Medio mundo señala que Gerardo Sofovich se humanizó o algo así. Y el resto dice que está peor que nunca y que resulta inaguantable.
Sea cual fuere la verdad, Sofovich se las ha compuesto para que su figura resulte eje atrapante de Bailando por un sueño, el casi irresistible show bizarro-musical que pone en acción Marcelo Tinelli.
De este presidente del jurado se habla tanto o más que del presidente original de los argentinos, Néstor Kirchner. Desde cualquier perspectiva, la pregunta que surge del televidente común es sólo una: ¿qué le pasa a Sofovich? Tal vez una respuesta unifique ambas miradas: el hombre parece estar atravesando una fuerte explosión de autenticidad; aquel malhumorado Gerardo que sólo se exhibía fuera de cámaras ahora irrumpe en el aire y sin el más mínimo pudor. Aunque también justo es reconocer que un desdoblado Gerardo (su otro “yo”, casi), agradable y protector, que se dejaba reconocer sólo para los más íntimos y siempre fuera de cámaras, ahora también aparece en el aire y en el momento más inesperado. Como ocurrió hace dos semanas, cuando debió calificar a Alejandra Pradón y levantarle el ánimo: “No hay que bajar los brazos. Te lo digo yo, Alejandra, que sufrí un grave accidente a los 7 años y eso no me impidió que fuera lo que hoy soy”, soltó el hombre que durante seis décadas había convivido en silencio con esa tragedia que a temprana edad lo dejó prácticamente sin una pierna. Nunca en sus cuarenta y pico de años en la televisión se lo había visto a herida abierta.
Reality Gerardo. A Moria Casán se la puede calificar (mal o bien) de muchas maneras, aunque menos de una: que reparta elogios injustificados. Por eso sorprende su mirada sobre (¿un nuevo?) Gerardo: “Para mí, es lo más tierno del planeta. Gerardo reacciona así: una vez que supera su ego y reconoce que la gente le da entidad, que no lo ningunean, entonces se abre como una flor. Es sumamente paternal. Es el jurado más bueno, más bueno que todos nosotros, sin ninguna duda”.
Moria da en el blanco cuando habla de ninguneo y de reconocimiento de entidades. Porque esto debe decirse aunque les provoque urticaria a más de uno: él y su hermano Hugo inventaron casi todos los formatos que hoy en día funcionan en televisión. A fines de los 50 y comienzos de los 60 se arriesgaron con todos los géneros: entretenimientos, musicales, cómicos en base a sketches, telecomedias, programas ómnibus con premios, incorporación de la gente común a la pantalla, ciclos en vivo, cómicos musicales y hasta la eliminación de lo que teatralmente se llama “la cuarta pared”: esto es, trasponer la línea del camarógrafo y mostrar el backstage y hasta ridiculizar la propia televisión: en síntesis, lo que tan bien hacía Alberto Olmedo. Todo esto suele no reconocérsele a Sofovich por la pérdida y eliminación de viejos tapes, una devastación cultural que impide a muchas generaciones ubicar donde debiera a determinados innovadores. Pero volvamos a la percepción de Moria: “Gerardo me hace acordar al personaje Gardiner, de Peter Sellers, en Desde el jardín. El vive en la tele todo el tiempo, como en una especie de reality. Necesita manifestarse siempre. Ya no tiene ningún prurito en decir casi cualquier cosa que se le venga a la cabeza. Y llegar a eso es impresionante. Es un hombre que hace un refinamiento de la sensibilidad”.
Yo y mi otro yo. Reconversión es una maniobra que Sofovich sabe hacer muy bien. Podría decirse que pudo ganarle al pasado reciente (su amistad con Menem, su pensamiento conservador, su paso con turbulencias legales por ATC), y lo hizo aferrándose al pasado más bien lejano. Los orientales dirían que pasó de un yan (ampliación de su yo) a un yin (reflorecimiento de su interior). Basta un dato: hace poco más de diez años, Sofovich era un multimedios más que una persona; era dueño de dos radios, dirigía ATC y también un diario, El expreso. No fue exitoso. Hoy conduce dos programas en América y participa en otro, tiene en cartel varias obras de teatro. La diferencia es notable. Aunque nadie en su sano juicio podría estar hablando de “la decadencia de Gerardo Sofovich”, hay que señalar que ha perdido bastante poder de fuego.
