Hoy domingo 29 de julio a las 21, en el Teatro Coliseo (y el 1º de agosto en el Teatro del Círculo, de Rosario), se desarrolla Evolution, espectáculo de ballet que muestra derivaciones de la danza clásica, más allá de la estética decimonónica. Las piezas, coordinadas por el maestro y coreógrafo argentino Mario Galizzi, tocan la danza neoclásica, contemporánea, jazz. Comparten virtuosismo, una idea de belleza cercana al lirismo y la elegancia, y el formato de solos o de dúos hombre-mujer, pero cada autor coreográfico retoma el universo de las zapatillas de puntas de diverso modo.
En el formato de esta gala, se sucederán potentes números a cargo de estrellas. Muchos de los protagonistas son argentinos con carreras en el exterior, y primeras figuras de ballets nacionales. Originalmente, iba a estar presente Ludmila Pagliero, étoile de la Opera de París, pero por una lesión debió cancelar. Sí estarán Carolina Agüero, primera bailarina del Ballet de Hamburgo, Alemania, de donde también regresan los compatriotas Florencia Chinellato y Matías Oberlin; asimismo, regresa Lucas Segovia, solista del Joffrey Ballet de Estados Unidos. También se presentarán Karina Olmedo, Nahuel Prozzi y Paula Cassano, del Teatro Colón; del Teatro Argentino de La Plata, Julieta Paul; del Ballet del Sur, Carolina Basualdo, y la devenida compañía independiente Los Ballet de Araiz, luego de que la Unsam desarmara el grupo que allí dirigía Oscar Araiz. También danzará Thomas Bieszka, solista norteamericano actualmente de la Opera de Dresde. Entre todos, harán creaciones de Marius Petipa –acaso para mostrar ese origen respecto del cual se producen las evoluciones–, de Yaroslav Ivanenko, John Neumeier y Bob Fosse, entre otros.
En este variado programa sobresale la figura de Carolina Agüero, quien comparte esta entrevista, orgullosa del destacado lugar que ocupa en el Ballet de Hamburgo, a sus 42 años, después de haber pasado por el Ballet Argentino de Julio Bocca, el Ballet del Teatro Argentino de La Plata y el Ballet Nacional de Finlandia, entre otras instituciones.
—¿Cómo caracterizarías a tu compañía?
—Es una compañía donde siempre bailamos en punta; rara vez las chicas bailamos en media punta o descalzas. En esta compañía neoclásica estoy hace 11 años con Darío Franconi, mi marido [con quien tienen a su hija Natalia, de 6 años]. El trabajo de John Neumeier es clásico, pero con tu partenaire tenés que saber largarte, irte y estar fuera de eje, cosa que, en clásico, normalmente no se hace… En la parte actoral, no hay amaneramientos.
—¿Qué idea del ballet tienen?
—En Europa no se hacen solamente coreógrafos clásicos, sino neoclásicos, modernos. En Argentina los hay, pero en un número reducido. El nivel del bailarín argentino es muy bueno, pero me parece un poco triste que solamente se haga ballet clásico. Al público, en Europa, se lo educa con que el ballet no es solamente clásico. Si no, es muy monótono; siempre se hacen los mismos gestos, es un poco aburrido.
Negocios y extranjería
Carolina Agüero analiza su posición dentro de una de las grandes compañías de danza del mundo y el esfuerzo que implica llegar a ese universo de élite desde la Argentina.
—Para muchos argentinos, tu nombre es desconocido, pese a que estás en una compañía muy importante…
—Es un poco triste saber que el argentino piensa, o por lo menos es lo que yo creo, que solamente si venís del Royal Ballet o del París Opera… que ésas son las únicas mejores compañías del mundo. No es así. Muchas veces, por el tema del business, hay gente que se conoce mundialmente porque tiene mucha prensa.
—¿Cómo te sentís en relación con tu edad y la proyección de tu carrera?
—Cuando cumplí 40 años, fue la primera vez que hice Giselle en mi vida. El chico con el que me tocó bailar casi recién entraba en la compañía y tenía 19 años. ¡Yo le doblaba la edad! Me dicen que se me ve superjovencita; estoy bailando con chicos de 18, 25, 27. Me siento bien, me siento feliz cada vez que voy al escenario.
—¿Cómo es tu experiencia de extranjera?
—Mucha gente cree que, cuando uno tiene condiciones y va afuera, está todo bien. ¡Qué va a ser fácil! Como sos extranjera, todo es más difícil. En Helsinki se otorga el Premio Edvard Fazer. Yo lo recibí recién después de haber hecho ocho premières. Un finlandés, con talento, quizás hace una o dos, como máximo, y se lo dan. Está bien que cuando hay un talento nacional haya que empujarlo, pero cuando sos extranjero tenés que trabajar más del doble. Si te gusta, no lo sentís como un sacrificio.