Por más que la primera de las tres temporadas de El Chapo, la coproducción de Univisión y Netflix que el gigante del streaming emite para todo el continente, arranque con imágenes reales de la detención del líder narco, la historia se cuenta cronológica y en ficción. Un relato paso a paso que incluye desde su primer túnel en Tecate, en la frontera con Estados Unidos, y su incipiente relación con Pablo Escobar, hasta cada herramienta que usó desde 1985 para construir su imperio en Sinaloa. Joaquín Guzmán se codeará con políticos de alto nivel, con la DEA y, al igual que tantos otros capos, será venerado por su pueblo. Esta versión de su vida y obra hizo que uno de los abogados del Chapo en Estados Unidos, donde está detenido advirtiera que iniciará acciones legales por el uso de su imagen, contra las dos empresas.
Sin embargo, y más allá del conflicto legal que se avecina, es muy interesante la interpretación del actor Marco de la O, quien tiene un notable parecido físico pero que engordó 10 kilos con una dieta de 5 mil calorías diarias, para “ser” el Chapo. Su labor delata las andanzas del patrón y qué estaba dispuesto a hacer.
“La clave de todo esto es la ambición. Los seres humanos siempre hemos buscado poder, dinero y dejar una huella. El Chapo lo supo hacer como narcotraficante. Por supuesto que fue algo malo, pero es una persona que hizo hasta tercero de primaria y, a pesar de eso, pudo lograr llegar hasta donde estuvo. Como actor, fue complicadísimo porque tiene muchos matices. Es alguien que es muy bueno para muchas personas y muy malo para otras. Tenía que tener mucho cuidado para interpretar este personaje que, al fin de cuentas, es un ser humano con todos sus defectos y virtudes. Lo que teníamos claro era que no queríamos hacer uno como los de las novelas, donde los presentan como héroes o antihéroes”, cuenta el actor en exclusiva para PERFIL.
—¿Como armaste tu Chapo Guzmán?
—Lo primero que hice fue indagar en su vida y vi que no había muchas fotos. La primera temporada transcurre a sus 30 años, cuando era joven. No hay suficiente información de esa época. Hablé con periodistas, pero tampoco tenían demasiadas fotos o videos. Muy poco, como para observar cómo hablaba o caminaba. En estos casos es difícil, porque hay gente que lo conoce y que te puede decir que así no se movía o conversaba. Como eso no existía, tuve que irme hacia mí para poder crear a Joaquín. La gente lo conoce físicamente, pero muy pocos saben cómo es. Puedo decir que creé a mi propio Chapo, con las historias de su vida.
—La serie tuvo que mudarse a Colombia porque en México no les garantizaban seguridad. ¿Cómo te cuidaste?
—Bueno, siempre que tocamos este tipo de temas hay que tomar precauciones. Temor por la familia, siempre hay que cuidarla. Igualmente, llevo una vida normal, soy un actor interpretando a un personaje. Lo hago como si estuviera haciendo Pinocho o el Rey Lear. Por su puesto tengo temores, pero la única manera que tengo de protegerme es diciéndole a la gente que esto es ficción y que siempre la realidad la va a superar. A mis redes sociales trato de cuidarlas para que mi familia no esté expuesta.
—¿Cambió tu mirada sobre el Chapo?
—Por supuesto, todos tenemos la visión del narcotraficante que se escapó y que hacía sus túneles para pasar droga o para huir, y que era uno de los tipos más ricos del mundo, pero cuando empecé a leer los guiones me di cuenta de que no sabía ni un cuarto de su vida, que es una historia de película. Era muy ingenioso para pasar la droga hasta en latas de chile, llantas o frutas falsas. Era alguien muy inteligente, con un intelecto mal aprovechado. Como actor, no estoy para juzgar, sólo cuento historias. Siempre lo haces con responsabilidad, siendo respetuosos para que la gente lo vea así y no tenga una mala imagen de nosotros como actores.
—¿Y de la temática general?