A quien le hiciera la cruz hace años, pobre de él. Ahora, la situación parece invertirse. Quien se pelea con Sofovich, gana. En este punto, el denominado “ruso indino y malino”(como decía Minguito) sabe bien hasta dónde estirar la cuerda. Después de su cruce guerrero con la Fidalgo, quizá nunca le otorgue un puntaje debajo de 10 porque su rencor se pondría muy en evidencia. Pero hay quienes dicen que está regalando demasiados “10” (a Luciana Salazar y a Carla Conte, por ejemplo) para generar rivales naturales que actúen por él y le ganen a su gran y último objetivo. También sabe que no toda la gente está de su lado. Que una cosa es el rating de Tiempo límite y su destacada conducción, y otra cosa es su arraigo en esa masividad. Si ambas situaciones fueran iguales, no hubiera tenido que soportar hace una semana una gruesa silbatina en el Luna Park, cuando fue presentado por la Tigresa Acuña, la boxeadora que lo había invitado para esa velada boxística. Y aunque su imagen televisiva se presente en alza, al punto de que no arregló aún contrato con América porque quiere el horario central para su programa, sabe también que la mítica Polémica en el bar no es de gran interés para ningún canal por la sencilla razón de que allí suele “desnudarse” políticamente y casi siempre a contramano de los tiempos que corren.
Poder y autoritarismo. La construcción de poder en televisión es bastante parecida a la que se debe hacer en el terreno político. Hay que enlazarse con otros que, a su vez, tengan poder para lograr eso que se llama sinergia. Sofovich supo cuándo hacerlo y con quién. No le importó, por ejemplo, que Jorge Rial fuera uno de sus declarados enemigos mientras administraba ATC. Se acercó a él, limaron asperezas y ganaron los dos, promocionándose el uno con el otro.
Si con Moria Casán queríamos una opinión justa pero tamizada por la amistad, quisimos con Lucho Avilés (hoy declarado enemigo de Gerardo y hasta con juicios en el camino) saber si él veía un Sofovich humanizado. La respuesta no pudo ser más dura: “Preferiría no tener que hablar demasiado de Sofovich –advierte Avilés. Pero no hay una nueva persona, es el mismo de siempre. Caracterizado por la arrogancia y el natural autoritarismo que siempre lo distinguió. No se humanizó por decir lo de su accidente. Lo hizo para tener una base desde donde descolocar a Pradón, sólo por eso lo confesó.Y en el episodio Fidalgo, ¿qué tenía que ver la discusión aquella con relación a Flor de la V con la actitud de un presidente de jurado? El le pedía a Laura honestidad intelectual. Yo pregunto: luego de decir todo lo que le dijo, e insistir en otros programas, ¿qué honestidad intelectual puede tener él ahora?”.
Sobre el uso de poder que hace Sofovich, Jorge Lafauci dice: “Sabe ejercer el poder Y es algo que él no ha buscado sino que le han otorgado los demás. No por casualidad los reyes europeos siempre dicen que el poder les viene por mandato divino. De algún modo, buena parte de la sociedad ha elegido que Sofovich fuera una persona con poder. Porque sabe qué hacer con él”.
Sofovich muestra sus puntos débiles y se pelea como nunca públicamente. En sus programas de América parece que viviera encolerizado. Conviene recordar a Séneca: “La razón trata de decidir lo que es justo. La cólera trata de que sea justo todo lo que ella ha decidido”. ¿Será esto aplicable a Sofovich o nada de ello hay en su interior? Ese es, al fin y al cabo, uno de los misterios del nuevo presidente temporario de los argentinos.
Las peleas del "Ruso"
Cierta vez, hubo un punto de inflexión. Se sorprendió “Chiquita” Legrand, anfitriona de un almuerzo a solas con Gerardo a comienzos del año pasado. Sofovich disparó: “Estoy esperando cumplir 70 años para poder matar a alguien, no terminar en la cárcel y lograr arresto domiciliario…”. Al día siguiente, Pergolini desde la radio se preguntó: “¿No habrá sido para mí ese mensaje?”.
Lo claro es que desde ese momento comenzó un raid difícil de empatar. Stella Maris Lanzani fue la primera gran víctima, echada en plena emisión en vivo de Intrusos y por teléfono. Luego siguió el frustrado paso de comedia devenido en film de terror clase B con Ileana Calabró. Hubo un cruce de palabras con Zulma Faiad. Otro con Reina Reech en lo de Mirtha porque promocionaba demasiado su obra “y eso no está bien porque yo no lo hago” (¿?). Le retiró el padrinazgo a María Eugenia Ritó y no fue a la megafiesta de su casamiento.
Silvina Luna también quedó sin protección, un poco averiada, y no se sabe bien por qué. Lo último, ya lindante con lo bizarro, fue el capítulo Laura Fidalgo. Con acciones legales incluidas por parte de Fidalgo por lo que había dicho de ella Florencia de la V en el espectáculo que producía Gerardo. Lo raro es que ahora no gana todas las peleas que disputa. Suele empatar o perder por puntos. Pasa rápido de la ferocidad al casi apichonamiento. Cosas del nuevo Gerardo.