ESPECTACULOS
TOQUINHO

“Soy como un aprendiz que busca mejorar”

Una de las voces fundamentales de la música brasileña desde hace décadas prepara un tour por Argentina. Sus ideas sobre el poder de las canciones y cómo se ve a sí mismo años después de haber revolucionado su país.

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Aniversario. El músico, pieza fundamental del mapa de los sonidos de América Latina, celebra 50 años en el medio con una serie de conciertos en diferentes formatos y con canciones clásicas. | GZA. TOQUIHNO / MARCOS HERMES

El guitarrista y compositor brasileño Toquinho y su compatriota, la cantante María Creuza, vuelven a Buenos Aires después de cinco años de ausencia, para recrear el concierto y el álbum que grabaron junto al poeta Vinícius de Moraes en el bar La Fusa, hace ya más de medio siglo. 

El concierto sinfónico, que titularon El arte del encuentro y se realizará el 1 de abril en el teatro Gran Rex, estaba pautado originalmente para 2020, cuando se cumplía el aniversario de la salida del disco, pero debió ser postergado por la pandemia. 

Dentro del repertorio, estarán clásicos como Garota de Ipanema, A felicidade, Chega de saudade y Tarde em Itapoã, entre otros, que formaron parte del álbum grabado en 1970. También contará con la presencia de la cantante Camilla Faustino, una de las nuevas voces de Brasil que viene presentándose junto al guitarrista brasileño en los últimos tiempos.

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“Son cincuenta años de esa grabación irresponsable que hicimos en la Fusa con Vinícius de Moraes. No era un proyecto, sino una improvisación y casi un disco documento. Después, tuvo una dimensión inexplicable en todo el mundo. Hoy es uno de los discos brasileños que más tiempo quedó en catálogo. Conmemorarlo es muy divertido y emocionante”, afirma Toquinho desde San Pablo en una entrevista exclusiva con PERFIL.

—¿En qué se parece el clima de esa grabación original y el que rodea hoy a este recital? 

—Es muy distinto, porque éramos muy jóvenes, yo tenía 22 años. Todo eso era una cosa nueva que estaba empezando. Era todo muy divertido e irresponsable. Ahora, Vinícius no está, pero sigue ahí, en la memoria de todos, en el escenario con nosotros, en la música, la idea y en la unión con María. Es una constatación de todo esto que fue esta trayectoria del disco. Estamos ahí con todo lo que vivimos, con 100 años de vivencia (50 de ella y 50 míos). Ella está más tranquila, pero le gusta mucho recordar ese momento que fue muy importante para nosotros ya que fue el nacimiento de esa unión que duró diez años con Vinícius.

—¿Qué diferencia hay entre el Toquinho actual y el de ese entonces?

—Muchas. A veces no me gusta oír el disco de la Fusa, recuerdo esa ingenuidad que tenía y que a la gente le gusta. Hoy, hago mejor las cosas, más punzantes, más vivas, más técnicas. Evolucioné mucho en la técnica. Toco armonías más lindas para mi gusto actual. Crecí mucho, tuve un aprendizaje. Es como todas las personas que hacen su profesión, los discos grabados, las canciones, todo lo cantamos de una forma técnicamente superior para mi gusto. 

—En esa época se juntaban a cenar con Aníbal Troilo, Astor Piazzolla y Amelita Baltar, muchos de los cuales ya no están ¿cómo se siente al recrear esos años cuando todo ese mundo ya no existe más?

—No soy una persona nostálgica, no vivo del pasado. Agradezco siempre el privilegio que tuve de convivir de tan joven con esa gente: Baltar, Pichuco, Piazzolla, Mercedes Sosa y su marido. Era una atmósfera donde conocía personas con esa juventud tan grande que tenía. Debo agradecer por haber vivido ese tiempo y cuando voy a Zum Edelweiss está todo igual, los mozos viejos están ahí. Recuerdo la atmósfera, no con nostalgia triste, sino con una buena. Eso, comer la milanesa con ensalada y la atmósfera de la casa me hace muy bien. Volver en el tiempo cuando estás bien y tenés buenos recuerdos es una cosa muy sana. Poner el pasado para disfrutar al presente. Los veo a todos, a Vinícius, Pichuco, Piazzolla, Baltar, pero de una forma muy buena y sana. 

—La bossa nova representa una época de Brasil ¿Cómo se compone nuevas obras en un país que no tiene nada que ver con el de entonces?

