ESPECTACULOS
Lizy Tagliani

"Sin la Ley de género, debería tomar la voz de lucha"

La conductora de El precio justo y actriz en la obra Los Bonobos se sincera: se define, con sonrisa, como “un outlet de Susana Giménez”. Expresa su postura frente a la maternidad y se emociona con todo lo logrado.

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Agradecida. Tagliani sostiene que la gente la aprecia porque representa una idea de la “no pose” y festeja su participación en la obra. | RGB

En mi documento figuro con el nombre que me puso mi mamá, Edgardo Luis Rojas. No tengo, ni tuve la necesidad de cambiarlo. Y menos ahora que está la Ley de género. Si no estuviera capaz que sí debería tomar la voz de lucha, como lo hicieron muchas”. Con esta confesión sorprende Lizy Tagliani, quien conmovió las redes sociales al contar cómo se refrescaba en su humilde infancia (en contraposición con su nueva pileta). Tagliani desde el 22 de enero se dedica tanto a la conducción de El precio justo por Telefe como al teatro gracias a su participación en el espectáculo Los Bonobos de Laurent Baffie (el mismo autor de Toc-Toc) en El Nacional.

“Empecé haciendo unipersonales en el 2014 –recuerda Tagliani– y me fue muy bien, pero me gusta cambiar para no quedar encasillada. Cuando me llegó la propuesta de Los Bonobos me pareció muy buena y divertida. Me gustó la idea de acompañar a los chicos, que son los protagonistas: les hago de partenaire. Mi personaje crece en la obra y me pone en otra situación. Ahora estaré al servicio de los otros y es un lindo desafío”.

—¿Seguirás en la televisión?

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—Con El precio justo no paramos desde que empezó (febrero 2019). En un principio, se pensó detener el especial de “los famosos”, que va solo los domingos, pero lo seguimos haciendo.

—¿Cómo te relacionás con el rating?    

—No me importa. ¡Logré tanto! Viví con mi mamá y recién a los siete años conocí lo que era una ducha. Siempre me había bañado en una palangana, pasé frío y calor. Imaginate si hoy me voy a preocupar por un número más o menos. La vida me dio demasiado como para estar atenta a eso. Solo disfruto.

—¿Tu primera profesión es peluquera?

—Así es. Es mi oficio, mi vocación de alma, lo que quise siempre para mi vida. Conducir en TV también me gusta, pero esto ha sido como un premio, un descubrimiento. Fue como la lámpara de Aladino: empecé a actuar y se transformó en algo imparable. De corazón, si pudiera elegir creo que sería socióloga. Había empezado la carrera en la UBA y llegué a hacer el Ciclo Básico. Tuve que dejar porque no me daban los costos ya que para poder estudiar tenía que dejar horas de trabajo. Tal vez retome.

—¿Seguís teniendo tu local en la calle Vicente López?

—Sí, en el barrio de Recoleta. La diferencia es que antes tenía empleados y cuando me hice conocida la mitad de la peluquería se las regalé a ellos: ahora somos socios. Sigo yendo. Me entretiene, me gusta y me divierte. Para el medio artístico, sea conducción o actuación, sé muy bien lo que no quiero hacer, pero en la peluquería no tengo nada que no me guste.

—El público te quiere...

—Me llevo muy bien con la gente. Siento ese cariño y es inmenso. ¿Qué es lo que ven para quererme? No es que todo el mundo quiere ser “trava”, pero se ve que todos son un poco Lizy… Tal vez sea la naturalidad, la no pose. Nunca, jamás, me agredieron en la calle, ni siquiera antes de ser famosa. No tengo malos recuerdos por mi condición sexual.

—¿Cómo es tu relación con el dinero?

—La verdad es que ahorro mucho, aunque no soy nada tacaña, solo que vivo igual que siempre. Tuve desde hace un tiempo un golpe de suerte que tiene que ver con el trabajo y la remuneración. Un ejemplo, cuando tuve mi primer programa en Telefe no empecé a comer pez globo traído del mar Muerto, sino que seguí con los fideos con manteca. Mantuve mis mismos hábitos. Me gustan las buenas carteras, pero me compro dos al año y no quiero una de US$ 15 mil. No está en mí quererla. Me gustan mucho los autos. No tengo muchos, solo uno, pero lo cambio todos los años. Los otros días le decía a una amiga que si pudiera haría un contrato con una agencia para tener uno distinto cada tres meses. Colecciono automóviles pequeños, ahí tengo cuatrocientos. Lo primero que hice fue comprarme mi casa. Siempre pienso que la plata o la suerte se terminan.

—¿Cuál fue tu modelo como conductora cuando empezaste a trabajar?

—Nunca tuve modelos, porque no trabajé para estar en la televisión, por eso no tengo referentes. Siempre  me gustó ser yo, ahora me doy cuenta que como conductora soy una especie de “outlet” de Susana Giménez, una imitadora de ella, pero no lo hago conscientemente. Sin conocerla, tenía un montón de modismos, pero sin querer. Mimetizo. Soy de las que van a Córdoba dos días y regresa con tonada. Cuando peinaba a Nicole Neumann hablaba como ella. Esto me pasa con las mujeres, es tanto el amor que les tengo. Mi mamá era muy rústica. No es un defecto sino la vida que le tocó. No tenía nada de femineidad, aunque es la persona que más quiero y mi referente número uno, lo femenino lo encontré en otro lado.

Adiós a la radio

Lizy Tagliani ya tiene programado su año: televisión y teatro. “Dejé la radio –confirma– porque no iba poder con los horarios. Cuando hacía temporada en Mar del Plata o Carlos Paz me tomaba esos meses, pero ahora en Capital es imposible levantarme a las cuatro y media de la mañana. Lo hablé con Santiago del Moro, quien es un gran amigo y lo comprendió. Tengo las puertas abiertas”.

A la hora de hablar de su relación con su novio Leo Alturria confiesa: “No podría tener nada en mi vida que no pudiera mostrar. Todo necesito que se vea. No podría estar con nadie que me ocultara o que tuviera un bajo perfil. Ahora no puedo cambiar la cerradura, cuando abrí las puertas. Nunca diré: “No hablo de mi vida privada”.

Cuando se le pregunta por la maternidad no duda: “Tengo un eslógan que me lo inventé y que sea poético para la prensa: ‘No tengo la necesidad de ser madre’. Pero si hay una criatura que tiene la necesidad de tenerla, yo estaría dispuesta a hacerlo. No soy diferente de lo que la gente ve de mí, nunca tengo malhumor. Aunque soy mucho más callada y muy respetuosa, extremadamente. No me vas a ver cuestionar nada, ni la paternidad, ni la maternidad de nadie. Viene de mi hogar: llegabas a mi casa, te presentabas como Laura y aunque tuvieras bigotes se te decía así. Mi madre –que falleció en el 2011– siempre tuvo una cabeza muy abierta y súper respetuosa”, finaliza.