ESPECTACULOS
Nacha Guevara

“Somos menos creativos como sociedad”

Con una mirada benévola sobre su recorrido, la cantante advierte respecto de las malas formas que estamos tomando tanto en las redes sociales como en la vida. Asegura que la política la aburre, y que hoy hablar con voz propia es muy difícil.

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Di Tella. Nacha Guevara recuerda lo insolentes y libres que eran de jóvenes en el Instituto. Reivindica los sueños “imposibles”, como la llegada de Obama al poder o la caída del Muro de Berlín. | piemonte

Buenas tardes. ¿Cómo estás? Has hecho algunas cosas muy lindas, has crecido mucho. Estoy muy orgullosa de vos”. Así responde Nacha Guevara cuando se habla de un imaginario encuentro esta Nacha y se piensa lo que diría aquella Nacha, la que cantaba en el Instituto Di Tella en los años 60. En su nuevo show Las canciones que nunca volví a cantar, con funciones en La Trastienda (8, 9,15,22 y 29 de marzo) y una fecha en el Teatro Coliseo Podestá de La Plata (10 de marzo), Nacha vuelve a los escenarios y a esas canciones, las de Nacha de noche y Anastasia querida, las absurdas, las desfachatadas, que redescubrió en la muestra en el Museo del Mar dedicada al Instituto Di Tella cuando la invitaron a volver a cantarlas. “Me invitaron a hacer estas canciones del Instituto Di Tella. La armé para una sola vez, sin pretensiones. Tal cual cuando hacíamos los shows en los 60. Resultó ser algo que me hizo bien y le hace bien a la gente. Estaba asustada justo antes de cantar. 6 mil personas de entrada libre, con gente que venía de la playa. Había mucho público. Las canciones siguen siendo raras. Un Bolero de sinónimos, Cómo hacer huevos quimbo, una Balada a una banana reclamándole a Colón porque se las llevaba. El absurdo es extraordinario. En aquel momento no te recibían de pie. Yo en el espectáculo hablo, de mi historia, del Di Tella, del país. Fue un sorpresa enorme ver cómo ese material sigue tan vivo”.

—¿Y vos qué le dirías a esa Nacha?

—Te agradezco mucho todo lo libre, lo atrevida, lo insolente que has sido. Y seguís siendo una inspiración para mí.

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—¿Con que considerás que fuiste insolente?

—Con todo. Con mi vida, con mis elecciones, con mis parejas, con mis elecciones de vida, con mis espectáculos. Con todo. No digo que sea importante ser insolente. A mí me gusta. Es un ejercicio de libertad. Es una forma de rebelarse, pero hay una rebeldía creativa, y una rebeldía que no es creativa. Hay una insolencia que es insolencia sola, y otra que es creativa. A esta última me refiero. Y el grupo de la generación del Di Tella ejercía esa insolencia. No es la insolencia anónima de hoy, de las redes. Nosotros poníamos la cara.

—¿Qué creés que se perdió con esa generación y que es realmente difícil que vuelva?

—Es difícil por ahora. Creo que mientras estábamos allí, jugando, y creyendo que éramos libres, y con una canción se cambiaba el mundo, y soñando con todo eso, había unos seres, como hay ahora y sigue habiendo, llamados la “intelligentzia”. Planean mucho por delante de nosotros, y ya planeaban este mundo donde lo que importa es ser igual uno al otro. No de los derechos, ¡eh! De manada. Como las publicidades: “Unite a la manada”. Es mucho más fácil dominar a la manada, y les vendés a todos la misma zapatilla, la misma gaseosa, la misma canción, que permitir que haya individuos inquietos. Mientras nosotros hacíamos, ellos ya sabían cómo iba a ser el sistema para amurallar, para bloquear a estos pequeños duendes. Y lo lograron.

—¿Creés que ganaron? ¿Somos menos creativos como sociedad?

—Sí, somos menos creativos como sociedad. Eso es así. Eso no quiere decir que hayan ganado. La historia de la humanidad muestra que siempre hay creativos, siempre se salen algunos del molde. Ahora es más difícil y eso es curioso porque nosotros lo que hacíamos lo hacíamos bajo gobiernos militares, que aparentemente era muy difícil. Hoy hablar con la voz propia es más difícil que en ese momento.

—¿Eso sería “lo imposible” hoy?

—¿Hablás del “Seamos realistas, soñemos lo imposible?” Lo imposible es la utopía. La Revolución Francesa, la caída del Muro de Berlín, el ascenso de Obama al poder. Todos fueron sueños imposibles. El tiempo probó que lo que hoy es utopía mañana puede ser realidad. Yo creo que la perfección es posible, que la belleza es posible, que la armonía es posible. Ese es mi sueño.

