El cielo estaba encapotado, pero los rayos del sol se filtraban, haciendo que el piso de la Plaza Villa Real resplandeciera, como si esa tarde fuese algo más que cemento. En el fondo de la escena, al igual que tantas otras veces, tocaba Ojos Locos, la banda local. Hacía su música mientras una multitud se agitaba al ritmo de los acordes crudos y sensibles de eso que suele llamarse rock barrial, una fusión entre instrumentos y ciertos rasgos típicos que la cuidad pierde poco a poco. A pesar de que la convocatoria fue de boca en boca, la gente llenó el playón de cemento: más de 300 personas, en su mayoría chicos y chicas.
Muchos de los jóvenes que hace dos sábados saltaban en esa plaza, con remeras, mochilas, banderas y cantitos que pedían justicia y prometían no olvidar; muchos de ellos también estuvieron en el boliche de Once que se incendió en diciembre de 2004 y aún hoy sigue ardiendo. Otros, dejaron su vida en República Cromañón y ahora son un recuerdo trágico en una sociedad de pobres respuestas. Pero en este caso, el recital es al aire libre, no hay puertas cerradas y la única amenaza que viene de arriba, del techo o del cielo, es el agua, unas gotas refrescantes en esa tarde de calor. Porque las nubes grises de ninguna manera son tóxicas como el humo negro del plástico quemado. Ojos Locos, la otra banda sobreviviente de Cromañón, los invitados de Callejeros en ese boliche mortal de nombre prehistórico, no se cansa de tocar para su gente. Sólo deja el escenario cuando la gotas se hacen lluvia.
Dos historias. “Esto lo estamos haciendo como podemos. Por eso queremos agradecer a nuestros amigos y familiares, y a ustedes, que son los que nos dan fuerzas.” El que habla es Martín, cantante y autor de casi todas las letras de Ojos Locos. Sus canciones recorren el decálogo del rock y el barrio; muestran tantas influencias como la impronta de un estilo propio. Martín estuvo 18 días internado. Perdió el conocimiento en el boliche y despertó en el hospital. Su diálogo con el público en la Plaza Villa Real continúa: “Esto es por todos los que no están y que nosotros llevamos adentro. Los políticos, los jueces y los periodistas van a pasar; al final van a ser ustedes quienes los sigan recordando. Esto es para ellos”. Más tarde empezará a sonar No la vas a creer más, un tema compuesto a partir de Cromañón.
En el boliche murió el padre del Pájaro Fernández, guitarrista del grupo, y también perdieron la vida una docena de amigos que los acompañaron en esa noche tan importante para ellos. Una banda chica tocando con la banda del momento, qué más podían pedir.
Ojos Locos siempre tuvo un perfil bajo. Antes de la tragedia y más aún tras lo sucedido hace dos años el 30 de diciembre. En todo ese tiempo sólo aceptaron hablar del tema con dos sitios de Internet. Una y otra vez buscaron evitar una exposición tan alta como la que tuvo la banda que los invitó a tocar como teloneros en el local de Omar Chabán.
Hoy, Callejeros está imputado por estrago doloso. Los dos principales motivos son haber dejado entrar más gente de la permitida en un boliche clase C e incentivar el uso de la pirotecnia. Los Ojos Locos no están imputados ni fueron llamados como testigos en la causa. Algunos miembros de la banda hicieron una breve declaración ante la Policía a los pocos días de Cromañón, porque a ellos también les habían secuestrado instrumentos.
El nexo entre unos y otros fue el saxofonista del grupo liderado por Patricio “Pato” Fontanet, Juancho Carbone, amigo de los de Villa Real y eterno invitado a sus recitales. De hecho, Carbone toca tres temas en el primer disco de la banda, Guerra de nada, lanzado en 2005.
