Una de las razones para las que sirve el Bafici es para descubrir el excepcional e inesperado documental süden de Gastón Solnicki sobre el compositor Mauricio Kagel.
La opera prima de este joven director sorprende por lo desacartonado y por la forma de construir una visión personal de un hecho preciso de la realidad con una estructura narrativa fluida, llena de humor y sensibilidad.
La sinopsis de la película no dice demasiado, sólo habla de un músico argentino que se fue hace décadas a Alemania para dedicarse al arte, algo nada rentable en el país, y que vuelve para presentarse junto a una orquesta local en el Teatro Colón. Eso demuestra que tanto en el cine como en la literatura no importa el qué, sino el cómo, porque el contenido se adapta a la forma y constituyen una totalidad inseparable.
Desde el inicio del documental con una Buenos Aires que despierta y la voz en off del propio Kagel contando su experiencia porteña, el film se vuelve un retrato fiel de la humanidad de ese hombre lleno de matices que dedicó su vida entera a la música.
Acá no hay impostaciones, ni imágenes forzadas, sólo un arduo trabajo de montaje y edición, minucioso pero natural, en el que importa la relación entrañable que ese hombre construye con su entorno, su música, su gente y con la ciudad que lo vio nacer, por la que siente una fina nostalgia.
Los 67 minutos del film son un recorte perfecto de las 130 horas grabadas durante las semanas que duraron los ensayos previos a la función. La película tiene dos miradas profundamente humanas: la del compositor que reflexiona sobre el arte contemporáneo y la frivolidad general, y la del director que al elegir una pequeña parte refleja sus punto de vista personal.
La subjetividad y el sentido del humor hacen de süden uno de los films más atrayentes y logrados de la competencia argentina.
(*) Redactora de Perfil.com.