Asegura que es muy tímido. Mario Rubén González fue bautizado artísticamente como Jairo, al inicio de su carrera musical de la mano de Luis Aguilé. Confesará: “Es un nombre muy popular en Colombia. Deportistas, políticos, artistas y también debe haber algún narcotraficante. En Costa Rica me encontré con varios músicos llamados Jairo, en mi homenaje”.
Se inició en su Cruz del Eje natal, pero este cordobés llegó a París y deslumbró con “la mejor voz argentina”, como lo llamó Mercedes Sosa. Desde el 14 de este mes se podrá conocer en vinilo, CD y en todos los formatos digitales el primer volumen de Cincuenta años de música, su último trabajo. Debió postergar para agosto y septiembre las presentaciones en los teatros Opera (CABA), Quality (Córdoba) y El Círculo (Rosario). Entre los temas que eligió y los cantantes que lo acompañan están: Milonga del Trovador con Eruca Sativa y Abel Pintos, Milagro en el Bar Unión con Víctor Heredia y León Gieco, Le diable (“El diablo” en francés) con Elena Roger y Escalandrum, Nuestro amor sera un himno a dúo con su hijo Yaco González y Podría bailar toda la noche contigo, junto a todos sus hijos: Iván, Yaco, Mario y Lucía.
—De ochocientos temas: ¿cómo fue elegir sólo algunos?
— Fue una tarea muy ardua. Había muchos que eran significativos para mí, fueron varias las selecciones. Tuve la colaboración del productor y director musical: Lito Vitale. Elegimos por temáticas, melodías y la importancia que habían tenido en estos mis cincuenta años. Primero nos quedamos con treinta, de ahí salían las diecisiete con treinta y dos invitados. Durante la pandemia se nos frenó y a Lito se le ocurrió hacer dos volúmenes, con diez temas cada uno.
—¿Y la elección de los cantantes?
—Íbamos eligiendo a los intérpretes según las canciones, estilos y melodías. Todos son muy profesionales. Veo que esta generación de famosos como Abel Pintos, Luciano Pereyra, Lisandro Aristimuño o Nahuel Pennisi canta muy bien. Creo que mejor que los de mi generación. Hoy se preparan mucho, son más conscientes de las dificultades y tienen clases de técnica vocal. Siempre fui un defensor del estudio.
—¿Cómo se cuida una voz durante cincuenta años?
—Tengo disciplina, pero es natural, no me privé. Desde que empecé dosifiqué mi voz. Nunca puse en peligro mi instrumento. Cuando no pude cantar no tenía que ver con las cuerdas vocales, sino con mi sinusitis crónica. Nunca fumé, pero fui fumador pasivo. Sin embargo conocí muchos grandes cantantes fumadores. Me parece que interviene en el registro y suelen cantar más bajo. Pero es cierto que te quita aire en los pulmones.
—¿Hubo cambios de fecha?
—Dependemos de las medidas gubernamentales. Habrá menos público, por el protocolo, pero valdrá la pena. Llevo más de un año sin cantar frente al público. Por suerte participé del homenaje por el centenario del nacimiento de Astor Piazzolla, este año en el Teatro Colón.
—¿Hiciste streaming en el 2020?
—Pero no tiene nada que ver con un recital en vivo. Hice dos y ¡no sabés cómo reaccionó el público!. Por suerte la productora que lo organizó hizo un zoom para después de los recitales. Por lo cual cuando terminé el show pude hablar con gente de Chile, Uruguay, Venezuela, México, España y Francia. Más allá de la diferencia horaria. Quisieron conectarse para poder dialogar conmigo. Aunque en el streaming no podés sentir a los espectadores, no hay aplausos, ni devolución inmediata, para nosotros eso nos da la idea de lo que les pasa.
—¿Tu amigo Piazzolla no tuvo el reconocimiento que se merecía en vida?
—Piazzolla tuvo sus problemas en Argentina, se decía si era o no tango lo que hacía. Eso era algo mezquino. Lo vi por primera vez a mis quince años, mucho después ambos vivíamos en París, pero no nos cruzábamos Creo que Francia e Italia fueron los dos países donde más éxitos tuvo. En 1979 nos invitan a él y a mí a participar del programa de Mirtha Legrand. Vinimos a Buenos Aires y nos sentaron juntos. Para mí comer y hablar de mi trabajo en la televisión era imposible. Ahí conocí su generosidad, él contó todos mis éxitos. A partir de ese día nos hicimos muy amigos. Nos juntábamos y veíamos espectáculos juntos. Me propuso hacerme canciones y justo llegó a París, Horacio Ferrer. Me sorprendieron con Milonga del trovador, pensada especialmente para mí. Estuve con él hasta sus últimos días.
