Pasó de todo para conseguirlo: hizo marchas, se infiltró en una organización de trata de mujeres, organizó una fundación, se mudó de ciudad, acudió a los medios y, como si fuera poco, perdió a su marido en manos de un asesino. Pero lo logró.
Rosario, el personaje que interpreta Soledad Silveyra en Vidas Robadas, se encontró finalmente con Juliana (Sofía Eliot), su hija secuestrada por una red que se dedica al tráfico de mujeres para la explotación sexual.
El problema es que ese encuentro no se dio en las condiciones en las que Rosario, su gente y los televidentes esperaban. Juliana sigue cautiva, y hasta el lugar en el que Nicolás (Juan Gil Navarro) la mantiene encerrada fue llevada Rosario, de forma violenta y sin que ella supiera el destino.
En realidad, la presencia de Rosario es el regalo que Nicolás le hizo a Juliana por su cumpleaños. Y más allá del emotivo encuentro que pudo verse en la pantalla de Telefe los dos últimos días de la semana pasada, una frase de la muchacha abre nuevos interrogantes: "Yo no puedo volver, mamá".
El martes, pasadas las 22, se podrá ver cómo se despiden, otra vez, madre e hija y cómo reacciona Rosario frente a la negativa de su hija a irse, de una vez por todas, con ella.
Pero esa no es la única situación que espera una definición. Cercado por el escrache mediático y abandonado por la organización, el maldito Astor Monserrat (Jorge Marrale) le contó a su hija Ana (Mónica Antonópulos) una versión distorsionada de la historia en la que él es una de las víctimas y el mayor de los victimarios es Nicolás, su ex marido. Justo en ese momento, en el que Ana podría comenzar de una vez por todas a darse cuenta de que su padre es un monstruo, Nicolás se llevó al pequeño hijo de ambos. Y lo tiene con él.
Además, Alejandra (Silvia Kutica), cuyo testimonio contra Monserrat es determinante, se encuentra sola junto con Dante (Adrián Navarro), que duda, una vez más, entre amarla y pegarle un tiro.
*Redactor de Perfil.com