Rusia tiene grandes expectativas puestas en el concurso de la canción Eurovisión de este año, no sólo por su aspiración a revalidar el título, sino también por su deseo de presentar a la magnífica Moscú como una ciudad moderna capaz de organizar un gran espectáculo.
Sus planes se han visto empañados, sin embargo, en los días previos por la actuación de la mafia en la venta de entradas falsas y la reventa, los hoteles carísimos y la prohibición de los desfiles que gays y lesbianas querían organizar en defensa de sus derechos coincidiendo con el certamen. Para la final del 16 de mayo en el Estadio Olímpico, los organizadores prometen precisamente un show "olímpico nunca visto antes en los 53 años de Eurovisión". Antes habrá semifinales el 12 y el 14 de mayo.
Rusia gastará casi 30 millones de euros en el espectáculo (40,4 millones de dólares), pese a la crisis. Por encargo de la televisión estatal rusa, el diseñador John Casey transformará el complejo deportivo en "un país de fantasía único, lleno de colores", con 23.000 lugares para el público. Los ensayos para los 25 artistas que quieren clasificarse para la final comenzaron este fin de semana.
Los únicos ya clasificados para el día 16 son "los cuatro grandes" -España, Alemania, Francia y Reino Unido-, así como el anfitrión, Rusia.
Por primera vez desde 1996 habrá un jurado que evalúe la calidad de las canciones al margen de la votación del público, que esta vez sólo valdrá un 50 por ciento. Con ello Eurovision Broadcasting Union quiere evitar el voto entre sí de los países vecinos, que se dan puntos unos a otros más allá del nivel artístico. Se calcula que unos 100 millones de personas seguirán la final por televisión en todo el mundo.