Terminó el 15º Festival de Jazz de Punta del Este y Paquito D’Rivera está contento. Sabe que la tarea fue cumplida con creces, pero ya piensa en el próximo año, cuando Francisco Yobino, organizador del evento y dueño de la finca “El Sosiego”, ponga en escena un homenaje a Nueva Orleans, lugar donde se gestó el género. En una entrevista con Perfil.com, el saxofonista y clarinetista cubano habla del exilio de la isla, el régimen de Fidel Castro, sus inicios en la música y más.
-¿Qué balance hace del Festival?
-El balance del festival siempre es bueno porque en todos ellos la gente trabaja con muchísimo entusiasmo y la calidad de los músicos siempre es buena, el ambiente es buenísimo, el final del festival trae sentimientos encontrados porque estamos felices de que se haya hecho el festival y que haya quedado siempre tan bonito, pero es triste que tengamos que irnos.
-Pero cuando termina, Francisco Yobino (el organizador) ya está pensando qué hacer al año siguiente.
-Siempre es así, ahora voy a verlo para saber qué se le ocurre y qué otras ideas tengo yo para tirar para adelante el año que viene esto.
-¿Cómo es la vida de un músico que viaja por el mundo como usted?
-A mí me gusta mucho viajar, yo escribí un libro nuevo que se llama Ser o no ser, ¡esa es la Jodienda! Paisajes y retratos, y es precisamente contando las personas que he conocido, los sitios que he visitado, me gusta mucho viajar, por eso estoy en contra de enjaular los animales. Yo vengo de un país donde la gente no es libre, la gente no puede viajar, sencillamente, no puede salir, y pa’ mi la libertad no tiene precio, es sagrada.
-¿Cómo fue su infancia en Cuba?
-Mi infancia fue muy divertida, yo me crié a 10 cuadras del cabaret Tropicana, mi padre vendía instrumentos, me pase la vida entre bailarinas, periodistas, músicos, pintores, poetas. Mi papá me regaló un saxofoncito chiquitito, tenía 5 años, soprano, que todavía tengo, y desde entonces estoy aprendiendo a tocarlo.
-¿Por qué decidió exiliarse de la isla?
-Estaba hasta las mamillas, como se dice en Cuba, que te digan qué hacer, qué hablar, qué comer, qué no comer, es demasiado, es absolutamente absurdo, como está pasando en Venezuela ahora. En una gira dejé mi matrimonio, un hijo al que no vi hasta 10 años después, perdí mi matrimonio, hasta que encontré a Brenda (su actual pareja). Pero bueno, todo en la vida tiene un precio, y ese fue el precio que yo tuve que pagar.
-¿No volvió nunca más a Cuba?
-No, yo no vuelve porque tendría que pedir una visa para entrar a mi propio país. Esas son las cosas que se les ocurren a ellos: tener una visa para entrar a tu casa.
-¿Cree que a Fidel Castro le gusta el jazz?
-No, en absoluto, ni a Fidel, ni al Che Guevera le gusto la música nunca. A Fidel no le gusta la gente que piensa, por eso le gustan los deportistas, no es que los deportistas no piensen, no eso lo que estoy diciendo. El deporte es una actividad física, donde tu no tienes que hablar, es a puñetazo limpio, corriendo para allá y listo. Pero los escritores, los intelectuales, los músicos piensan. Y, sobre todo, los improvisadores, la gente del jazz. El jazz es una música que habla de indivualidades y libertades. En esos regímenes, el individual es el que manda, Lenin, Stalin, Fidel Castro y Chávez.
-¿Ve algo de apertura en la isla, ahora que se habla del traspaso a Raúl Castro?
-El traspaso está hecho hace tiempo y es una inmoralidad, como el tipo de Corea del Norte. Traspasarle al hermano eso es lo más tremendo, pero lo más vergonzoso es que la comunidad internacional lo acepte y acepten como presidente a Raúl Castro. Pero la gente lo acepta...
-Es una dedocracia...
-Así es: la dedocracia. Eso, en Latinoamérica, se hacía antes, más disimulado.
-¿Cómo es su vida en Nueva York? ¿Es la meca del jazz en el mundo?
-Eso es lo que es, yo siempre soñé con vivir ahí.
(*) de la redacción de Perfil.com, enviado especial a Punta del Este