ESPECTACULOS
Tim Roth

“No veo las películas en las que actúo”

El actor que hizo historia en Perros de la calle visitó nuestro país para la Semana del Festival de Cannes. En diálogo con PERFIL, asegura que hoy el entretenimiento depende de la clase trabajadora y que el próximo film de Tarantino podría ser la sorpresa que necesita el cine.

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Directo. El actor asegura que el cine independiente está pasando por un mal momento, y que no debe analizarse a la industria por el éxito de Disney/Marvel. | Grassi

Me parece gracioso que Trump haya estado aquí. Vi la escena donde pasa caminando en el G20 y me reí mucho”, dice, mientras realmente se ríe, Tim Roth. El cine lo conoció para siempre cuando era Mr. Orange, el policía encubierto de Perros de la calle (1992). Roth vino a Buenos Aires para la 10ª Semana de Cine del Festival de Cannes en Argentina, la parte pública de un evento de mercado como Ventana Sur (y su muy valioso Animation! y Blood Window). Roth es desde hace tres décadas uno de los rostros más salvajes de Hollywood, que ha sabido ser leyenda así como interpretar a Joseph Blatter en una película estrenada justo antes de las acusaciones de corrupción en la FIFA. Pero él sabe que se trata, antes que nada, de un trabajo. Roth le dijo a PERFIL, uno de los pocos medios con los que habló en su paso por la Ciudad: “Sin dudas, Alan Clarke y Quentin Tarantino cambiaron mi vida. El primer director me dio mi primer trabajo. Cambió mi vida para siempre. Me hizo saber quién sería eventualmente y qué amaría del cine. Después llegó Quentin, luego de diez años en Europa, y desde ahí nada fue igual”.

—Hace algunos años, antes de que Trump ganara y cuando el Brexit no había sido votado a favor, hablabas de que eso era la consecuencia de que se había ignorado a la clase trabajadora. ¿Creés que el entretenimiento también incurrió en algo así y ayudó a ese escenario?

—Creo que en cierta manera eso se dio vuelta, sobre todo en el aspecto que me lo preguntás. Es lo contrario, sí. El ascenso del entretenimiento en plataformas de streaming ha generado una popularización que necesita sí o sí de la clase trabajadora, al menos como consumidores. El hecho de que puedas tener la elección de ver una serie en un teléfono o en tu computadora ha generado una nueva llegada a un público. Ahora, si hablamos del precio de esa llegada, hablamos de otra cosa por completo. Pero eso va a cambiar. Tiene que cambiar. Hablaba de esto con el director de Cannes, Thierry Fremaux. Todo está más a mano, más disponible; las series han cambiado radicalmente el panorama y el cine tiene que ponerse al día. Más allá de esa cuestión de precio que te comenté, creo que los contenidos están más disponibles que nunca para la clase trabajadora.

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—¿Creés que el cine ha sabido hablar con ese mundo de Trump y el Brexit, y otras derechas ganando en el mundo, o ha decidido abrazar como nunca la idea de ser “entretenimiento” y nada más?

—Depende de qué estés mirando. Eso que decís pasa si estás mirando hacia el rincón del gran negocio, de Marvel. Pero si mirás al cine independiente, que está apenas sobreviviendo, ves cosas muy distintas. Por ejemplo, las cosas que hace un director como Ken Loach, que hablan de la condición humana. Es raro, porque hay una situación que genera lo que celebraba anteriormente, que es el aislamiento: la gente se queda en el living de su casa viendo películas o series. Se pierde la experiencia comunal. La idea de ir a un cine a ver la obra de alguien flaquea, y hay algo extraño en eso. Por ende, siento que sí ha sabido el cine hablar con ese mundo, pero a veces lo dudo bastante.

—¿Se puede ver en ambas formas de cine rastros de esto que sucedió políticamente en el mundo?

—Sí, claro. Las artes siempre son un espejo. Siempre. Siempre hay que pelear. Lo hicimos contra Thatcher en aquellos días, y también con Blair y Bush. Creo que eso va a suceder finalmente. El Brexit, por ejemplo, se hace algo muy confuso, sobre todo a la distancia. Pero se siente que hay más de concurso de personalidad, de talentos, que de política real. Trump es lo mismo. Y claro, se suma el componente cruel y explotado del racismo.

