ESPECTACULOS
Camila Perisse

Resurgir de la distancia y los infiernos

La actriz retoma la actividad luego de un largo autoexilio en el teatro off. Asegura que le cuesta adaptarse a este país. El recuerdo de Tato Bores.

Look. Perissé dice que la fama es puro cuento, y vivir, muy difícil.
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Pasaron muchos años, pero el nombre de Camila Perissé se sigue asociando con los programas televisivos de Tato Bores. Allí desplegaba su belleza como actriz y bailarina. Desde 1977 hasta 1992 filmó más de veinte películas, algunas con escenas fuertes para la época como Las lobas, Las esclavas o Sex humor, hasta que a mediados de los 90 se fue del país. Desde este mes se puede volver a verla sobre un escenario, integrando un elenco independiente, en la comedia negra Maté a un tipo, junto a Enrico Sturiale, Noelia Núñez y Tecsido Goythia, con funciones los días viernes y sábados en el Auditorio Cendas. “Desde 1996 que no pisaba un escenario, lo último que recuerdo fue Pantaleón y las visitadoras con dirección de Hugo Urquijo (1993)”, dice.
—¿Afuera no actuaste?
—Sí, hice pequeños trabajos en Rolling Actors (1998) y en Daily Live (2000), junto a un grupo de teatro callejero en Nueva York. Pero el año pasado ya empecé a trabajar para el cine. Filmé con Luis y Lucía Puenzo una coproducción italiano-peruano-argentina llamada Diamond Santoro y la soga de los muertos. También me convocaron desde el cine independiente, algo que nunca antes había realizado.
—¿Por qué decidiste volver a los escenarios con un espectáculo de la escena independiente?
—Tal vez la gente esperaba que me sumara a un gran elenco y con producción comercial. Pero yo, Camila –no Camila Perissé–, soy del off. La obra me encantó, habíamos leído muchísimos textos hasta que llegamos a esta comedia negra. Mariano Bicain, el director, hizo un gran trabajo. Ensayamos mucho y descubrió que hay que evitar los excesos para que el humor sea efectivo.
—¿Cómo fue tu retorno al país?
—No fue fácil adaptarme. Estuve 14 años en el exterior, vivimos (junto a su pareja, Julio Fernández) en los Estados Unidos, España e Inglaterra. Al regresar me asusté de cómo estaba Buenos Aires y por eso nos fuimos cuatro años al campo, en Lobos. Sin ninguna duda esta ciudad es más violenta que las de Estados Unidos; aquí no salgo después de las 9 de la noche. Nueva York tuvo la suerte de tener un alcalde que decidió que estuviera limpia, que fuese segura, y hay orden. Una sabe lo que tarda en desplazarse de un lado a otro, aquí no.
—¿Te molesta que aún te asocien con los programas de Tato Bores?
—¡Para nada! Me encanta, fue Tato quien me lanzó a la fama. Me sorprende el cariño con que me recuerda la gente. Siempre fui una actriz que bailaba y también tienen presentes las películas que filmé. Cuando me fui, a principios del ’96, no estaba así, tan convulsionado, con tiros a las embarazadas... La política me supera, pero veo que a nivel humano hemos involucionado, porque hoy interesa lo material.
—¿Cómo superaste el éxito y las drogas?
—Tuve grandes miedos. Pero no hay nada afuera de una misma, puede haber contención o referencias, pero el trabajo es absolutamente personal. Es una la que decide salir de esos infiernos. Es cierto que la fama es puro cuento y la droga también está vencida. Vivir es difícil.