Con su mano derecha chequea mensajes del WhatsApp que le llegan a su iPhone, y bebe de a sorbos agua natural en una botella de 500 cc. Con su mano izquierda se toca el mentón, y la desenvaina de cuando en cuando en el remate de una oración. En sus movimientos se le ve nítidamente el tatuaje con el nombre “Valeria” en cursiva, en honor al amor por su mujer, Bertuccelli, que va acompañado por una estrella roja con el contorno pintado de azul. Vicentico está sentado en la punta de una extensa mesa. Afuera llueve torrencialmente.
Parece un tipo del ala dura del rock, parco, pero no lo es. El músico evidencia destellos de sensibilidad –aunque quiera contenerlo– cuando habla de sueños cumplidos, de la familia que construyó y de las ganas que le genera subirse una vez más al escenario, como los próximos 23 y 24 de mayo en el Luna Park, con el CD Ultimo acto bajo el brazo. Quizá, por designio del destino, cuatro años después, y otra vez tras elecciones de las PASO en la ciudad, el músico, compositor y líder de Los Fabulosos Cadillacs (no es ex, están en otra impasse) vuelve a encontrarse con Perfil. “Soy bastante salame y tonto en la vida en general, pero no tanto como para discutir peleas que no son propias. La cosa está complicada, es un país que está… polarizado, y no me dejo usar ni de un lado ni del otro. Siento que la discusión sobre “de qué lado estás” es para ocultar algo; cuál será la tristeza y el horror que queremos ocultar”, contesta.
—De aquel primer show en el Astros de Los Fabulosos a agregar una nueva función en el Luna Park pasaron treinta años. ¿Te sigue sorprendiendo la respuesta del público?
—Hay momentos en que me sorprendo demasiado y hay otros en los que no me doy cuenta. Te juro que siempre me va a resultar raro que alguien venga a entrevistarme como vos y hacerme preguntas.
—¿Todavía? Has dado incontables entrevistas en EE.UU., México, España…
—Me pasa que pienso “si supieran el error que todos están cometiendo conmigo”, que nada de esto es del todo cierto.
—No te la creés...
—El tema de creérsela o no, de la exposición... Hay que ahondar mucho, desmalezar, hay mucho malentendido. Sé lo que hago, trabajo muchísimo, me gusta cantar, hacer canciones, lo hago con dedicación, pongo mi intelecto, espíritu y cuerpo.
—¿Entonces?
—Nunca me importó si va a ir gente o no. Quizá cuando era chico sí, pero me di cuenta de que era al pedo.
—En “Ultimo acto” está la leyenda del country, Willie Nelson, los jamaiquinos Sly and Robbie, los texanos Intocables, los salseros Our Latin Thing. ¿Es el disco más versátil de tu carrera?
—Puede ser. Hay una cuestión ecléctica… Es simplemente música popular que me gusta. Sí fue uno de los discos más complicados de hacer, largo, de ocho meses, fui a grabar a Kingston, Nashville, Brooklyn, Bronx, volver a Buenos Aires, volver a viajar, todo comandado por Cachorro (López, productor). Hay un dicho que se dice siempre: “La música es el arte de combinar los horarios”.
—¿Con Willie (Nelson) tuviste problema de agenda?
—No. Complicado fue con los texanos de Intocable: era un delirio, desorganizado, parecía que no iba a funcionar, pero nos encontramos y de repente todo fluyó. Willie es estadounidense, por más que fume porro todo el día, toque todos los días, y sea un viejo quemado, dijo tal día y a tal hora en el estudio, y listo. Ese día estacionó su bus en la puerta, bajó y todo salió hermoso.
—¿Qué te dejó haber grabado con él?
—(Piensa) ¡Qué difícil! La que más me guardo es que cuando se estaba subiendo al bus para irse me dijo: “Nos vemos en el camino muy pronto”. Me dio un abrazo… Un hombre de 86 años, con trenzas, le gustó lo que yo hacía. No es que la compañía llamó a Willie y le dijo “este cantante quiere grabar con vos”. Yo mismo me contacté con él, conseguí el mail de su esposa y de su manager, les escribí diciéndoles que era un artista argentino y que me encantaría poder grabar con Willie Nelson. Al rato me contestaron y me pidieron que mandara material mío. Se los mandé y a los dos días me dijeron: “Podemos estar tal día en Nashville y nos gustaría que nos puedan enviar una versión en inglés de lo que cantaría Willie”.
—¿Tenías decidido que iba a cantar “Sólo un momento”?
—No, me di cuenta en ese momento, y les pregunté con qué letrista trabajaban, me pasaron el mail de James Slater (reconocido escritor de canciones country nominado a los Grammy), y él escribió la parte en inglés de Willie. En la música no parás de aprender, y obvio que aprendí viéndolo. Son cantantes de espíritu, pura intuición, en algún punto creo que fui el mejor alumno para este tipo de cantantes.
—Charly García dijo que le gustaría grabar un disco con Keith Richards. ¿A vos con quién te gustaría?
—Varios, pero más que grabar un disco... quizá más hacer música por distintos lugares. Bowie es uno que me vuelve loco, podría cantar una canción con él. También el grosso de Neil Young. Leonard Cohen, McCartney, o zapar con The Wailers. Otras me pasaron, como con Willie Nelson y Tony Bennett, lo conocí y tuve el orto de grabar con él en un disco de duetos de la compañía, luego tocar juntos en Chile, acá, en Miami. Inolvidable.
—¿Qué música escuchás?
—Lo mismo de siempre desde que soy chico: Bowie, Young. Ahora venía para acá escuchando en el auto Derviches, que son unos bailarines turcos que hacen música media rara. Ah, y también música hawaiana como Alfred Lopaka.
Vicentico lleva 22 años de matrimonio con Valeria Bertuccelli, madre de sus dos hijos, Florián (20) y Vicente (8). La actriz volvió a mostrar su faceta de cantante en un trabajo de su marido: en esta ocasión puso su voz en No te apartes de mí: “Creo que si mi mujer se hubiera dedicado sólo a la música y no a la actuación le hubiera ido muy bien también porque tiene un espíritu muy expresivo”.
—Florián forma parte de tu banda, ¿qué tratás de enseñarle del oficio del músico?
—No trato de enseñarle nada. No soy de esa clase de padres que enseñan, supongo que habré enseñado sin darme cuenta, con el ejemplo, inconscientemente. El solo tiene su propio camino, y desde chico que quiere ser músico. Es un ser despierto que sólo va para adelante, de verdad, yo no hice nada y trato de acompañarlo. Bah, tiene 20 años y ya no quiere que lo acompañe (se ríe).
—Vicente tiene 8, ¿ya despertó alguna inquietud musical?
—Sí, agarra la batería. Hace de todo, la verdad, pero todavía es muy chico como para ponerle un mote o saber qué irá a hacer de su vida.
—¿Cómo te pegaron los 50?
—No siento que sea una fecha a la que llegué. Sigo atlético y con deseos de toda clase. Es un buen momento. Cada momento tiene su esplendor. Es más que nada cómo pasan los días, que no haya velocidad en cómo la vida pasa. El tiempo es corto, más vale estar consciente y aprovecharlo. Trato de hacer todas las cosas que quiero: viajar, estar con mi familia, mis hijos, mi mujer, hacer las canciones que quiero.