—Completamente. Estuve estudiando y esto es más grande de lo que yo pensaba. Todo se maneja por poder y dinero, sin importar a quién tienes al lado… Me da tristeza ver cómo los políticos han tergiversado eventos para poder usarlos a su favor. No es nada más narcotráfico o las armas que pasaron de Estados Unidos a México y que han provocado tantas muertes. No era nada más Colombia… Mi mirada cambió y me da tristeza ver toda la gente que está en ese negocio y que no le importa nada más.
—De las series de Pablo Escobar muchos critican que a veces endiosan a la figura del narco. ¿Cómo creés que tratarán a tu personaje?
—Creo que en Latinoamérica hemos tenido poca responsabilidad y moral. Soy un actor con conciencia social y moral hacia la gente. Si me hubieran propuesto algo diferente, no lo habría aceptado. Al ser un personaje de este calibre, no podemos hacerlo banal ni con poco respeto. La gente lo va a ver en TV y va a pensar que así es. Si sólo va a haber mujeres, dinero y poder, cosas que los narcos parece que lo tienen fácil... Hasta parecen glamorosos y que los pintan como rock stars. Eso es preocupante. No me refiero a la serie de Escobar, sino a otras que quizás han puesto a estos personajes en una situación de héroes. Si los jóvenes ven esas series (para mí son telenovelas) y se vuelve aspiracional, es muy preocupante. Es un mal social, no un juego. No podemos hacer las cosas de una manera liviana con tal de tener rating. Seguir poniendo tipos guapos, con mujeres guapísimas... Hay que cambiar la forma de hacer televisión. Si nuestro tema actual es el narcotráfico, hay que tocarlo como un espejo de la sociedad. Ese es nuestro trabajo y desde el teatro isabelino que es así, cuando el rey o el pueblo se veían reflejados con sus errores en una crítica constructiva. Para eso eran el teatro o el cine. La tele se ha vuelto un chiste para ganar dinero y que la gente se idiotice. Nosotros no queremos eso.
—A diferencia de Escobar, Guzmán es un hombre hermético. ¿Tuviste algún contacto con su entorno?
—Ninguno, y no sé si me gustaría conocer al Chapo. Como actor sí, para afinar detalles del personaje. Sólo le preguntaría qué es verdad y qué es mentira de lo que se cuenta. Espero que el respeto que le tenemos a la serie lo pueda ver su familia o él mismo, si es que nos mira.
“Esto es solo ficción”
La carencia de documentos audiovisuales hizo muy importante lo exacto que pueda ser el guión de Silvana Aguirre. Y para la autora, lo central es el aspecto público de la historia. Es cierto que, por más rumores que den vueltas, nadie sabe realmente lo que pasa en la vida privada del Chapo. Según sus propias palabras, “el balance de realidad y ficción fue uno de los retos más grandes”.
—¿Cómo se crea un guión equilibrado cuando el personaje principal es tan potente?
—La serie se basa en datos periodísticos como fuente de información. Contamos el surgimiento, establecimiento y ocaso del mito del Chapo Guzmán. También, tratamos de darles un contexto más grande a los hechos: cómo el mundo del narcotráfico involucra a un montón de socios, corrupción y condiciones para el negocio.
—Muchos de los políticos que aparecen en la serie siguen en actividad. ¿Tuvieron alguna respuesta de ese lado?
—No, gracias a Dios. Más allá de cualquier cosa, esto es ficción. Creo que las personas que se sientan involucradas son lo suficientemente inteligentes para darle el lugar que tiene a una serie de TV.
—¿Trabajaron con miedo?
—Siempre hay algún tipo de temor, pero también honestidad y profesionalismo para hacer la serie. No sólo porque se trata de un personaje controversial, sino por el contexto que le estamos dando a la historia, que abarca corrupción y política. Esperamos que se le dé el valor que tiene, pero que se tenga presente que es una serie de TV.
—¿Cuánto sirven los medios para entender a estas figuras?
—No queremos hacer apología ni juzgar. Tratamos de contar los hechos lo más cercanos posible a la realidad, pero mucho tiene que ver con la mirada del telespectador. Cómo recibe esa información, cómo funciona el político corrupto o el narco interno que cada uno tiene. La serie genera cuestionamientos, el planteo de qué cosas ve uno de uno mismo.