La pandemia no pudo frenar la actividad teatral de Mariela Asensio. Dramaturga y directora empezó el año con un espectáculo que fue muy significativo, marcando un antes y después: Mujeres en el baño. Sigue los viernes y sábados a las 22, en el teatro Picadero. Aquí anticipa nuevas puestas en escena.
—¿Por qué volviste con Mujeres en el baño?
—Siempre supe que la iba a revisionar. No es la misma. La primera la estrené hace quince años y cambiaron muchas cosas. La obra tenía una mirada de género muy marcada y se proclamaba feminista. Me resultó desafiante volver a hacerla porque aquella me quedó antigua. En el 2007 todas las actrices eran de una misma generación, treintañeras y ahora no. En el elenco hoy están: Maida Andrenacci, Laura Conforte, Laura Cymer, Esther Goris y Karina Hernández. Reescribí el texto antes de materializarlo, pero sabiendo que quería que hubiera mujeres de diferentes edades y romper esa mirada estetizada. No quise repetir ningún nombre del anterior. Cambiaron los personajes. Antes tenía mucho protagonismo lo sexo/afectivo, mientras que ahora está la relación con la casa, con el trabajo, con lo privado y lo público.
—Ahora hay denuncias por abusos y maltratos: ¿aparecen estas problemáticas?
—No aparece el abuso concreto, pero sí se evidencia la desigualdad y la injusticia social, que también son formas de abuso. Hay muchos discursos que ponen en jaque el lugar que se le dio a la mujer históricamente, lo cuestiona y se rebela frente a eso. Siempre hay abuso cuando hay desigualdad. La obra tiene mucho humor e ironía, siento que son armas muy poderosas para contar.
—¿Y el público?
—En esta nueva instancia vienen bastantes hombres, está más mixturado y también se ven muy distintas generaciones. Me alegra mucho. Es una obra de teatro muy musical, con canciones originales. No es una comedia musical, pero sí una propuesta con esta impronta.
—No es tu único espectáculo en cartelera…
—No, seguimos con Perdida mente en la que soy coautora junto a Muscari y con el bio drama sobre la salud mental titulado La casa oscura que creamos con Maruja Bustamante. Estamos en el Galpón de Guevara los viernes a las 21 y en mayo nos iremos de gira. Voy a dirigir una nueva puesta de Gorda de Neil Labute, que se había hecho en el 2008, con dirección de Veronese. Estamos armando el elenco. La estrenaremos entre agosto y septiembre. Además sigo con el espectáculo de Galia Gutmann –Tengo cosas para hacer- que se muda del Maipo a La Plaza. Este año también me convocaron para dirigir el espectáculo que va a producir Teatro por la Identidad.
—¿Cómo fue dirigir a Gutmann que viene del stand up?
—Ella salió a buscar una directora. Quiso superarse y hacer un espectáculo más teatral. Colaboré en el anterior, pero aquí hice la puesta en escena. Dalia no tenía el ejercicio que la dirijan y yo tampoco el de hacerlo con alguien que venía del stand up. Fue una aventura y divertido, juntas encontramos una forma. Aprendí a dirigir en un código diferente. Hoy podemos decir que armamos un muy buen equipo.
—¿Hay tiempo para otros proyectos?
—Sigo con la docencia. No sólo doy clases en la EMAD sino que armamos en la Fundación Somigliana con el Teatro del Pueblo por primera vez un Taller de formación y perfeccionamiento en dramaturgia. Somos seis docentes: Andrés Binetti, Roberto Perinelli, Horacio Banega, Adela Basch y Patricia Suarez. Es muy importante ya que al ser virtual será federal y también podrán participar desde otras partes del mundo.
El nuevo elenco
—¿Convocaste a las actrices?
—Si junto a la productora -Paola Luttini- decidimos cuál sería el elenco. No quise repetir ningún nombre del anterior. Cambiaron los personajes. No es una comedia musical, pero sí una propuesta con esta impronta.
—Hay nuevos diseños de escenografía y coreografía, pero mantuviste a la vestuarista y al músico: ¿por qué?
—Así como escribí el texto, Mauro García Barbe hizo lo mismo con la música, es su autoría y le da identidad. Las pistas están grabadas y cantan en vivo. Quise nuevas miradas para la escenografía y la coreografía. No fue descontento sino para probar algo distinto.
—Mujeres en el baño pasó del off a la avenida Corrientes, algo infrecuente esos años…
—Fue pensada para el escenario del Callejón pero desbordaron los márgenes, se agotaban las entradas. Vino a verla Daniel Grinbank y nos propuso llevarla a un teatro comercial. Hoy esto es más común, pero en aquellos años no. Para la época resultó una novedad cómo planteaba los temas.
—¿Creés que sigen vigentes algunos prejuicios como la edad o la belleza?
—A Madonna continúan haciéndole bullying, por la edad. Es como si no le perdonaran que a sus sesenta y tres años siga activa y siendo una mujer deseante, que baila y se ríe. Buscan ridiculizarla todo el tiempo. Cambiaron muchas cosas, son indiscutibles los avances, pero seguimos siendo menos en muchos espacios. No hay que perder de vista la estructura, ni bajar la guardia. No hay leyes de igualdad para la cultura y si no hay legislación no cambia. No puede haber voluntades pasajeras.