ESPECTACULOS
Pepe Soriano

“Son más de setenta años de trabajo”

Actor de cine, teatro y televisión. Anticipa cómo fue su último protagónico en el film Nocturna que muy pronto se estrenará. Recuerda sus años en España y por qué volvió.

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Rodaje. El artista trabajó en la producción de “Nocturna”, una pelicula que lo muestra en un lugar distinto al habitual. | marcelo aballay

Es uno de esos actores que no necesita presentación. Pepe Soriano con sus lúcidos noventa y un años demuestra nunca perder la cordialidad, el humor y la sencillez. Filmó más de cuarenta películas y varias de ellas en España, donde estuvo radicado algunos años. Entre esta filmografía se encuentran clásicos como Tute Cabrero (1968), Los gauchos judíos, La Patagonia rebelde (ambas en 1974), La Nona (1979) o Asesinato en el Senado de la Nación (1984). Sus últimos trabajos habían sido Mi primera boda (2011) y Pecados (2013).

Este año se conocerá su protagónico en la película Nocturna, La noche del hombre grande, definida como “thriller psicológico con toques fantásticos”, escrita y dirigida por Gonzalo Calzada. Junto a Soriano están Marilú Marini, Lautaro Delgado Tymruk, Desirée Salgueiro y Nicolás Scarpino. El film ya se presentó en el Marché du Film de Cannes, en el Festival de Sitges y en la 38° B3 Biennial of the Moving Image de Frankfurt. En este 2021 espera participar de más festivales de su género y entre agosto y septiembre figurar en la cartelera de los cines nacionales.

Cuando se le pregunta cómo está, se ríe y dice: “Confinado hace casi un año…”. Soriano anticipa una muy buena noticia: “Tengo la novedad de que me ofrecieron filmar una película para el 2022 en España como protagonista. Estaría junto a Carmen Maura y Eusebio Poncela. Me mandaron el libro, pero veremos si estamos para hacerla”.

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—¿Qué balance hacés de “Nocturna, La noche del hombre grande”?

—Es mi primera película del género thriller. Leí el libro y lo relacioné inmediatamente con el personaje de la obra de teatro El Padre de Florian Zeller, donde me dirigió Daniel Veronese (2016). Me pareció muy interesante el recorrido desde la infancia. Además tuve la suerte de estar con Marilú (Marini). Es una excelente persona. Trabajamos muchas horas y creo que el resultado es muy bueno. Estoy orgulloso, tengo algunas películas de las que no me siento tan feliz. Pero aquí tuve la alegría de encarnar un personaje ausente de la pantalla mundial. En la Argentina no tenemos muchos actores que pueden a esta edad tener lucidez, memoria y que el cuerpo le responda.

—¿Tu personaje oscila entre la realidad y las visiones?

—Está el alma de un hombre que vivió casi cien años y le aparecen las diferencias con su mujer, la convivencia, los recuerdos y las visiones. Trabajé con mucho amor y entrega. Nunca me divorcié del personaje. Me enamoré de la película y estoy feliz. Como actor le entregué lo mejor que tenía. 

—Tuviste un ciclo de varias películas basadas en hechos históricos: ¿se cerró?

—El tiempo de la historia en el que trabajé ya no existe más. Mi gran amigo y hermano Juan Carlos Gené escribió una maravillosa obra: Memorias bajo la mesa, que le estrené en Mendoza, en 1993. Pero hoy la historia no existe más. Es una industria, un comercio. Hoy la gente tiene un carnet y mañana otro y no está mal visto. Nadie se juega la vida por una idea o por lo que hace. 

 —Hiciste de alemán en “La Patagonia  Rebelde”(1974): ¿cómo lograste el acento?

—Tengo una cierta facilidad idiomática chapurreada. Para encarnar a Schultz en la película de Héctor Olivera lo tuve al lado a Osvaldo Bayer, quien me ayudó mucho. Hay que estar atento a la música que tiene cada idioma. 

—También hiciste de italiano… y de Franco en “Espérame en el cielo” (1988)

—Me crié en un mundo italiano, mi familia era de Roma para el sur, calificados como africanos del norte. Lo aprendí en mi casa y en mi barrio. Cuando llegué a España para filmarla me dijeron que me iban a doblar. Hablé que quería hacerlo todo yo y el productor se negó. Por eso fui a verla a Dina Roth para pedirle ayuda, ella me recomendó a una musicóloga y empecé a trabajar hasta que se tuvo que ir por una beca. Entonces empecé a hacer los ejercicios que me había enseñado Héctor Jatzkevich (fonoterapeuta). Además durante ocho horas por día durante seis días escuché los discursos de Franco y se me pegó su manera de hablar. Así logré que el director me propusiera doblarme a mí mismo. Cuando la película estaba el director, Antonio Mercero, invitó a José Luis Garci y éste dijo: “no puede ser”. Luego agregó…”si yo le pido a Sacristán que haga de gaucho no lo puede hacer”. Creí que era un cumplido, pero a la semana me mandó un guión y con él filmé cinco películas. 

