El puntero, Signos, El maestro, y en las obras Red y Un rato con él. “Desde el inicio nunca pensamos ni hablamos de una relación con El puntero. No hubo ni una intención de zafar de El puntero cuando iniciamos el proceso creativo”, afirma Barone. “Este Julio (Chávez), muy potente expresivamente, muy contento con el elenco, con una convivencia increíble, tiene mucha confianza en mí y en él, y disfruto de su relación con Caponi, Sofía Gala y Andrea Pietra. Encontré un Julio con mucho riesgo, reflexivo, explosivo cuando tenía que serlo. Muy entregado a las formas”.
—¿Es difícil dirigir a Chávez?
—El es especial. Uno se prepara de otra manera. Es disfrutable. Cuando trabajo con él, desde dos meses antes agarramos los guiones y recorremos lo máximo que podemos recorrer. Llegamos a convenios de cada punto de vista. No lo hago con otros actores, que no trabajan así, que no les importa o que no lo necesitan. Cuando lo conocí, siempre supe quién era, siempre lo admiré, lo respeté. Cada vez que iba a preparar un proyecto estaba más tenso. Es un tipo con el que no es problema que sea director de teatro o maestro de teatro; aporta, no es que dirige al director, lejos está de su intención y su actitud. Es un tipo que no demora los rodajes, es certero en la pasada.