—Incluso antes de que ganara, sin saber qué iba a suceder, dejaste en claro que no había que perdonar a Donald Trump por nada de lo que había dicho en campaña. Ahora que ya tiene años en el poder, ¿cuál es tu reacción?

—Ha logrado de forma silenciosa cargar la Corte Suprema de jueces de derecha. Por suerte, ya veremos su declaración de impuestos, y eso será interesante. Creo que estamos viendo al sistema democrático y sus instituciones en Estados Unidos resquebrajándose, cayéndose a pedazos. Tenemos un partido que lo está haciendo y otro que es débil en este momento.

—Después de “Perros de la calle”, de Soderbergh, de series, de la película de la FIFA, ¿cómo te sentís como actor en este momento particular de tu vida?

—No creo que haya aprendido nada. Y fue intencional.

—¿Por qué?

—Uno desarrolla su oficio, trabaja en lo que tiene para dar y lo que no tiene para dar, esperás crecer. Siempre supe que leer libros de actuación no me iba a ayudar para nada. Nada te ayuda como trabajar. Siempre pensé que iba a estar fuera del juego a esta altura. Completamente borrado. Siempre pensaba qué podía hacer después de ser actor. Pero no había nada. Siempre me siguieron ofreciendo trabajo. Algunos generaron cosas negativas, como el de Blatter, pero un trabajo es un trabajo.

—Siempre cuidaste tu intimidad, mucho, ¿cómo vivís entonces la cultura de las celebrities?

—No la vivo. No tengo ningún tipo de conexión con el mundo en ese sentido. No leo las entrevistas que doy, no veo las películas en las que actúo. No veo casi la televisión. Veo películas viejas en la cocina con mi mujer. No le he prestado atención a esa forma de cultura. Me he convertido en esa persona que nunca pensé que sería: alguien que debe preguntar sobre quién están hablando sus hijos. Y aparentemente es gente famosa.

—Películas en la cocina…¿cuál es entonces tu relación con el cine hoy?

—Francamente, el único rato que paso en un cine por estos días es en una sala en un festival de cine. Es extraño, porque vivo en California y no debería ser así. Paso más tiempo en los festivales que en mi vida cotidiana viendo películas. Aparte, cuando no estoy trabajando en películas, lo último que quiero hacer es ver una película.

—¿Qué es lo que querés hacer cuando no estás filmando?

—Estirar las piernas sobre la mesa de la cocina. Mi casa son mis vacaciones.

Abusos y ecos

—Hablaste en público de los abusos familiares que sufrieron tu padre y vos. Desde ese lugar, de animarse a hablar y considerando las diferencias, ¿cómo viviste lo sucedido con nombres como Harvey Weinstein, considerando su historia con films donde trabajaste?

—No creo que sea la conversación que yo debería tener en este momento. He hablado sobre mi situación, y dejé en claro las cosas. Entiendo el valor que se requiere y que implica, pero son distintas condiciones. Creo en la legitimidad de lo que han hecho las actrices y actores denunciando. Merece mi apoyo total. Me interesa mucho ver qué va a suceder aquí en Argentina, para ver cómo aquello que comenzó allá ayuda en sus formas a otros rincones del mundo.

—¿Qué es lo que amás de las películas?

—Estar en ellas. OK, suena gracioso. Pero amo estar en ellas, estar filmando, sentirme parte de la historia, de algo. Pero también sobre todo ese estar ahí, con la gente de sonido, de diseño, en los sets trabajando.

—¿Hay algo que el cine pueda generar como arte que creés, en base a tu experiencia, que no está en otras artes?

—El cine es la única arte que conozco realmente. Entonces, no podría decirlo.

 —¿Creés que hay lugar tanto tiempo después para que una película genere el impacto de Perros de la calle en su momento o las formas del cine ya han cambiado radicalmente?

—Siempre hay lugar para una sorpresa así. Siempre hay algo que está viniendo. Quentin acaba de terminar su última película. Quizás esa sea la película de la que hablamos. O cualquier otra persona, y cambie algunas cosas que creíamos demasiado estáticas. En el cine siempre hay espacio para ese potencial, para que devenga salvaje y maravilloso otra vez. Cuando pensás que ya está liquidado, siempre te sorprende.