"Ahora tal vez", comentó Jayne Mansfield cuando apareció muerta su eterna rival, Marilyn. Cinco años después, la voluptuosa rubia que soñaba con ocupar ese lugar vacante, terminaba decapitada en un accidente; venía de dar uno de sus tristes shows cabareteros en Las Vegas.
Atractiva y con sobrado talento para la comedia, Jayne parecía destinada a desplazar a la Monroe. No solo la aventajaba en belleza y sensualidad, sino que tenía una vida más ordenada que incluía familia e hijos. Mientras coincidieron en tiempo y espacio, el arsenal de beneficios le sirvió de poco.
Ya desaparecida Marilyn, le fue aún peor. “Callejera” era lo más lindo que le gritaban a Jayne ni bien osaba fotografiarse en bikini. Su colega salía como Dios la trajo al mundo y era una “triste víctima del sistema hollywoodense”. Mansfield actuaba de rubia tonta, y los críticos se burlaban mencionando la naturalidad con que componía el personaje.
Monroe hacía lo mismo y atravesaba la experiencia con el aura de una Norma Aleandro atrapada en la sinuosidad de sus curvas tentadoras.
Hay personas que nacen absueltas y otras que viven condenadas. En caso de que sus destinos nunca se crucen, se tratará de una condición genética más, igual al color de ojos o de pelo, aunque si el diablo llega a meter la cola y los condenados giran en la órbita del inocente a prueba de balas, el resultado de semejante absorción gravitacional podría resultar catastrófico, especialmente porque suele presentarse en el contexto de una paradoja: las víctimas entran solas en telas de arañas que los victimarios ni siquiera tejen, por ambición desmedida, error de cálculo o presión de los demás, terminan archivados en el documento incorrecto.
Es lo que parece estar pasando entre Tinelli y Repetto. A los cincuenta y monedas, ambos exhiben una perfección física gestionada a años luz de la naturalidad. Más que ADN generoso, ahí hay esfuerzo, planificación y rigor en sentidos varios.
Sin embargo, Marcelo logra que los hombres lo veamos como un compañero de picadito dominguero al que le puede crecer la panza en cualquier momento, y Nico se posiciona en el lugar del privilegiado que está impecable debido a la costumbre de descansar en Punta del Este más meses de los que trabaja en Buenos Aires.
Con la ropa que usan ambos ocurre algo similar. El conductor de “Bailando por un sueño” debe gastar en su propio vestuario lo que el creador de “Sábado Bus” invierte en todo el elenco del programa; claro que uno es el amigo al que la pilcha no le importa demasiado y le queda pintada, y el otro un pichón de modelo (o palomón) cool que presume su buen gusto en nuestra nariz. ¿Necesito aclarar quién es el muñequito de torta presumido? Ni hablar del tema mujeres.
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(*) Publicista y filósofo.