Samuel Eichelbaum estrenó su obra Pájaro de barro en 1940. La pieza es de una innegable actualidad. Felipa, la protagonista, es una mujer joven de origen humilde, muy inteligente y muy decidida viviendo en un tiempo muy difícil para una mujer. Seguramente su estreno debe haber generado debate en la pacata sociedad porteña de su tiempo. La obra se inicia con Felipa (en nuestro espectáculo encarnada por Lucía Tomas) y Juan Antonio (Daniel Hendler) amaneciendo en un galpón en el que han pasado la noche. Para Felipa es un momento iniciático. Se enamora y eso dispara en ella un viaje hacia el interior de sí misma. Terca, apasionada, digna, tomará decisiones sorprendentes a lo largo de toda la obra. Al introducirse en la obra de Eichelbaum salta a la vista, la contundencia de los personajes femeninos. En la historia del teatro ha habido algunas heroínas extraordinarias, Felipa es una de ellas. Y ahí llegamos al interés que esta obra puede despertar en el público actual. El dolor de Felipa y su potente decisión son implacables. Como pasa con Nora, la protagonista de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, nos tienta imaginar cómo le habrá ido después de abandonar la supuesta contención del modelo aceptado y no hacer lo que la mujer tenía y aún tiene como mandato.
A poco tiempo del estreno de la película Roma de Alfonso Quarón y del Oscar correspondiente, la asociación con la obra que estoy dirigiendo se hace inevitable. El tiempo no pasa igual para algunas personas. Como se ve en la película, algunos recorren cada día los mismos espacios, haciendo en el mismo tiempo las mismas acciones a la misma hora, sin posibilidad de cambio. Muchas mujeres viven hoy situaciones muy similares a las que las mismas mujeres vivían el siglo pasado o el anterior. Joven, pobre e ingenua, la protagonista de Roma cuenta solo con el apoyo muy relativo de otras mujeres y se apoya en esa liviana sororidad. La protagonista de Pájaro de barro vive momentos casi idénticos en otra época, también se apoya en otras mujeres pero no es tan suave, ni sumisa, ni conformista. Tiene aspiraciones, defiende su dignidad y no quiere ser compadecida. Pájaro de barro puede sumarse a la polémica que despertó la película. Si viste Roma, de Alfonso Quarón, no te pierdas Pájaro de barro, sumate a la polémica, diría mi imaginaria publicidad.
A lo largo de mi carrera he trabajado en variados formatos como directora y autora: dirigiendo actores, actores y objetos, títeres, interviniendo espacios públicos y privados, coordinando instalaciones teatrales o performances. En el país y en el exterior. Para niños y para adultos. En todos los casos me pregunto por la efectividad del criterio que elijo para cada montaje y pruebo. Ni los formatos de recorrido o callejeros, ni los montajes instalativos, ni el uso de la tecnología multimedial, ni la ruptura del espacio escénico, ni el desplazamiento del público de la cómoda butaca, responden actualmente al viejo concepto de lo nuevo. Nada es nuevo y todo está felizmente a nuestra disposición para ser usado y recombinado como mejor nos parezca. Tenemos, por suerte, un público activo y activado que se acerca y busca lo que le interesa sin prejuicios. Mi obra como directora es ecléctica. Trato de no regirme por mandatos y arriesgo mis propias pruebas.
El elenco elegido está integrado por actores de diversas formaciones y experiencias. Juntos encontramos un criterio de actuación que combina la pluralidad de técnicas de los actores jóvenes (muchos de ellos formados por maestros que miraron mucho a los actores de los años 40 y 50 de nuestro país o con técnicas de clown), con la actuación realista de los actores que tienen mucho recorrido en el cine y la televisión. La idea es “hacer sistema” pero un sistema con fugas y derivas. Los recursos de la puesta en escena combinan la maquinaria a tracción humana de la tradición teatral con el diseño y la animación en video. Todo se pone en acción a la vista del público.
Sobrevuela la puesta en escena, el amor por el viejo cine de los primeros años del siglo XX, sus cuadros todavía herederos del teatro, el blanco y negro, los sepias, los afiches acuarelados con la imagen de una actriz recortada en negro, un relator que corta la acción para dar una información innecesaria pero de valor literario, una música de carácter cinematográfico.
Despegarse del televisor solo por hoy, postergar el capítulo 20 de la temporada 12 de la última serie que estamos viendo para ir a sentarse en una butaca del bellísimo teatro Regio a ver esta pieza del teatro nacional quizás tenga sentido.
*Directora y docente teatral. Dirige y firma la versión del espectáculo estrenado, Pájaro de barro, en el teatro Regio (Avda. Córdoba 6056).