Somos amigos, nos respetamos profesionalmente”, dice Oscar Martínez. Esa persona de la que habla es Joaquín Furriel, quien dice: “Hace muchos años que quería filmar con Oscar Martínez. Es una de esas cosas que querés hacer”. La película que los unió se llama Las grietas de Jara y se estrena el 18 de enero. Dirigida por Nicolás Gil Lavedra y basada en el libro homónimo de Claudia Piñeiro, los une por primera vez en el cine. Martínez, que bromea “ojo con lo que decís” a Furriel (ahora gracias al nombramiento de la Academia Argentina de las Letras es integrante de la Real Academia Española), describe a Jara, ese personaje que lo tocó y que ejecuta con un aire endemoniado: “Salí a la calle y vi a un tipo con una colita de pelo que levantaba quiniela, y me dije: éste es Jara. Quiniela clandestina, claro. Esos sujetos que ves y pensás: ‘Qué pinta de cagador que tienen’. Ese es Jara. Es un prototipo argentino. Hasta la manera de caminar, pechito argentino. Un personaje de Fidel Pintos”. Furriel: “Jara es como una ‘idea de’. Es mucho más porteño de lo que parece. Cuando leí el guión, pensé qué difícil tener a Jara adelante, y no solo no fue difícil, fue disfrutable. Me pareció que mi personaje, el arquitecto Simón, a quien Jara quiere extorsionar, envidiaba que Jara escribiera, que mirara así el mundo. Quizás Simón, en unos años, tiene la colita puesta”.
—¿Qué creen que representa entonces un personaje como Jara hoy?
F: El primer día que filmamos, veo a Oscar que tiene la colita de pelo. Hubo una escena que no quedó, cuando Jara va a entrar a la oficina de mi personaje. La manera en que hablaba ahí, lo creído, es desconcertante, como habla esa gente que se cree dueña de todo, que todo le pertenece, y que se maneja con mucha calle. Esa escena nuestra,
la que sí está en la película, la hicimos durante todo un día. Pero había momentos de Jara que no podía dejar de
disfrutar, ni como actor ni como personaje. Jara es un personaje tan nuestro.
M: Te das cuenta de lo que es, lo que representa.
F: ¿Cuántas veces los argentinos nos encontramos en situaciones cotidianas involucrando lo emocional? El playero te dice algo en la estación de servicio y de repente no sabés si sos pariente, amigo, pero no podés manejar un código más simple de comunicación. Quizá nuestra cosa española-italiana, o la neurosis que alimentás desde hace años.
Cualquier discusión callejera, con menos griterío, implica casi siempre decir algo que te va a herir. En un partido, si un compañero está complicado en su pareja, alguien le come el oído sobre el tema. Vamos al hueso. Claudia Piñeiro tiene muy calado el gen de la neurosis de la clase media argentina. Es una herramienta de creatividad de ella. Te muestra lugares, sea barrios privados o en este caso un estudio de arquitectura, donde todos creemos que somos galgos pero vamos a dos por hora. Es muy nuestro decir: “Este no me va la a poner” y eso es muy nuestro, pensar que tus valores lo van a frenar, y en esa dialéctica vas respondiendo...
—¿Cómo ven este momento de la Argentina?
M: Uy, Dios. Yo lo veo como el orto, porque el solo hecho que todos nos pregunten por lo mismo muestra el grado de intoxicación en el que vivimos los argentinos.
F: Es cierto que pasa esto, nos resulta difícil poder comunicar una película, el esfuerzo, lo que costó…
M: La “grieta” de Jara, el tag de “Nadie es inocente”. Hasta ahora nos pasó en todas las notas.
F: No somos indiferentes a la realidad. Pero uno elige en qué contexto poder darle más bola. Ahora, lo que dice Oscar es cierto, si en todas las notas nos preguntan, es porque las cosas evidentemente están mal. Yo no estudié ciencias políticas, ni soy sociólogo o economista, teniendo en cuenta esta semana es lo que quizá se necesita. Puedo decir si estoy a favor o en contra, pero tengo limitaciones técnicas para hablar de algo que no me corresponde...