“Desde el primer día la opción que tomamos fue no hablar de Cromañón. Nos llamaron de todos los canales de televisión, las radios y revistas. No queremos que se sienta que la banda utiliza el tema para promoción o para cualquier cosa”, declaraban en una nota con el sitio La Vaca. Además, “a los medios no les preocupa decir la verdad”, agregaba Martín.
Esta postura, el hecho de que eran y aún son una banda más chica en convocatoria que Callejeros y la diferencia clave de que, como teloneros, no tuvieron parte en la organización del recital permitieron que Ojos Locos se mantuviera en un virtual anonimato. Sin embargo, así como mucha gente pocas veces habrá escuchado hablar de ellos, los sobrevivientes, familiares y ONG destacan su actitud frente a la tragedia. Por eso, algunos padres que están enfrentados con Callejeros sí suelen ir a los recitales de Ojos Locos.
Rock del vecindario. La banda nació en 2002, en Villa Real, un pequeño barrio del sur porteño, de esos que necesitan una referencia más conocida para guiar al que no es vecino: linda con Villa Devoto y está pegado a la avenida General Paz. Los integrantes de los Ojos, como en muchas otras historias, eran amigos de la escuela que de apoco empezaron a jugar con la idea de tener una banda. Quien más, quien menos, todos crecieron alrededor de la plaza que lleva el mismo nombre del barrio, punto de partida de sus primeros pasos.
Martín fue uno de los pioneros del proyecto Ojos Locos. Cantante, front man y compositor, con 30 años, es técnico en computación y dueño de la casa que funciona como sala de ensayo y punto de encuentro para el resto de los músicos: Juancito y Pájaro en guitarra, Sherman en armónica, Matute en bajo y Luis en batería. Como ya se dijo, en el escenario a la banda se suma el Callejeros Juancho Carbone en saxo.
“Son pibes bien de barrio. Tienen que trabajar para vivir. Pibes que se juntan a jugar al fútbol, que siguen teniendo los mismos amigos de siempre”, cuenta un amigo de la banda que prefiere no ser identificado. Así como Ojos Locos, su entorno es igual de cuidadoso en sus declaraciones respecto de Cromañón.
Otro chico, que también pidió no ser nombrado, recrea la noche de Cromañón, de la cual formó parte: “Ese día hicieron 15 temas más o menos. Cuando tocó Ojos Locos también se tiraron bengalas, pero no pasó lo que pasó después. Aparte, la cantidad de gente no era la misma. Cuando tocaron ellos, estábamos los pibes que los vamos a ver y algunos de Callejeros que entraron, pero la mayoría de la gente estaba afuera”.
Los dos chicos coinciden en que para la banda tocar en Cromañón era importante, porque Callejeros estaba en ascenso y era una buena oportunidad para que los escuchara mucha más gente. Por eso fueron muchos amigos y familiares. Nadie esperaba el desastre. “Si bien son una banda chica, están creciendo y cada vez los viene a ver más gente. Cuando tocaron con Callejeros ya venían con ese envión”, asegura un fan. Ojos Locos había hecho buenas presentaciones en lugares como el Niceto Club, El Marquee, Asbury Rock y en un boliche de Gálvez, Santa Fe.
En la tragedia fallecieron 12 chicos de su grupo más cercano, junto al papá del Pájaro. Muchos de sus seguidores se habían quedado para Callejeros y después no pudieron salir.
Volver. Para Ojos Locos, pasaron varios meses de dolor y silencio. En el sitio de la banda, ese jueves de diciembre tiene la leyenda: “Mata doble la injusticia, pero más mata olvidar”.
“La primera vez que tocaron de nuevo fue en la plaza. Nosotros les veníamos insistiendo. Es que no se animaban, tenían miedo. Todos teníamos miedo. Yo tenía miedo de ir a verlos y ellos, de tocar”, cuenta uno de los sobrevivientes.
“Para ellos fue muy duro. Fueron amigos y familiares de chicos que habían muerto en Cromañón. Había una atmósfera de dolor, tristeza”, recuerda uno de sus seguidores.
