Seguramente es el actor argentino con más musicales en su haber, si se suman todos los espectáculos en los que actuó, tanto para adultos, como para niños. Pasó de interpretar Numancia de Cervantes a la Revista Nacional con una ductilidad admirable. Sigue tomando clases de música, mientras genera sus propios proyectos, tanto en cine como en televisión. Le dedicó dos meses de ensayos a Camino del cielo (Himmelweg) del dramaturgo español Juan Mayorga, con dirección de Jorge Eines, espectáculo con el cual inició la temporada en Complejo Teatral San Martín el jueves 15 de marzo, en la sala Casacuberta.
—¿Cuál es el eje de esta obra?
—El punto de partida sería que la mentira y la cobardía son la forma de la crueldad. Están presentes frases como: “yo no ví”. Más cerca está Cromañon y más lejano, la ESMA. Hay tres protagonistas: un hombre de la Cruz Roja (interpretado por Horacio Roca), que no quiere ver, el comandante (mi personaje) que juega un juego sin querer ver la realidad del pueblo judío y el propio judío que sabe que tendrá que condenar a otro (Ricardo Merkin). Todos se hacen los tibios, escondiendo la cabeza, por eso las tragedias que tenemos todos los días. No las queremos ver y las justificamos con actitudes distanciadas de la ética.
—El texto se inspira en un suceso real de la Segunda Guerra Mundial. ¿Es actual?
—Aparece una sociedad con incluidos y excluidos donde crece una violencia cada vez mayor. Es una tragedia, donde no se ven ni los muertos, ni la sangre, ni se escuchan los gritos, aunque hay violencia verbal. Nos enfrenta con nuestras peores partes.
—¿Hay más proyectos para el 2007?
—Soy generador de lo que hago. Grabé tres documentales, como director y guionista. El primero durante la gira de la obra Made inLanús desde 2001 hasta 2003, junto a Ana María Picchio, Soledad Silveyra y Hugo Arana, dirigidos por Manuel González Gil. Llegamos hasta España y después cruce a Francia para encontrarme con más exiliados. Filmé toda la experiencia dentro y fuera del país y lo títulé La otra Argentina.
Inmediatamente después hice Los hijos de nadie, sobre la Guerra de las Malvinas. Tengo muy claro ese año -1982 - cuando Nélida (Lobato) se estaba muriendo, veíamos juntos cómo algunos decían que estábamos ganando. El último documental fue Angelelli, la palabra viva, que se presentará en el Festival Internacional de Mar del Plata. Al cumplirse los treinta años del asesinato de este sacerdote, que estaba junto al pueblo armé un homenaje.
—¿Qué significó Nélida Lobato en su vida?
— Fue uno de los amores más importantes. Era una gran mujer y una gran profesional. Me enseñó muchas cosas de la vida. Como Renata Schuseim, otra gran artista, quien me dió un hijo (Damián) que es músico y compositor de mis dos películas: El mar de Lucas y La mina.
—¿Tu exilio lo causó la Triple A?
— Estuve desde 1975 hasta 1980, prohibido por la Triple A, viviendo en México. Tuve un trabajo de militancia, en el Grupo Octubre, junto a Norman Briski. Íbamos a las villas y hacíamos teatro. Fue muy duro el exilio, estaba pasando mi mejor momento profesional, junto a Nélida Lobato, quien me acompañó. El gran trabajo es no ser resentido. Mi primera película al regresar fue Espérame mucho de Juan José Jusid, siempre se lo agradeceré.
—Algunos relacionan a Juan Domingo Perón con la Triple A. ¿Qué opina?
—Esa organización, la Triple A me llevó cinco años de mi vida. No creo que un hombre como Perón estuviera de acuerdo, su soledad era muy grande. Fue una trampa mortal. Como la que se teje alrededor de esos líderes, cuando llegan al ocaso de sus vidas o al otoño de los patriarcas. Estoy trabajando en otro guión cinematográfico junto a Carlos Obes y será sobre el exilio de Juan Domingo Perón, sobre su intimidad, no sobre el mandatario.
—¿Sigue siendo peronista?
—Siempre he creído en el peronismo. No cambié de camiseta, con todas las dificultades que me pudo acarrear, pero no me quejo. Es lo más parecido a un movimiento social que hubo en la Argentina.
—¿Y en la ciudad qué propuesta prefiere: Telerman, Macri o Filmus?
—Creo que vamos a asistir a numerosas situaciones de mucho despellejamiento. Ojalá que se debaten ideas. Siento que hay unas necesidades básicas incumplidas. No tendría que haber problemas con los hospitales, ni inundarse las calles. Aún no tengo definido mi voto. Somos un país tan pasional, pasamos del blanco al negro. Creo que debemos aprender a meditar.
Pan, circo, sangre y morbo
En pocas semanas más volverá todos los viernes por la nueva pantalla de canal 7 con su programa Afectos especiales. Hace un balance de la pantalla chica.
“La televisión hoy no abre muchas puertas –afirma Laplace– uno se siente un poquito relegado. No existen muchos espacios, salvo en Montecristo, donde Carnaghi hizo un papel maravilloso. En el 2006 hice un capítulo de Mujeres asesinas que tuvo el mayor rating de la temporada de ese ciclo. Pero mientras espero, genero otras propuestas. En las historias que hoy se cuentan en la televisión no hay muchos padres o madres...y no quiero que esto resulte un viejazo. Uno recuerda programas como Situación límite, La bonita página, Nosotros y los miedos, Alta comedia, donde se hacían grandes títulos con grandes actores. Uno extraña a Alejandro Romay: esos productores que confiaban en los intérpretes. Entiendo que uno se corra del centro, pero también hay que priorizar a los más sabios, a la experiencia”.
— ¿Y el éxito de Gran Hermano?
—Es como ver la intimidad de la intimidad. El precio de exposición es muy alto. De hoy para mañana quieren ser famosos. Uno sabe que son cuarenta años de trabajo, de sacrificio... .El mundo cambió y la gente se distrae... no pasa nada y es la nada. La gente quiere pan y circo, y sangre y morbo. GH es también una representación adulterada, poco verdadera. Todos hacen gestos para robar cámara. Se despiden maquillándose, con una apariencia que se interpone. El público consume lo que se le da, pero cuando aparece una idea con una trama, la sigue. Todo tiene que convivir, tanto la tragedia como la comedia.