El teatro siempre es un misterio”, subrayará Claudio Tolcachir. Actor, director, dramaturgo, empresario, docente y embajador internacional de nuestra escena nacional. “Prefiero ser actor –confiesa– es el rol más placentero, me encanta entregarme a jugar. Siento que el director es el que tiene más recursos, pero el docente es el más feliz de todos. El que me angustia es el autor, siempre creo que no volveré a escribir.”
Es el director actoral de unos de los cinco espectáculos más exitosos: Cabaret y ya empezó imaginar su próximo estreno con Norma Aleandro y Oscar Martínez. Aquí anticipa y reflexiona sobre ambas propuestas.
—Dirigiste “Cabaret”, hoy el más caro con entradas de $ 2.200 y sigue siendo uno de los más vistos: ¿qué explicación encontrás?
—Cada vez más la gente habituada de ver teatro busca salir transformada, éste es un riesgo que no siempre asume el ámbito comercial. Muchos que conocen de qué trata la obra vienen a buscar esa intensidad y fuerza, encontrándose con un espectáculo potente y divertido. Todo se modificó, desde la sala Liceo hasta los actores, hay un juego de libertad donde entra el nazismo, como cualquier otra represión y se abre la ceremonia grupal, que ayuda a reflexionar sobre la importancia de la libertad. Habla de los sueños, de los hombres y del poder. Es un musical muy particular, casi un contra/musical, por eso me interesó hacerlo.
—Alberto Negrín firmó la puesta en escena: ¿cómo fue esa división?
—Creo que debe ser como el cine, en los musicales se comparte todo. Mi primera experiencia fue con Sunset Boulevard –2018– y ahí lo descubrí. Pocas veces me dolió tanto que bajara un espectáculo, sentí que no había cumplido su ciclo, ahora por suerte vivo este éxito. Cabaret tiene semanas con nueve funciones, de miércoles a jueves, dos los viernes, sábados y domingos. Y cuando el lunes es feriado, se agrega otra más.
—¿Por qué creés que Florencia Peña obtuvo menos nominaciones para los premios que Mike Amigorena?
—No sé, desde hace mucho no analizo las nominaciones. Te puedo decir lo que me pasa a mí con Florencia: su trabajo y entrega es enorme. Canta, baila y construyó su propia Sally. No es una actriz que se guarde nada, da todo hacia los espectadores y compañeros. No buscamos nunca el preciosismo técnico, sino actores que supieran cantar y bailar. Pero este cabaret es sucio y eso solo lo puede dar un buen intérprete. A veces es difícil catalogar a los artistas tan amplios, ya que Florencia puede conducir, ser comediante, jurado en “Bailando por un sueño”, conmoverte y arrancarte risas. Es una actriz todo-terreno.
—¿Qué podés anticipar de tu próxima dirección –Mi abuela, la loca– con Norma Aleandro y Oscar Martínez?
—Para mí Norma (Aleandro) es una madrina. Fuimos compañeros de elenco en El juego del bebé, después mi directora en De rigurosa etiqueta y más tarde yo la dirigí en Agosto. Cuando me comentaron la posibilidad acepté porque además deseaba dirigir a Oscar Martínez. Será la primera vez que ellos trabajen juntos. La obra es muy especial, va a sorprender mucho. El original es una novela chilena de José Ignacio “Chascas” Valenzuela, que en España Julián Quintanilla hizo la versión teatral y aquí haremos la nuestra. Es la historia de un autor que cuenta cómo su abuela lo introdujo en el mundo de la literatura. Iremos al teatro Metropolitan para mayo del 2020. El equipo ya está conformado con Jorge Ferrari (escenografía) y Renata Schusseim (vestuario). Estamos trabajando y en la primera reunión descubrimos que a todos nos habían marcado nuestras abuelas.
—Te convocan bastante desde el teatro comercial…
—Es una relación compleja, a veces siento que no me interesa. Me ofrecieron muchas obras, pero no las pude hacer porque no encontré una razón para realizarlas. En estos últimos tiempos lo que se estrena va a un solo lugar, no descarto a las comedias, pero necesito que tengan un vuelo especial. El dinero no me influye. Si algo tiene un contenido machista, prefiero abstenerme.
—¿Cómo vivís tu paternidad?
—Mis hijos son Camila y Gaspar Tolcachir Otero. Soñaba de chico con casi todo lo que tengo. Cuando empecé a estudiar teatro dibujé una sala y ahora me doy cuenta que es Timbre 4. Lo mismo me pasa con la familia, gracias a tener los derechos pudimos casarnos y armar este hogar. No hemos recibido ninguna agresión, ni en un bar, ni en los aeropuertos, a veces no entienden. Cuando viajamos hay que explicar cómo se armó esta familia nueva, con gestación subrogada. Un terapeuta nos aconsejó contarla. Siempre supuse tener niños y apareció esta forma, muy maravillosa.
“Vivimos de lo que paga la gente”
Para muchos Tolcachir es sinónimo de su teatro, Timbre 4. “Es un momento muy duro. Pagamos $ 60 mil de luz y otro tanto de gas. Nuestras entradas solo suben un 10% por año. Solo vivimos de lo que paga la gente. Los subsidios de Proteatro están cuatro años atrasados, el INT (Instituto Nacional del Teatro) ayuda a arreglar la sala, pero no a mantenerla. Ahora debemos hacer una reforma eléctrica que nos exige el Estado y cuesta $700 mil. Hay que colocar una ventilación mecánica que no vamos a usar, pero tenemos que hacerla. Hay gastos fijos muy altos, porque todo ha subido. De alguna manera al teatro lo mantiene la escuela que funciona aquí. Sin ella no podríamos sobrevivir. Lo más importante es mantener el sueldo a la gente que trabaja con nosotros”.
Timbre 4 cada año arma un festival. “Temporada Alta ya realizó su séptima edición. Nació en complicidad con un grupo de Barcelona. Un día decidimos hacerlo en conjunto con Mónica Acevedo, Jonathan Zak y Maxime Seugé, ellos arman puentes con Francia e Italia. Los elencos además van a Lima, San Pablo y Montevideo. Se conformó una red en febrero, época que no existía. Vinieron grandes actores, saben que no ganarán dinero, pero aman actuar en Buenos Aires. Este año vino Lluis Homar y dos veces Sergi López”.
El docente lo hace muy feliz, por eso subraya: “Las clases son un lugar de investigación, ver cómo está la escuela y descubrir actores nuevos de todas las edades. Cada uno tiene mucha historia sobre sus hombros y eso para mí es fundamental”.