Serán pocas funciones. Desde el 2 al 12 de febrero estará Los nacimientos en la sala María Guerrero dando inicio a la nueva temporada del teatro Nacional Cervantes. El espectáculo fue escrito por Marco Canale y la dirección la compartió con Javier Swedzky. El elenco está integrado por Ramona Escalante, Adelaida Franco, Marta Giménez, Marta Huarachi, Candelaria Ospina, Roberta Reloj, María Rojas, Esther Romero, Paula Severi, Flora Solano, Beatriz Spitta y Francisca Vedia, nueve de ellas viven en la Villa 31. Se cruzarán filmaciones con actuación en vivo. Las funciones irán de jueves a domingo a las 20 horas y costará $900. Tuvieron el apoyo del Institut Français d’Argentine y la Embajada de Francia.
El autor y codirector, Marco Canale subraya: “Estudié cine en la ENERC, después cursé en la RESAD de Madrid. Allí tuve como profesor a Juan Mayorga y me conecté con Angélica Liddell. Cuando me fui a Guatemala, seguí trabajando con no actrices, donde crucé lo bio dramático con la creación de ficciones. Para crear busco la memoria y el testimonio. La propuesta anterior, La velocidad de la luz, la armé también en Alemania, Tokio y Suiza. En Japón además de la obra de teatro filmé una película de ficción que ya presenté en el Festival de Mar del Plata con el título de Noh”.
Mientras que el otro codirector, Javier Swedzky, es de Córdoba, donde inició sus estudios. Recuerda sus pasos por Venezuela, México y en la escuela ESNAM (École Superieure des Arts de la Marionnette- de Charleville-Mézières) de París. Anticipa: “Entre marzo y abril volveré con Aquí hay leones, seguramente en Área 623 y seguimos con la Compañía al Pie de la Cama en el Hospital Garrahan, haciendo títeres para los niños que no pueden salir de sus habitaciones”.
—¿Cómo llegaste a la Villa 31?
MARCO CANALE: Cuando volví a la Argentina en el 2016, estaba muy perdido en la ciudad, con seis años en Guatemala, país con mucha presencia indígena. Decidí ir a la 31, porque tengo amigos y como decía el padre Mujica: “las villas son el inconsciente de los porteños”. Así empecé a dar un taller en una capilla de los curas villeros. Después de un año y medio hablé con Federico Irazábal y el FIBA me ayudó. Fue un proceso de más de dos años que se tituló La velocidad de la luz.
—¿Por qué y cuándo te incorporaste?
JAVIER SWEDZKY: En el 2018 me llamó (Canale) porque quería hacer este espectáculo, Los nacimientos, usando títeres. Cuando vi a su elenco le dije que era muy difícil que por sus edades pudieran manipularlos, ya que tiene cierta dificultad. Por eso le propuse trabajar con masa, así apareció la idea del pan de los muertos, que se llama tantawawas y es una tradición en Bolivia.
—¿Cómo se dirige a no actrices mientras ustedes están sobre el escenario?
C: Después de siete años de trabajo, para mí hoy todas son actrices. La diferencia radica en que hay nueve que son de la Villa 31 y las otras dos son del otro lado de la ciudad.
S: Trabajar con no profesionales es una tarea muy sensible. En este caso además son mayores. Nosotros estamos sobre el escenario para acompañarlas y ayudarlas, también sacamos y ponemos escenografía.
—¿En qué momento la Villa 31 se muda al Cervantes?
C: Somos hoy un grupo y teníamos claro que queríamos hacer el paso, ya que es muy difícil ver esta narrativa en un teatro nacional. Por lo general no hay mujeres mayores. Ellas tienen entre 75 y 85 años. Hay de Bolivia, Perú, Paraguay y Argentina, descendientes de inmigrantes europeos. Ya en la década del ´30 existió Villa Esperanza, que quedaba entre el puerto y Retiro.
—¿Aparece la droga y la delincuencia?
C: Esta propuesta es muy verdadera, resultado de siete años de trabajo y no se puede caer en el trazo fuerte. Sus protagonistas son seres únicos y luminosos. La mayoría de la gente no conoce la historia de la Villa 31 y ellas estuvieron y están ahí. La dictadura de Videla demolió ciento de casas, quedaron solo veinte. Abordamos el tema de la droga, pero desde lo íntimo.
S: Creo que hay mucho desconocimiento sobre la vida en las villas, además de los prejuicios. Hay falta de encuentro, lo que no permite conocer sus vidas y trayectorias. No tenemos un puente entre la 31 y la otra parte de la ciudad. Seguramente habrá droga, pero fuera de las villas también se consume, tal vez cambie la calidad. Son prejuicios, como la delincuencia, que la encontramos en todas partes. Trabajé en Ciudad Oculta y en la 11 21, donde hay pobreza, pero eso no significa que no puedas dialogar, no te limitan como persona. Son muchos más los que trabajan y estudian. Por eso me parece importante darlo a conocer. Nosotros proponemos un encuentro, entre estas partes de la misma ciudad.
—¿Qué prejuicios se propusieron romper?
C: Hay una frase en el Tao Te Ching que señala: “La mejor acción frente al mal es una acción decisiva a favor del bien”. Romper o denunciar no es una política nuestra. Buscamos iluminar lo que estaba oscuro. A la gente que vaya los atravesará el espectáculo. No señalamos con el dedo. La política de estos tiempos está muy basada en ir en contra de. Quizás el objetivo de la pieza sea mirarse en un espejo.
—¿Hay una grieta?
C: Hay otra grieta más grande, que es la que separa a Florida de la Villa 31, son apenas seiscientos metros y buscamos iluminarla. Son otras las grietas,
más allá de la de la política partidaria. El espectáculo traspasó a dos gestiones culturales de diferente color ideológico. Hay mucha gente que no lo sabe: si vas temprano a la mañana ves a cuatrocientos chicos con guardapolvo blanco yendo a las escuelas. Los
medios nunca te muestran a las familias. Sabemos que hay criminalidad, pero no todo es así y no soy paternalista. En El Nacimiento estas mujeres cuentan cómo trabajaron. Hoy sus hijos y nietos ya son profesionales, porque llegaron a la universidad.