—¿Te enoja cómo estamos como sociedad?

—No me enoja. Me aburre. Me aburre que no avanzamos, que no evolucionamos, que no entendimos todas lecciones, todo el sufrimiento, todo lo que vamos atravesando. Llega un momento donde ves tantas veces la misma película que ya sabés cómo termina. Cuando yo volví en el 83, con Alfonsín, con esa primavera, que fue un momento hermoso de la Argentina, yo nos imaginaba en un lugar distinto hoy. Me imaginé que después de todo lo que pasó íbamos a entender que por ahí no era. Pero no.

—¿Cuál es entonces nuestro gran error?

—Yo creo que nos hemos enamorado del conflicto, nos hemos enamorado de la pelea, porque nos hace sentir poderosos cuando peleamos con el otro. Es una lucha de egos. El ego yo versus vos, uno de los dos pierde. Las conversaciones, las discusiones, la familia, los gobiernos al apoyarse en esa dinámica de: “Yo gano, tu pierdes” es muy difícil, porque todo es una batalla.

—¿Hay algo que te enorgullezca particularmente de lo que hicieron en ese momento?

—Sí, claro. Que fuimos libres. Que no buscamos pasar a la posteridad ni a la tapa de una revista.

—¿Siempre fuiste libre?

—Libre como ahí, no. Lo de ahí es que éramos libres, porque no nos dábamos cuenta de que éramos libres y ésa es la verdadera libertad. Acá lo que quita libertad es la búsqueda de aprobación, y estamos en una época en la que vivimos de los likes, y todos quieren agradar, o desagradar, que es lo mismo. Eso solo se nivela siendo quién uno es.

—¿Qué es lo que más orgullo te da de tu recorrido?

—Mis hijos. Algunos espectáculos hermosos. He creado armonía, aunque sea un poquito. Pero eso es lo que puedo hacer. En el Di Tella no tenía claro que eso era importante. Queríamos expresarnos, divertirnos, era para equivocarse, para experimentar. Más adelante lo vi como una posibilidad. Los artistas sirven para equilibrar a la sociedad. Cuando toca alguien en la 9 de Julio, y hay miles de personas escuchando. Ese es un momento que crea armonía en la sociedad. Los gobiernos deberían entender que los artistas crean unas energías y la gente no sale igual que como entra, sale de su cotidiano, conecta con uno mismo. Eso no es evasivo. Cuando uno se siente mejor el mundo de alrededor cambia. Se genera algo colectivo, se construye colectividad buena. Se comprobó que Mozart crea conferencia entre los dos hemisferios cerebrales. Entonces alguien le tiene que decir a los que gobiernan: hagan conciertos de Mozart, que ayudan.

—¿Y si te responden que ese dinero podría usarse para ayudar a la gente en la calle?

—Por supuesto, las dos cosas son importantes. Si no hacés el concierto de Mozart, ¿va a dejar de haber gente durmiendo en la calle? Es un retruco muy grande que me tiene muy cansada. Generalmente los que hacen eso no se ocupan de una cosa ni la otra: ni se ocupan de la gente en la calle ni hacen el concierto de Mozart.

—¿Te cansó la política?

—Me aburre. Es siempre lo mismo. Es mucho.


“Dejé los ‘ismos’ hace tiempo”

—¿Cómo vivís todo esto que está pasando con las mujeres, que parece estar cambiando para siempre?

—Yo no sería tan optimista. Esto no es el principio ni el fin de una lucha. Aquí vienen remando mujeres desde hace mucho tiempo, grandes mujeres, grandes heroínas. Ahora el agua hierve a cien grados, no a 99, y llegó el momento de un hervor de lo femenino. Por supuesto sale a borbotones, sale a chorros, sale el agua sucia primero. Se tiene que sostener, que no quede en lo mediático. Y se sostiene en las conductas, no con las palabras. Es a las mujeres a las que nos toca hacer el cambio, los hombres no van a hacer nada para cambiar esto. Esa es la verdadera lucha.

—¿Qué pasa cuando se arma una pelea entre las mujeres por este reclamo?

—Aquí las peleas son muy grandes por una palabra. Si soy feminista o no soy feminista. Una palabra. Veamos la conducta. Si hemos defendido con nuestra presencia, palabras, actitudes, el valor femenino o no. Es más interesante que pelearse por una palabra.

—¿Te considerás feminista?

—He dejado los “ismos” hace mucho tiempo. Me considero una mujer y no tengo que explicar mi presencia como mujer en el mundo. Con mis elecciones de personajes, con mi programa Me gusta ser mujer. No tengo que explicar nada.