—Esa bossa nova retrató especialmente a un Rio de Janeiro muy especial, sano y ligero. Infelizmente, no viví esa época porque era muy joven, pero era muy bella, parecía que el mundo era Rio, todo era liviano, ligero, una época tranquila sin agresividad. Fue un boom musical fantástico para Brasil, porque llegó a todo el mundo. Su base armónica era la misma del jazz y la improvisación era natural. Las fusiones la hicieron algo internacional. No conviví con ella, sino que soy uno de sus hijos. Me mezclé mucho con ella por la unión que tuve con Vinícius de Moraes, pero mi generación ya no hizo más bossa nova, sino una música brasileña que la tuvo como influencia, porque está en todas partes y en cada una de las notas. Cuando un músico de rock pasa por la guitarra, toca una acorde de bossa nova. Existe entre nosotros, en cualquier parte, siempre. Es una atmósfera musical, no una música. Es João Gilberto, porque el cambio de la música brasileña está en su guitarra. Nosotros somos hijos de eso. Caetano Veloso, por ejemplo, nunca hizo bossa nova y yo tampoco. Hago un samba, una música con bossa nova, una armonía, una atmósfera. Uno no se sienta a decir: “voy a tocar una bossa nova”, sino que toca una atmósfera con ella. 

—La bossa nova es un clima, pero también una forma de tocar la guitarra muy marcada. ¿Qué queda de esa influencia en su música actual?

—Muchísimo. Hago una música brasileña con tendencias armónicas y mi armonía viene de la bossa nova. Me gustan los campos armónicos bien hechos. Trato de hacerlo siempre de una manera muy intuitiva, se puede hacer una base armónica más elaborada y una más simple que viene de los viejos sambas de Brasil. Tengo una afinidad muy grande con la línea musical de Baden Powell, por ejemplo, que tiene una línea muy simple. João Gilberto en sus primeros discos grabó cinco canciones viejas y todos pensaban que era bossa nova, era mucho más viejo que él incluso, de los años ’30. Él las hacía así. Tengo mucho de eso, principalmente la forma de armonizar, pero la manera de tocar samba es una cosa más percusiva, más de Baden Powell. Cuando quiero una cosa más tranquila, viene João Gilberto. Tengo mucho de todos, un poco de cada persona.

—¿Cómo definiría el sonido de Toquinho? 

—Es extraño, las personas que conviven conmigo y yo también, vienen con un acorde y lo probamos en una guitarra, es algo que no tiene mucha explicación. Busco un sonido muy limpio y en el que se sienta todo, una digitación en la que la armonía y la melodía quede muy clara. A veces, toco una canción muchas veces, no para aprenderla, sino para ver el camino y conseguir un sonido más puro. Es una búsqueda constante y me divierte mucho. Toco viejas cosas que ya grabé, pero buscando siempre una perfección muy grande. Me veo como un aprendiz que busca mejorar lo que ya hizo. Me gusta mucho tocar, me da alegría, más que oír música.

 

Un matrimonio musical

Toquinho y Vinicius de Moraes formaron una dupla que se mantuvo vigente tocando en todo el mundo y componiendo canciones durante cerca de una década hasta la muerte del poeta brasileño, el 9 de julio de 1980.

—¿Qué diferencias percibió a la hora de componer después de Vinícius?

—Muy grande, porque cambié mucho. Antes de encontrar a Vinícius, era muy joven, buscaba un camino. Él me llamó para tocar. Tenía 22 años y un bagaje suficiente para enfrentarlo y trabajar de igual a igual con él. Tuve un aprendizaje natural y el privilegio de convivir durante diez años, en lo que él decía que era “un matrimonio sin sexo”. Aproveché mucho esa situación y cuando murió mantuve esa estructura y fui a tocar a Europa y empecé una carrera muy fuerte. De ahí para acá, intenté crecer de una forma sana, buscando nuevos proyectos e intentando estar con la juventud. El artista tiene que caminar con su tiempo y no quedarse en el pasado. Hay una frase que dice: “No vivo en el pasado, el pasado vive en mí”. Mi mirada es para el futuro.

—¿Qué le pasó cuando murió Vinicius?

—Tuve muchas dudas. Trabajaba con él hacía mucho tiempo, hacíamos una dupla juntos. Cuando murió, estaba en su casa y me quedé hasta su último suspiro. Fue la primera vez que vi una persona muerta. Nadie sabía que había fallecido, solo yo. Llamé a mi madre a San Pablo para contarle y me preguntó: “¿Qué vas a hacer ahora?”. Hasta ella tenía dudas de mi futuro y el de todos. A partir de ahí, hice muchos más sucesos en cuanto a discos y shows, ya lo tenía a él en toda mi estructura, porque era un resultado de todo eso. Por eso, pude hacer una carrera solo con mucha consistencia.