M: Esta ley aparte es muy complicada, muy técnica…
F: Ayer escuchaba a Maxi Montenegro, y en un momento dijo: “Los jubilados el año que viene van a perder 6 mil pesos del bolsillo”. Es un montón de plata. Ahora, ¿qué beneficio tiene el Gobierno de entrar en esta situación a fin de año, en un año donde ya venimos de mucho ajuste, de mucho desgaste, de mucho tarifazo, de mucha pérdida en la economía cotidiana, entrar en esta situación de llegar a fin de año otra vez dolidos, otra vez enemistados? El gran dolor es esto: nosotros, que queremos hablar de una película que costó mucho que se haga, con lo que cuesta el cine argentino, con la felicidad que nos da y que es buena, no podamos hablar de otra cosa que de la grieta o de tal otra cosa.
—¿Creen que es torpeza nuestra, del periodismo, o que la gente necesita escuchar otras voces para reflexionar sobre lo que pasa?
M: Yo creo que forma parte de una enfermedad colectiva. Obviamente, el periodismo tiene bastante responsabilidad, y hay como una especie de psicosis donde parece que si no se tocan estos temas, no hay nota. “Está incompleta”. Después el título es sobre el Gobierno, no la película…
F: O nosotros entramos a discutir por algo, Oscar y yo, y esa es la nota…
M: Yo te invierto la pregunta para dar por terminado el tema: ¿quién puede no haber vivido lo que pasó con tristeza y con bronca? ¿Quién puede defender los procedimientos ultraviolentos de una minoría irrepresentativa que nos lleva al borde del abismo? No estoy hablando en contra de expresar el disenso o la protesta, eso es inalienable. Eso lo voy a defender aunque se defienda algo que está en las antípodas de lo que pienso. Estoy hablando de procedimientos anticonstitucionales, antidemocráticos, y que ponen en riesgo la vida y los bienes culturales y materiales de la Ciudad, como se hizo el otro día. Que ponen en riesgo la democracia en sí misma. ¿Alguien puede?
—Uno creería que nadie…
M: Me da muchísima tristeza y muchísima bronca que esos descerebrados actúen con esa impunidad, pero también me da mucha bronca que haya, porque la Constitución dice “el pueblo no delibera sino a través de sus representantes”, representantes que fueron votados por el pueblo y que están en la Cámara de
Diputados y no hayan salido a expresar su repudio, sino que lo hayan estimulado. Eso ya me da miedo. Después de lo que nos ha costado vivir en democracia,
con todas las imperfecciones del sistema que aun así garantiza el disenso, se atenta contra eso y los representantes de ese sistema alientan y especulan con ese procedimiento. Estamos en el horno. La Constitución dice claramente que es “sedición”, y espero que la ley actúe. Si no, nos merecemos lo que nos pasa.
Desconocer que pasará
—¿Cómo viven el estreno de la película considerando la situación del Incaa?
M: Un estreno se vive con alegría y con incertidumbre, no sabiendo nunca qué puede pasar, sobre todo en una actividad que está en crisis en el mundo entero. Si a eso le agregás las condiciones particulares de Argentina, donde cualquier suceso puede llevarse puesto lo que sea, donde el interés puede ir para un lado o el otro, es una aventura. La película está bien, la vamos a lanzar bien, y dependemos de algo que es una incertidumbre. Si hubiera fórmulas… No te digo ganar, pero que al menos recuperen la inversión. Se vive con alegría, pero con miedo, porque es una tómbola, y la industria depende en parte de que estas películas grandes funcionen.
—Creo que una de las cosas más interesantes de la película es cómo habla de una idea de oscuridad latente en cualquiera, en cualquier oficina, y que es una elección diaria ver qué tipo de persona se es. ¿Qué les interesó del guión de Las grietas de Jara?
M: Cuando leo, intento ser el espectador raso. Lo leo, y si no me pasa nada… es difícil que diga que sí. Confío mucho en las primeras lecturas. ¿No te pasa eso, Joaquín?
F: Sí, pero a veces…
M: A veces uno no la ve. Me ha pasado.
F: A veces la primera lectura te agarra muy con tu presente, con el ruido del momento como actor, y te das cuenta de que hay algo pero eso no implica que puedas verlo.