—¿Por qué te fuiste a España?

—Me contrataron para hacer esa película (Espérame en el cielo). Me fui a los tres o cuatro días que subió Alfonsín al balcón y dijo. “la casa está en orden”. Nos quedamos siete años hasta que pensé: quiero dar con mis huesos en mi país. Ahí decidimos el regreso con mi mujer, Diana, quien siempre me acompaña, Me fue muy bien con el cine y la televisión española. Dejé en pleno éxito. No me arrepiento de haber vuelto a mi país, con todo lo que nos da, lo bueno y lo malo. Es donde uno tiene una historia. No tengo que inventar nada. Son más de setenta años de trabajo. Todos saben quién soy.

—¿Desde el 2019 hay un teatro con tu nombre en la localidad de Benavidez,  Tigre?

—Si es el Teatro Municipal, cuando esto pase presentaré un espectáculo dirigido por Santiago Doria. Tiene doscientas ochenta butacas. Es de última generación, con asientos para hipoacúsicos y también para obesos. Lo antecede una galería de arte y una plaza. Allí planté mi último olivo, tengo más de ciento cincuenta en el país. Cada vez que llegaba a una ciudad y hacía El loro calabrés me despedía plantando este árbol, porque es el símbolo de la paz. El último lo puse frente a la terminal en Villa Carlos Paz, cuando hicimos Rotos de amor.  

—Fuiste presidente desde el año 2006, fecha de fundación de SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes) hasta el 2018 que asumió Jorge Marrale. ¿Cerraste un ciclo?

—No quise volver a ser reelecto como presidente. Estimulé para que siguieran los más jóvenes. Fueron muy difíciles los primeros años, sobre todo porque tuvimos una gran oposición por parte de España. Tuve que ir muchas veces a Comodoro Py a declarar. Nos clasificaron como asociación kirchnerista porque fue fundada durante el gobierno de Néstor Kirchner, pero te aseguro que no es así. Está compuesta por pensamientos diversos. Hay un militante kirchnerista que es Pablo Echarri y otro de Cambiemos, amigo personal de Macri, que es Martín Seefeld (actual vicepresidente). Me fui de la comisión directiva porque necesitaba un reemplazo por mi edad. Sigo siendo parte y me consultan. Es bueno que esté al  frente gente más joven. SAGAI tuvo mucha actividad durante el 2020. Se formó una comisión de voluntarios y llamaban a los seis mil afiliados para preguntarles si necesitaban algo. Se repartió comida, medicamentos y ayudas económicas.

 

Los dias de pandemia

Desde el año pasado pasa sus días Pepe Soriano en la casa que lo vio nacer, en Colegiales. Allí vive con su mujer, Diana y también con sus antepasados, todos los que habitaron esas paredes. Confiesa: “Durante estos meses leí mucho teatro argentino, desde Siripo hasta la actualidad. Hay que saber quiénes fueron los actores, los autores y directores. Estoy preparando un espectáculo sobre la poesía de Latinoamérica. Soy un admirador de Ernesto Cardenal, quiero decir textos de él, de Neruda, González Tuñón, García Márquez y tantos otros”. 

Cuando se le pregunta por su ausencia en la televisión afirma: “No me llaman. No tengo ninguna explicación. Mi participación en La leona (2016) fue mi regalo a Pablo Echarri. Lo quiero como a un hijo, lo respeto en su pensamiento, es muy honesto. Cuando me contó el proyecto quise sumarme”. 

Conversar con Soriano es dialogar con parte de la historia del arte nacional,  también del teatro, no sólo del cine y la televisión. Hizo sobre los escenarios numerosos textos desde su unipersonal El loro calabrés, en 1975. Integró en plena dictadura el ciclo de Teatro Abierto (1981) con El acompañamiento de Gorostiza. También encabezó musicales como Mi bella dama (2000) y El violinista en el tejado (2003). La música y la poesía son dos de sus temas preferidos, por eso cuando habla del tango Cambalache, afirma: “Sigue siendo actual porque solo tenemos doscientos años de vida. Cuando vas a Italia y ves el Coliseo sentís que hay miles de años de historia, nosotros somos muy jóvenes. Tenemos que medirnos en tiempos de historia, no de vida”.