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TELEVISIN/CRTICA

Un marido en apuros

La historia de un empresario mormón que lidia con tres esposas y siete hijos se encuentra, por ahora, en la cornisa que separa el ridículo y el amarillismo de la pintura suburbana verídica y audaz.

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La buena calificación que debe llevar Big Love, la nueva serie de HBO, cuyo primer capítulo se pudo ver el último domingo, es provisional y seguramente se irá modificando con el correr del tiempo.

Si Big Love desarrolla cada uno de sus personajes, si dota de relieve a esas criaturas y las pone a jugar más allá del impacto miserabilista que supone contar la historia de un empresario mormón que vive en Utah junto a tres esposas y siete hijos, entonces esa calificación seguirá subiendo.

Ahora bien, si se queda en el amarillismo y la exhibición de atrocidades, si alardea en lugar de sugerir, si desenmascara a los gritos en lugar de ir revelando, si enfrenta a sus criaturas con más respuestas que preguntas, entonces el camino será, irremediablemente, a la inversa.

La historia de Bill Henrickson (el eternamente rendidor Bill Paxton, haciendo el difícil papel del polígamo bondadoso, con mucho amor para dar y un frasquito de Viagra siempre a mano) y sus tres esposas, la racional Barb (Jeanne Tripplehorn), la impulsiva Nicki (Chloë Sevigny) y la pequeña Margene (Ginnifer Goodwin) tiene potencial para salir disparada hacia cualquiera de los dos lados, hacia el cielo o hacia el infierno de la tele.

Como bien anotaba Joy Press en una crítica publicada por el semanario Village Voice, hay parte de Amas de casa desesperadas y parte de The Sopranos en Big Love; el tiempo dirá si su pintura de la vida suburbana se queda en el cliché y los conflictos de manual (ese dogma de la TV actual) o si se anima a poblar la pantalla con verdad y audacia. ¿Crédito abierto? Ciento x ciento…