De lunes a viernes, de 6 a 10, Santiago del Moro lidera la audiencia de FM en las mañanas con El club del Moro en La 100. A la noche, a las 21.15, los seguidores lo acompañan cuando se pone al frente del programa de más rating en Telefe: ¿Quién quiere ser millonario? Así confirma que, más allá del espacio donde se presente, es él mismo quien funciona como imán con el público. Había desarrollado parte de su trayectoria radial en Pop Radio, y televisiva, en América, con ciclos como Infama e Intratables. Luego de su resonado pase, los medios en los que se desempeñó durante 2019 lo reafirman en su figura de conductor.
Avecinándose 2020, los cambios son más bien una continuidad. El club del Moro se extiende para el año próximo. En la pantalla, ¿Quién quiere ser millonario? sigue con su cronograma habitual, aunque “en el verano, va a ser los domingos, y hay una idea de que continúe [el resto del año]”, adelanta Del Moro. Además, el año que viene sumará el probado formato de Trato hecho, que Julián Weich había realizado entre 2003 y 2006.
—Vas entre la radio y la televisión, pero en la radio sos un fenómeno muy especial…
—La radio tiene que ver con mi esencia. Entré a un estudio de radio a los 11 años, y ahí descubrí mi pasión por esto que hago hoy. Con mis amigos de la adolescencia hacíamos radio. Ese deseo se fue transformando en una vocación. La tele era superaspiracional también. Pero para un chico de un pueblo muy pequeño del interior [nació en Tres Algarrobos, provincia de Buenos Aires], la tele era una especie de fantasía. Hasta que un día dije: “Voy a ir por eso”. Y aquí estoy.
—¿Cómo caracterizarías “El club del Moro” y qué sucede con los cambios en el equipo?
—El año pasado Héctor Larrea me dijo: “Ustedes están reinventando la radio; lo que están haciendo tiene mucho que ver con Rapidísimo”. Yo tomé eso como un halago. Nuestro programa es difícil de analizar. Es un fenómeno de nivel de audiencia. Era de tres horas, pasó a cuatro. Estamos todo el tiempo montados al aire. Hablamos cuatro horas sin parar, salvo para publicidad. No sé si es como de AM, pero es como reversionar un clásico. Quizás tiene que ver con Rapidísimo. Trabajo con equipos muy grandes. El club del Moro es un concepto, casi como una familia. Más allá de las individualidades, de las dos incorporaciones, y de que cada uno en lo suyo es el mejor, lo importante es el programa.
—Hay personas que le creen a la televisión; y otras que no. ¿Vos de qué lado estás?
—Me crié escuchando radio y viendo tele en mi casa. La tele es maravillosa y compleja. Es cierto que la tele de aire se está reinventando, pero se ve más que nunca y tiene más incidencia que nunca, replicada por alguien que sube [un programa] a una red social, a YouTube o a un portal. Hay muchas maneras de llegar al contenido, pero el contenido lo hace la televisión. Por mucho tiempo, la tele de aire va a tener un poder casi absoluto. La información está todo el día, constantemente, con el celular; las personas están mucho más atentas. La radio [también] se reinventó y logró, a través de las aplicaciones de redes sociales, un plan 360 para encontrar al oyente que sale temprano a trabajar, en auto, subte o tren, corriendo o en bici. La radio tiene una manera de encontrar al oyente, cuando hace unos años la gente decía que la radio iba a morir.
—¿Cómo es el fenómeno de “Quién quiere ser millonario”?
—Era un programa de cincuenta minutos para una vez por semana, y terminamos haciendo 120 minutos diarios. Es la primera vez en el mundo que sucede esto con este formato, porque encontramos una nueva manera de contar, que tiene más que ver con la película que con el formato televisivo. Es un programa que les puso luz a realidades que te interpelan todo el tiempo. Un chico de 17 años que tiene cáncer, que dice que le va a ganar la batalla al cáncer y viene a jugar con todos los compañeros de 5º año. Una chica vino de Misiones, no a jugar, sino llorando a contar que le iban a cortar las piernas: ahora conseguimos que alguien la opere. El programa es increíble; se arma una red solidaria. Es poner el foco en lo que le pasa al otro, un programa amable, que cuenta realidades muy duras desde un lado humano. Tiene que ver conmigo, que trabajo con mis propios prejuicios.
“La tele es maravillosa y compleja. Es cierto que se está reinventando.”
—¿Tenés prejuicios?
—Ni más ni menos que los que puede tener cualquiera. Antes de emitir un juicio de valor sobre una persona, trato primero de, al menos, conocerla. Trato de no enojarme, de ponerme en el lugar del otro, trato de no dar importancia a cosas intrascendentes. Tengo que seguir mi camino: no me puedo colgar ni en la caricia ni en la crítica.
—¿Participás del casting, qué historias de famosos te conmovieron?
—Voy hablando con la producción… Vinieron Susana Giménez, Facundo Arana…Que vengan famosos es demostrar que esto le puede pasar a cualquiera. Cuando vos hacés un programa todos los días, no te lo salva un invitado; necesitás personas todos los días, que sean las que mejor pueden contar su historia.
—El año que viene llega “Trato hecho”, que ya hizo Julián Weich, otro referente de la conducción…
—El canal [Telefe] cumple treinta años el año próximo y quiere reversionar algunos clásicos. Tiene los derechos de Trato hecho, y llegamos a la conclusión de que era un formato para mí. Tiene una puesta más imponente, más gente, despliegue. Voy a tratar de imprimir mi sello en el formato. Cuando reversionás un clásico, o el clásico te fagocita o te lo hacés propio.
—¿Cuánto te importan el rating y el dinero?
—Soy una persona muy simple, nunca me modificó la plata, nunca trabajé por guita. Obviamente me gusta ganar bien, como a todo el mundo, pero cuando arreglo un contrato, no es algo que me preocupe. Yo no agarré la televisión del uno a uno, que era la época de la riqueza absoluta, con visitas internacionales, móviles en todo el mundo. Yo empecé a trabajar con la televisión del patacón. Eso me dio mucho oficio: me enseñó que yo tenía que generar contenido con lo que había; sabía que me tenía que poner frente a un micrófono o una cámara y tenía que hablar y generar mi propio contenido. Cuando trabajás desde la carencia, como hice yo, después, cuando te movés en el mainstream, todo te gusta un poco más. [Con respecto a] lo que pasa es que el rating… es como el resultado del partido, es una herramienta que maneja el área comercial de un canal para vender el producto. Obviamente, el que te diga que no le importa el rating te miente. Pero es una ecuación re simple: medir para que comercialmente a fin de mes yo pueda cobrar y que cobren mis compañeros. Después, un punto más o un punto menos, ser los primeros, los segundos, los terceros, eso es una cucarda.