ESPECTACULOS
Entrevista

Elena Roger: “Piaf es internarme en una meditación”

La actriz y cantante vuelve a protagonizar el regreso del famoso musical, otra vez producido por Adrián Suar y Preludio. Vuelve a ser el “Gorrión de París”. Repasa los años transcurridos desde el estreno hace 13 años.

Elena Roger
Elena Roger | Alejandro Palacios

Elena Roger ha puesto el cuerpo y la voz para componer a diversos personajes femeninos históricos e intensos, como a la cantante italiana Mina, como a Eva Perón; ha cantado las canciones de María Elena Walsh y ha sido parte de proyectos sobre la música de Ástor Piazzolla. Pero su manera de traer de nuevo a la vida a Édith Piaf ha marcado intensamente su carrera y la experiencia de espectadores que la han visto en su estreno en Inglaterra y en su traslado a la Argentina. El debut fue hace 13 años. Ahora regresa. Se trata de Piaf, el musical de Pam Gems, que dirige el prestigioso inglés Jamie Lloyd. La puesta en escena se realiza en el Teatro Liceo, que festeja sus 150 años y produce Adrián Suar junto a Preludio.

—¿Cómo percibís este salto entre aquel inicio y la actualidad?

—Nosotros hace 13 años hicimos esta obra. Fue montada para un lugar muy pequeño, con el público ubicado en tres lados, no solo con la platea de frente. Luego pasó al West End, a un teatro más grande. Y así vino a Buenos Aires, donde Piaf es muy admirada; la obra aquí pegó mucho más. Aunque en Inglaterra iba muy bien y la gente se emocionaba mucho, creo que es más un icono en Buenos Aires. Después, pasaron 13 años. Ahora somos el mismo elenco (salvo dos personas), todo el mismo equipo de realización, casi el mismo equipo técnico: eso lleva una carga emotiva súper intensa, porque para nosotros Piaf fue una etapa maravillosa de nuestras vidas: una obra maravillosa, mucho éxito, una etapa de oro. Volver a encontrarnos después de 13 años lleva muchísima emoción: estamos ya más grandes; muchos, con hijos, que antes no teníamos, habiendo vivido la experiencia de la vida. Estamos más adultos y mucho más compañeros que nunca: se vive un amor incondicional.

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—¿Cómo ha sido tu desarrollo profesional con Lloyd?

—Con Jamie nos conocemos desde que yo pisé Londres por primera vez para trabajar en 2006. Él era el asistente de dirección de Evita. Y éramos dos niños. Él tiene 6 años menos que yo, y yo tenía 32. Así que éramos babies. Después hicimos Piaf juntos, que fue un gran éxito allá y acá. Cuando él había venido a hacer Piaf acá, tenía 30 años, era un niño, ja ja. Después hicimos Passion juntos. Nos hemos encontrado en Nueva York, en Londres. Soñamos con volver a hacer Piaf, descartamos volver a hacerla, volvimos a soñar hacerla. Y aquí estamos otra vez. En medio, él tuvo más hijos y se convirtió en un gran, gran director: dirigió ya casi 70 obras en sus cortos 40 años. Acaba de hacer La gaviota en una puesta increíble, modernísima, en Inglaterra, que ha tenido excelentes críticas. 

—¿Ahora qué se retoma de la producción y de los materiales?

—Piaf parece muy mínima, pero tiene una producción enorme. Lleva muchísimas luces; la escenografía es muy importante y el vestuario también es muchísimo. El 90 por ciento de las cosas se guardaron, son las mismas. Como la producción es de Adrián Suar, creo que muchas cosas se guardaron en Polka. El vestuario es el mismo que vino de Londres; la producción compró todo lo que era de Londres. Mi vestuario, en su totalidad, porque era yo la misma persona. Algunas otras cosas se tuvieron que adaptar a los cuerpos de acá, pero la mayor parte viene de Londres.

—¿Cómo percibís el recorrido interno de la obra, basada en una vida trágica?

—La obra muestra la vida de Piaf en una hora cuarenta, con sus cosas maravillosas y sus no, o sea, como las vidas: la vida tiene cosas maravillosas y cosas terribles. Es una mujer que había tenido una infancia muy dura, había visto cosas muy duras y estaba muy habituada a esa energía. Yo estuve viendo algunas entrevistas finales y ella dice que no tiene miedo a morir, que lo único que quiere es cantar. Y eso es Piaf.

—¿Por qué creés que el público conecta con una historia semejante?

—Yo creo que la gente empatiza mucho con Piaf, con una vida. Está muy bien contada y la música lo es todo. Es un personaje muy querible: tiene momentos de humor; está la tragedia detrás, pero hay humor. Es una linda película, una hermosa película. Yo espero que esta vez pase lo mismo que hace 13 años. La gente cambia... A ver qué le sucede a la gente en estos tiempos que son tan vertiginosos y tan de redes y tan de poca comunicación. Ojalá puedan desconectar y puedan conectar.