—Trataste con varios escritores (Julio Cortázar y Jorge Luis Borges):¿con quién no te encontraste?
—Me hubiera gustado conocer a Gabriel Garcia Márquez. Viviendo en París me enteré que había un lugar llamado La Scala, donde antiguamente cantaban los músicos latinoamericanos. Por allí pasaron Violeta Parra, Leda y María, también Atahualpa Yupanqui. Gente que vivía en Francia. Allí cantó García Márquez, un repertorio de boleros cubanos que le aconsejaba y organizaba el poeta Nicolás Guillén. Lo hacía en tiempos de vacas flacas, para sobrevivir. Me hubiera encantado hablar con él, pero nunca nos cruzamos.
—Conociste a referentes políticos radicales como Illia y Alfonsín: ¿qué recuerdo te dejaron?
—Illia era de Pergamino pero recién recibido de médico fue a ejercer a Cruz del Eje y allí también inició su carrera política. Era una persona más, atendía a los ferroviarios. No le cobraba al que no tenía dinero y le regalaban gallinas. A Alfonsín lo conocí en París, fue el pintor Antonio Seguí quien me lo presentó. Ahí charlé por primera vez y cuando cerraba su campaña volvimos de Francia para votar. A la distancia se vivía de otra manera, aunque para todos fue muy importante el retorno democrático.
—¿Y en este momento cómo observás a la Argentina?
—Creo que hay algo que no funciona. En 1983 recuerdo que todos los mítines políticos eran una fiesta. Tengo amigos en distintos partidos: comunistas, socialistas, peronistas y radicales. En aquella época la gente sabía que se recuperaba algo muy preciado como es la democracia. Éramos conscientes que le dábamos un valor extraordinario a la libertad, la libertad de expresión, moverse, escribir y soñar. Todo está permitido con la libertad. Algo falló en el camino y se creó esta disputa permanente en la política nacional, que es desleal. Es casi una contienda entre gallos, cuando Argentina necesita más unidad. No somos un país tan fuerte, tuvimos progreso pero no un desarrollo suficiente como para prescindir de la unidad, por lo menos en temas fundamentales. Cada vez se hace más intensa la disputa y se usa la grieta. Cuando en tu casa ves grietas, buscás razones: la humedad, o los cimientos. La Argentina es nuestra casa y no puede haber grietas.
El pequeño cantante
Confiesa Jairo que de pequeño le descubrieron en la escuela sus dos vocaciones: la música y la pintura. Sus padres lo llevaban al cine en Cruz del Eje, y los lunes les contaba las películas a sus compañeros por medio de los dibujos. Dirá: “Los que llegaban del campo venían a preguntarme. Lo que más les gustaba era Flash Gordon. Aquí en Buenos Aires estudié arte e ilustraciones. Trabajé incluso para una compañía discográfica y terminaba la tapa de los discos. Como cantante fui un buen dibujante”.
Tuvo cuatro hijos con su mujer de toda la vida, Teresa: Iván, Yaco, Mario y Lucía, pero sólo uno vive en Argentina. Confiesa: “Todos son afinados y tienen buen odio. Yaco es quien a veces me acompaña en los espectáculos, ya que puede cantar en francés conmigo. Hoy se ocupa de mi carrera”.
Sorprende saber que otro de sus hijos, Mario, es político en Francia. Dirá: “De chico le preguntaban qué quería ser y decía: “Presidente de la República”. Los hermanos lo cargaban. Tal vez fue influenciado por quienes venían a mi casa o por nosotros que con mi mujer siempre hablábamos de política. Cuando volvimos a la Argentina estudió en el Liceo Francés, pensando seguir Ciencias Políticas en París. Después estudió Derecho y empezó a militar en el partido socialista. Lo presentaron en el Distrito XVIII de París, en Montmartre. Ya va por su segundo mandato como concejal. Se mantiene con su estudio como abogado. Es un placer hablar de política con él”, finaliza el relato con orgullo su padre.