Desde ese momento, la banda logró construir lazos con el delicado mundo Cromañón. “Asumieron un gran compromiso, a tal punto que adonde los invitan ellos van a dar recitales”, cuenta un amigo y señala que “incluso hay muchos padres de pibes que murieron que los van a ver, padres que con Callejeros está todo muy mal y con ellos nada que ver”.
Ojos Locos no participaba del circuito de boliches tan grandes como el de Chabán, a quien casi no conocían. “Ese día no tuvieron contacto con él, porque fueron como banda invitada de Callejeros”, cuenta un amigo. Continúa explicando la actual relación con los de Villa Celina: “Piensan que si la Justicia no se lo impide, Callejeros puede tocar. En ese sentido tienen una posición tomada”. Sin embargo, a pesar de que Juancho Carbone sigue haciendo música con Ojos Locos y las dos bandas continúan viéndose, nunca volvieron a tocar con Callejeros. “No quieren profundizar una brecha con los papás de Cromañón –opina un amigo–, quieren que se haga justicia, que no sean los jóvenes los estigmatizados”.
Junto con otros grupos, Ojos Locos formó parte de los cuatro recitales organizados por la ONG de sobrevivientes Cambiar esta Realidad. “Siempre acompañaron y no importaba a qué hora tocaran. Ellos estaban”, cuenta Ernesto Lemos, padre de un sobreviviente y presidente de la agrupación. Para Carlos Canavese e Irene Criado, otros miembros de la ONG, “eso influyó mucho. Ojos Locos siempre dio la cara, colaboró y estuvo enseguida a disposición, no importa en qué lugar”. Lemos recuerda que, cuando en agosto pasado tocaron en el recital Rocanroles con destino, en Parque Lezama, la emoción del público fue aún mayor que durante el cover de Callejeros hecho por otra banda. Su único mal trago fue una fecha cancelada en la ciudad santafesina de Maciel, por causas nunca aclaradas por la Intendencia.
“Ellos sólo eran los teloneros y podrían haberse borrado o aprovechar la situación para cobrar notoriedad, pero en cambio, desde un lugar más modesto, participan de la lucha de los padres y se comprometen para que esto no se repita”, sostiene un seguidor.
Ni las bengalas... “Por eso quiero sacarte ya de esa noche de humo que hace mal”, canta Martín en uno de los versos de No la vas a creer más. Los fans dicen que el vínculo se fortificó luego de Cromañón. “La gente está más unida, con ellos y entre ellos”, aseguran.
El recital con que el pasado 26 de diciembre Ojos Locos despidió el año fue casi una misa. Pero una misa del rock. Y la lluvia que cayó sobre la Plaza Villa Real mientras la banda del barrio hacía su música, trajo un poco de sosiego para el calor que por muchos años seguirá saliendo de las ruinas de Cromañón.
“Con ellos está todo bien”, dice un sobreviviente. Guillermo Sebastián Suárez tiene 24 y es sobreviviente de Cromañón. El y su novia fueron esa noche de diciembre a ver a la banda de Villa Celina. No conocían a Ojos Locos y por eso entraron sobre el final del show que dieron los músicos de Villa Real, escuchando pocos temas.
“La gran diferencia con Callejeros es que Ojos Locos siempre dio la cara. Básicamente, si a ellos no se los condena socialmente o no se les echa culpa en lo que pasó, a pesar de que tocaron en el mismo lugar, es por la actitud que tuvieron hacia los sobrevivientes y familiares”, sostiene Guillermo. Desde su mirada, en esa disyuntiva que el incendio del boliche de Once abrió para los protagonistas, “más allá de que Callejeros sabía o no cómo estaba el lugar, trató de hacer como que no pasó nada, y Ojos Locos tomó una posición muy distinta, que fue tratar de ayudar siempre en todo lo que se pueda”. Por eso, para Guillermo, a pesar de que no tiene relación con ninguno de los dos grupos, “con Callejeros está todo mal y con Ojos Locos, no”.