Camino por las calles del barrio porteño de Belgrano y me paro a mirar un reloj inteligente que quiero convencer a mi madre que use. El reloj da la hora, marca el consumo de calorías, ritmo cardiaco y al mismo tiempo permite ver las notificaciones de WhatsApp, instagram, Facebook. Veo también en la vidriera, el reflejo de un cartel en el que los ojos de Mirtha Legrand en primer plano anuncian que vuelve a sus almuerzos. Que comenzaron hace ya más de 50 años. En esta vuelta, además, le va muy bien, supera los 11 puntos de rating promedio. En mi barrio, también está el restaurante de Donato De Santis, hace varios años que compro panetones y delicias italianas. Pero este año disfruto más la compra porque Donato es jurado de MasterChef Celebrity 2020, mi mind break de cada noche, y aprendí a admirarlo aún más. Por cierto, a MasterChef también le va muy bien, llega a los 16 puntos de rating.
A quien también le fue muy bien este año es a la plataforma de distribución de videojuegos Steam, a la que seguro mi madre aún no conoce. Pero en Steam hay varios videojuegos en realidad virtual sobre los que me tocó investigar. Me preguntaron mucho si un videojuego en realidad virtual era un videojuego o ya era una nueva forma de película de estos tiempos. Pero los procesos sociohistóricos nos exigen sincrónica y diacrónica en todo momento. Y las categorías de análisis de las industrias culturales que ya estaban en intensa revisión antes del 2019, imagínense ahora. Donde los modelos definitivamente son híbridos, acelerados, blended y mixtos. Donde para innovar la línea es muy fina y realmente hay que entender cómo. Donde los espectáculos de teatro y los conciertos por streaming fueron uno de los hitos del 2020, pero también la remake de los espectáculos en autocines de los que me habló mi madre en alguna oportunidad. Para ser más claros aún, muchos de los inventos que nacen en la edad antigua como los espejos, las ventanas o los anteojos, siguieron existiendo en la edad media y claro, lo siguen haciendo hoy. De hecho los relojes mecánicos de los que deriva el smartwatch que quiero comprar - y es furor de ventas- se inventaron en plena edad media. Para decirlo más claro aún: nos toca asistir en vivo a un pasaje de era en el tiempo. ¿Un pasaje como ir de la edad antigua a la edad media? Sí, eso.
Freud pensó que la idea abstracta de tiempo se genera en el espacio lúcido de la conciencia. El inconciente, en cambio, lo ignora, en nuestros sueños por ejemplo no rigen las reglas del tiempo, ninguna idea es juzgada o desechada, cuestiones de un tiempo se mezclan sin justificación y con fascinación con cuestiones de otro tiempo. Muchas de las historias que contamos en la tele, en las series, muchas de las historias más fantásticas de la literatura nacieron ahí, donde lo convergente y lo divergente se mezclan.
En ese orden, la televisión estuvo ubicada con una función social y de construcción de sentido importantísima en el Siglo XX y XXI, siendo la puerta de entrada desde la cual millones de personas pudieron acceder a los acontecimientos más importantes de la historia: la llegada del Hombre a la Luna, la caída de las Torres Gemelas, el Super Bowl, las finales de los mundiales de fútbol, hasta el rescate de los mineros atrapados en Chile. Aun así en el 2019 muchos aún planteaban si la tele ya se había muerto, y en ese caso si el asesino era Netflix, YouTube o el teléfono que tenemos en la mano; Y si el entretenimiento en el futuro se iba a parecer en algo a lo que conocemos.
Hoy tenemos claro que el modelo es blended, y que vivir, atravesar, ser parte de un cambio de era, de un pasaje en el tiempo, es algo movilizante, disruptivo y sumamente apasionante. Es volver a pensar qué usos le damos y ponerles nombres nuevos a los productos culturales.
¿Cómo se llamará este nuevo proceso socio histórico? ¿Nos animaremos a ponerle la Era digital o la Era virtual? ¿Hay que seguir poniéndole un nombre a los momentos históricos? Bueno, vamos a ver.
* Docente, investigadora y especialista en transformaciones culturales.