—¿Cuál es tu momento favorito de la obra?

—El encuentro con Marcel [Piaf tuvo un gran amor con el boxeador Marcel Cerdan] es insuperable. El momento de la pelea de box y todo lo que sucede después es insuperable. Es emotivo al máximo, es de una belleza tremenda, una ilusión de ver en el teatro, más la música.

—¿Cómo sostenés el caudal emotivo a lo largo de cada función, que son muy intensas?

—Uno se mete en un túnel y no salís hasta que termina. Todo es un paso después del otro, y suceden las cosas. Es estar vivo en el momento. El orden es cronológico y bueno, muere. Es todo muy simple también: morir es un montón; la obra es desgastante emocionalmente, pero las cosas suceden. Cuando hacía Evita, también me pasaba que me metía en un túnel. Son personajes que lideran a la obra. Yo entraba en Evita y no charlaba en las patas. No había un momento de descanso. Es como si te subís a un tren y vas; no hay como bajada, no hay tiempo para pensar en otra cosa. Eso te interna cada vez más, como si fuera una meditación. Obviamente hay un montón de cosas de las que tenés que estar consciente: de tus compañeros, de si se cae algo, de si un actor llegó tarde.

—¿Piaf pagó el precio de ser mujer en una sociedad especialmente cruel con las mujeres?

­—Ella era una de esas mujeres líderes, fuertes. También, una rebelde. Se acostaba con hombres sin importarle si estaban o no casados. Tenía casi 50 años y se casó con un chico súper joven que era gay. Hizo todo como quiso. Se dice que tuvo amoríos con Marlene Dietrich. Con respecto al alcohol, Piaf muere de cirrosis, porque tomaba desde muy pequeña: el vino era como agua; los chicos tomaban absenta, una bebida barata. Cuando ella tuvo unos accidentes automovilísticos, le inyectaron mucha morfina para los dolores; ahí se hizo adicta a la morfina, dado que eso era lo único que la sostenía de los dolores. Además tenía artrosis. Parecía una persona de 80, pero tenía 48, 47. Y batalló. Es de esas mujeres que abrieron camino. Fue una de las cantantes mejor pagas del mundo en su época. Les dio lugar a cantantes como Yves Montand, Charles Aznavour, Atahualpa Yupanqui. Estuvo en la guerra, sacó gente de los campos de concentración poniendo en riesgo su vida. Era una grosa. Hizo todo eso, con todo lo que se tenía que fumar una mujer en su época. Cuando murió Marcel, ella estuvo en contacto con la mujer de Marcel y con sus hijos, por si necesitaban algo. Ella tenía reglas en su vida y se divertía. A lo mejor tenía que prostituirse. Se dice que lo hizo para pagar el entierro de su hija, que tuvo a los 17 años y que falleció de bebé. Estaba con gente muy pesada cuando era chica, con ladrones, con fiolos. Desde ese ambiente llegó a ser la cantante mejor paga del mundo. Fue muy afortunada también, no solo sufrió desgracias. Tenía mucha fuerza.

 

Proyectos de actuación

 

—¿Qué otros proyectos estás llevando adelante?

—Terminé de grabar Entrelazados 2, que es la serie de Disney que empecé a grabar en pandemia en noviembre del año [con fragmentos musicales, en los que intervienen intérpretes argentinos, como Clara Alonso, Benjamín Amadeo, Paula Morales, Lucila Gandolfo y Favio Posca]. Este año se volvió a grabar la segunda temporada, antes de empezar los ensayos de Piaf. Así que, a fin de año, principios del año que viene, vamos a estar viendo esa segunda temporada, que va por Disney Plus. Y después hay algunas películas ahí dando vueltas.

—Buena parte de tus proyectos tienen que ver con la actuación. ¿Cómo se combinan la actriz y la cantante que hay en vos?

—Debería ser todo lo mismo, porque cuando cantás una canción, la interpretás. Obviamente depende del peso que tenga la canción, qué es lo que necesite, pero de alguna manera también la actriz está ahí para alivianar o para dramatizar o simplemente para sentir. A veces nos reímos con Jamie, porque él dice: “Ay, los actores, qué pesados que son, qué rebuscados”, y yo le digo: “¿Viste que vos no tenés problemas conmigo? Porque yo no soy una actriz, soy una artista”. Yo se lo decía de joda, riéndome, pero hay algo de eso. Ser cantante, actriz, bailarina: son actividades, disciplinas, pero uno es una artista que está haciendo arte, no es nada más una actriz.