Hasta el 14 de octubre en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), se presenta Quereme así… piantao, espectáculo de Maximiliano Guerra; su esposa, Patricia Baca, y el Ballet del Mercosur. Allí se realiza un homenaje a Horacio Ferrer, a través de un guión de Gustavo Cabaña, que ficcionaliza la historia de amor del poeta argentino, fallecido en diciembre de 2014, y su gran compañera, la artista plástica Lulú Michelli, quien también interviene en la obra, junto a Micaela Guerra, de 21 años, hija del primer matrimonio de Guerra, como cantante.
En esta entrevista, Maximiliano Guerra y Patricia Baca cuentan cómo son como pareja y hablan sobre las sospechas en torno a incluir familiares dentro de un proyecto de trabajo y la labor de Guerra al frente del Ballet Estable del Teatro Colón.
—Ustedes comparten familia (tienen dos hijas pequeñas) y trabajo. En público, suelen mostrarse muy afectuosos. ¿Cómo son como pareja?
GUERRA: Somos muy pasionales. Ella es leonina, yo soy taurino: así como nos amamos y proclamamos el amor todo el tiempo, cuando tenemos una discusión somos complicados.
BACA: Somos explosivos. Para discutir, hay familias que esperan a que los chicos no estén presentes… Nosotros no podemos. Pero nos contestamos con respeto. Hay momentos en que es mejor que cada uno esté por su lado, porque si no, arde Troya y explota todo.
G: Después tenemos nuestros momentos en el trabajo: que si no me ayudaste, que te tiraste encima, que no me agarraste, la cosa profesional…
B: A otro colega no le decís: “Fijate, agarrame bien de acá, para la pirueta”. Con Maxi, por la confianza, y a veces por el cansancio, le contesto como si fuera un bailarín que empezó hace dos meses. La gente de afuera dice: “¿Cómo le respondés así a semejante bailarín?”. Pero [para mí] es Maxi, el que hace el asado en mi casa.
—¿Cómo se sienten en la danza, en relación con las posibilidades y limitaciones del cuerpo?
G: En esta carrera, el físico al principio tiene una fuerza muscular tremenda; más adelante, vas buscando otras formas. Hay cosas que no necesitás hacer para contar una historia. No voy a salir a hacer Diana y Acteón [corografía muy acrobática]; quizá podría pero no tengo ganas. Ese lugar hoy les toca a chicos más jóvenes, con grandísima potencia, que pueden hacer piruetas y saltos en el aire como yo los hacía a los 20 [actualmente tiene 48 años; ella, 37].
B: Yo tengo que prestar atención a cómo me siento, por los cuatro stents que tengo [luego del infarto en 2011]. Tomo una aspirina por día, estoy anticoagulada. Tengo que evitar agitarme. Pero estoy más liberada; me conecto más con la parte artística.
—¿Qué piensan de incluir a Micaela como la cantante? ¿Está ahí porque es “la hija de”?
G: Entre otras cualidades, mi hija Micaela es disciplinada, trabajadora, estudió comedia musical en Nueva York y se graduó allí como actriz y cantante. Baila muy bien pero no es lo suyo. [Estar en esta obra] está respaldado por su talento. Va a ser siempre “la hija de”, por el padre que tiene, pero no es que va a hacer su carrera ni que está en este lugar por ser “la hija de”.
B: A mí me pasaba que todo el mundo decía: “Vos bailás con Maxi porque sos la esposa”, hasta que un amigo me dijo: “Para bailar con Maxi hay que tener algo más, aparte de ser su esposa”. El jamás quemaría su trayectoria. Yo bailarina del Colón no soy; nunca podría serlo, lo tengo clarísimo…
—Maximiliano, ¿cómo es tu situación en el Colón? , ¿vas a continuar?
G: Mi contrato termina el 31 de diciembre. Pero todo indicaría que yo seguiría, porque hay continuidad del director general. A Darío [Lopérfido], si bien lo han llamado para ser ministro de Cultura, prefirió quedarse en el Colón y está confirmado.
—¿Qué planes harías en tu posible continuidad? ¿Modificarías el tipo de programación del Ballet?
G: Me encantaría traer coreógrafos de hoy, que necesito verlos en el Colón, como ciudadano, como bailarín, como artista y como director. Don Quijote, El lago de los cisnes, Giselle… el Colón tiene que mantener viva esa tradición de ballet clásico, pero también tiene que empezar a parecerse más a una compañía europea que a una latinoamericana. La temporada que armé para 2016 ya está confirmada [pero aún no ha sido anunciada públicamente].
B: Todo el mundo giró la cabeza hacia el Colón desde que está Maxi. Le responden las llamadas telefónicas. Maxi tiene una nueva visión de la danza; a algunos no les va a gustar, pero va a traer aires nuevos.
—¿Por qué el cambio del programa de despedida de Paloma Herrera, de “Oneguin”, a “Romeo y Julieta” en versión tuya?
G: No conseguimos los derechos para que Paloma se despidiera con Oneguin. Me senté con Paloma, le dije: “Mirá, tenemos este problema”, lo comprendió. Había que buscar una solución, buscamos opciones, una de las cuales fue [mi versión del] Romeo y Julieta, que se hace en [el Argentino de] La Plata. Ella nunca bailó esta obra en la Argentina, quedó contentísima con la idea